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Ririka Momobami siempre había sido una persona con una autoestima y confianza por los suelos. Siempre se había visto opacada por la sombra de su hermana gemela, la cual consideraba que era mucho mejor que ella. Tampoco solía destacar, solía ser una mera observadora.
—¿Qué opinas de Saotome?
La voz de la presidenta interrumpió sus pensamientos, ella ajustó su máscara e intentó prestar atención. Solo oír el nombre de aquella chica rubia la ponía algo nerviosa y mucho más sabiendo que esta había visto su rostro debajo de la máscara.
—¿A qué te refieres?
—¿Crees que podría llegar lejos en las apuestas? Últimamente pareces estar pasando tiempo con ella.
Si no fuera por la máscara su hermana hubiera visto el gran sonrojo en sus mejillas.
—Sí, creo que es inteligente y perspicaz. Sin duda es muy buena y sabe cómo jugar sus cartas.
—Ya veo.
A veces su hermana la ponía algo nerviosa, a pesar de ser gemelas eran dos polos opuestos. Aunque ella sabía cómo imitarla, no era la primera vez que cambiaban sus papeles.
—¿Por qué lo preguntas?
—Nada, solo estaba investigando una vez más a las alumnas, quería saber cuáles eran las más capacitadas.
—Entiendo.
Ririka suspiró. Su hermana la miró de reojo, sabía que le estaba ocultando algo.
—¿Estás bien?
Hacía tiempo que su hermana no le hacía esa pregunta. La vicepresidenta asintió.
—Solo necesito ir al cuarto de baño.
Sin esperar una respuesta por parte de su hermana salió del despacho dirigiéndose a los baños. Al entrar y comprobar que no hubiera nadie se quitó la máscara, mirando su rostro en el espejo.
—¿Algún día conseguiré ser yo misma?
Tocó su propio rostro con sus manos. Sin duda era la viva imagen de su hermana, pero ella tenía una expresión mucho más tímida e infantil, sin maquillaje ni peinados extravagantes.
Suspiró. Había llegado a tal punto que a veces se olvidaba de quién era. Se le olvidaba la persona que había detrás de esa máscara teatral.
—¿Vicepresidenta?
La de ojos azules se sorprendió al oír aquella voz, cogió su máscara y se la colocó en unos segundos, algo nerviosa.
—Mary Saotome.
—¿Qué haces en el baño de las alumnas?
Aquella era una buena pregunta, ni siquiera lo sabía. Había ido con tanta prisa que no se había percatado de ello.
