5 de enero del 1995
Una joven de 17 años de edad, fue encontrada sin vida en la madrugada del pasado martes. Su cuerpo estaba en aparente estado de descomposición, en un terreno baldío. Las autoridades fueron alertadas, debido al olor putrefacto del cuerpo. La joven presentaba signos de abuso sexual, quemaduras con cigarrillo por todo su cuerpo, golpes en su cráneo con una piedra y su rostro totalmente desfigurado debido a cortadas con arma blanca, la cual, también fue utilizada para propiciarle 51 puñaladas en todo su cuerpo. Los oficiales aún no dan con el paradero del asesino y siguen investigando el caso.
Esa era la noticia de la semana. El brutal asesinato hacia mi, una joven de tan solo 17 años que tenía un futuro prometedor, o eso decía mi padre.
Caminaba entre la gente que asistía a mi velorio, aquella gente que nunca conocí en mi vida, o que tan solo vi una vez, el tipo de gente que llora y dice lo buena hija que eres, sin siquiera conocerte bien.
Percibí el olor a café del ambiente, y como si fuese una maldita película de drama, llovía.
Observaba como mi madre lloraba y se culpaba.
—Si tan solo yo no la hubiera dejado ir a esa fiesta, no la hubiesen...— dijo mamá, incapaz de terminar la oración.
Papá la tomó en sus brazos para evitar que se derrumbara. Me destrozaba verla así, pero no podía hacer nada, ya no.
En medio de toda esa gente, pude ver a mi verdugo. Estaba de pie junto a mi ataúd. Lloraba y se culpaba por no protegerme. Cínico de mierda, pensé.
Pude sentir sus malditas manos arrancando mi ropa, aquellas mismas manos que me golpearon hasta dejarme inconsciente.
Acaricié con la yema de mis dedos, la piel de mis brazos, sintiendo las quemaduras que me propició con el cigarrillo que fumaba esa noche.
Sentía la sangre bajar desde mi vagina, recorriendo la longitud de mis piernas, igual que cuando me penetraba.
La carne me quemaba y dolía como el infierno, recordando las puñaladas que me habían guiado a la muerte. Senti el frío cuchillo ingresar por cada capa de piel, traspasando cada célula.
La sensación de la piedra golpeando mi cabeza, se sintió tan real, que pensé que estaba muriendo nuevamente.
Mi tráquea se contrajo, evitando el paso del aire hacia mis pulmones. La sensación de sus manos en mi cuello nuevamente estaba allí.
Incluso podía sentir su nauseabundo aliento inundando mis fosas nasales.
Me daba asco recordar su piel sobre la mía. Sentirlo dentro de mi me causaba la mayor repulsión del mundo.
Lo único que quería era asesinarlo. Hacerlo sufrir tanto como el me hizo sufrir a mi. Pero no podía.
Las lágrimas de frustración bañaban mi rostro.
Mi asesino se acercó a mis padres, dándoles consuelo.
Papá lo abrazó con fuerza, llorando en su hombro. Mi verdugo le daba palmadas en su espalda tratando de reconfortarlo.
Maldito seas.
El enojo se mudó a mis ojos. Sentía como las llamas se apoderaban de mis cuencas y las hacía arder en cólera.
Desvíe mi mirada hacia mi ataúd, guiando mis pasos ahí. Observe a través del cristal, mi cuerpo inerte.
Mi cara ni siquiera parecía un rostro. Mi nariz estaba rota. Mis ojos estaban teñidos de color morado. Mi labio superior parecía no existir, mientras que el inferior se encontraba pálido. Mis pómulos hacían ver mi cara aún más grande debido a la hinchazón.
Ya no quedaba nada de aquella joven inocente. Ahora solo quedaba un maldito cuerpo profanado y golpeado hasta la muerte.
Mi nombre es Jazmín y tenía 17 años cuando me asesinaron el 23 de diciembre de 1994.
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¿Quién fue?
Mystery / ThrillerEn la madrugada del pasado 3 de enero, hallaron el cuerpo sin vida de una joven de 17 años. Aparentemente tenía signos de abuso sexual y su rostro estaba totalmente desfigurado. Hoy, a 5 días del brutal asesinato, las autoridades no han encontrado a...