6.- Agua en llamas.

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«Te juro que cada vez que la veo, mis mejillas se llenan de un rubor muy llamativo, como dos llamas de fuego con un tono muy saturado sobresaliendo de mi cara.
Hablando de llamas, cada vez que la observo, me vuelvo más caliente que el magma procedente de las profundidades de un volcán, la temperatura de mi cuerpo acaba siendo mayor que la del desierto más caluroso del mundo.
También empiezo a temblar, tantos nervios me entran, que si yo intentase sujetar un vaso con tal temblor sobre mi, se me caería al suelo en un instante.
Mientras, intentaría dejar de contemplarla, pero me resultaría imposible. Es como si todos los planetas giraran alrededor de ella, para mí es el mayor centro de atención que puede existir.

Su personalidad llena de alegría, con un toque de picardía a veces, y algo de autoridad me prende en cuestión de segundos, es pasar ese instante después de verla, y ya deseo poder besarla, notar su labios acariciando los míos con suavidad y ternura. O mejor un beso lleno de pasión, que me llene de fuerza y vitalidad. Y ambas maneras llenas de una calidez que no puede faltar, un toque único. Aunque si soy sincera me daría igual como lo haga, sabiendo que es ella yo ya estaría satisfecha.
Y mientras, que me acaricie el cuello con sus manos, repletas de un tacto único, algo que te haga descubrir el paraíso en la tierra. Entonces, ¿Quién querría morir sabiendo que ya tiene el cielo a su lado?. Sentir su presencia, y que nuestros cuerpos se unan en un solo ser, aunque solo sea algo efímero, pero también sería un momento especial, tan especial que seguro es difícil de explicar con solo unas míseras palabras.»

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