Hay una leyenda en común entre los distintos poblados que se esparcen a lo largo y ancho de la galaxia. Debo confesar que mi afición a este relato me llevó a los lugares más recónditos de las áreas pobladas en busca de su origen; y al día de hoy puedo decir que eso sigue siendo un misterio. Mas puedo asegurar sin temor a equivocarme que todos, o casi todos, conocimos la leyenda de boca de nuestras abuelas que la contaban con el fin de espantarnos cuando aún éramos niños. Como otrora, en un tiempo remotísimo, lo hicieron con el Coco o El Viejo de la Bolsa.
La historia habla sobre una legión de innumerables naves intergalácticas, parcas como un agujero negro, que surcan el vacío del universo como una sombra colosal que extingue toda luz de vida a su paso. Sus naves son, incluso para los parámetros de medición del universo, de un tamaño abrumador.
Las señales que preceden a la Horda son casi las mismas en todos los relatos: el cielo se ennegrece sin previo aviso, una mancha se extiende por el firmamento engullendo toda luz; las naves de invasión eclipsan el sol, o los soles. Luego empieza la lluvia de fuego desde distancias imposibles que prepara el terreno para la llegada de los Horrores del Espacio: la tripulación de engendros, criaturas salidas de las profundidades más remotas del cosmos, seres ni vivos ni muertos que se mueven como una jauría hambrienta que profana todo a su paso. La Horda tiene como único propósito extender los horrores sin nombre que surgen de la retorcida mente de su líder. Peones salvajes y crueles, la maquinaria de guerra y exterminio del Emperador Sin Cabeza.
Aquí es donde las leyendas entran en un estado de conflicto, pues se dice que nada ni nadie logra escapar de la vista inquisidora del Emperador ni de las garras de su Horda; pero aun así el relato se conoce. Los escépticos dicen que sólo se trata de un cuento para niños que cobró popularidad por aprovechar los miedos más recientes, como el miedo que evoca la vastísima profundidad inexplorada del universo; yo fui de esa opinión durante mucho tiempo, lo admito. A veces quisiera seguir creyéndolo, pero las evidencias y mi mente científica me impiden el escape fácil a la negación, incluso a la locura y el delirio.
Nada dicen las leyendas sobre el origen de este azote cósmico, pues el imaginativo popular se ve muchas veces abrumado por la realidad escondida en los abismos del espacio desconocido. Ni siquiera yo, con todo el conocimiento adquirido tras una vida de investigación y tras haber presenciado lo inenarrable puedo dar con una explicación a esta incógnita.
Por otro lado, está el misterio que representa en sí el Emperador Sin Cabeza. De este oscuro y cruel personaje algo dicen las leyendas y me permito dar cierto crédito a su palabrerío, aunque hay muchas cosas que se me escapan. Su nombre real nadie lo sabe, mas su apodo es justificado: un monstruoso cuerpo antropomórfico se sienta en el trono magnifico de la nave insignia de la Horda –cuyo nombre no se encuentra escrito en ninguna lengua humana–; sobre el cuello del Emperador no hay cabeza, sólo un vacío distorsionado, similar a mirar a través de una columna de aire caliente, y algo que pareciera ser oscuridad solidificada –no algo oscuro simplemente, o sólo negro, sino la misma oscuridad encarnada en un ente físico– en forma cambiante como lenguas de fuego, flota sobre donde debería estar la coronilla del cráneo. Los relatos dicen que la cabeza mora en otra dimensión, y que el cuerpo que se mueve en este universo sólo es uno de los tantos que controla en innumerables planos de existencia.
De su mortalidad nada se sabe, pues nadie lo ha enfrentado jamás, sólo basta con verlo de frente para que el pánico y el terror hagan dimitir hasta al más fiero. Sólo se sabe que su longevidad se equipara a la de las estrellas mismas.
Aunque vagos son los relatos que se mencionan en las leyendas de la Horda, puedo decir, no sin asombro, que gran parte de ellos gozan de una exactitud que me produce escalofríos.
¿Cómo se supieron estas cosas? ¿Cómo llegaron a oídos de la humanidad? Me temo que no podré dar con estas respuestas. Mas no todo lo dicho es absolutamente verdad, para mi pesar y desdicha indescriptible, hay un punto crucial en el que las leyendas erran: la Horda sí se hace con prisioneros.
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La Horda
Short StoryMicro cuento de ciencia ficción que le arrastrará por un universo sombrío y desconocido en el que se agazapa un profundo horror.