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Parece todo un muy mal sueño, mas bien una pesadilla, hace unos días estaba en el templo con las hermanas viviendo en armonía y dentro de todo lo que pasaba felices, y al otro día estaba en una nave espacial la cual no creía que podían existir y al otro en un escenario con la ropa mas reveladora que he usado en mi vida siendo vista por cientos de hombres que parecían desesperados por tener relaciones sexuales con cualquiera que este dispuesta, y ahora me tengo que casar con un hombre gigante de todos lados, creo que es el doble de mi cuerpo y eso me aterra en gran manera.

—Entra. —abre la puerta sin entrar mientras me señala con los ojos que pase—. Está es mi habitación en el palacio real. —es muy simple todo, una cama cerca de la ventana que parece mas una puerta gigante, un escritorio con una silla y unos almohadones sobre una alfombra en la otra esquina.

—Es linda aunque me imaginaba algo más. —quedo en silencio cuando se sienta sacándose las botas y yo no sé que hacer.

—Puedes ir recostándote.

—¿El baño donde está?.

—Ahí. —en el baño me miro al espejo respirando hondo dándome fuerzas, cuando salgo está desnudo parado al lado de la cama, trago duro y me tiembla todo porque es el primer hombre que veo en ese estado de desnudes—. No me mires así... No voy a tocarte, quiero dormir y me gusta dormir desnudo.

—¿Y yo con qué voy a dormir?.

—Ni idea. —alza los hombros negando—. No es mi problema para nada. —se acuesta y yo me acuesto vestida pero bien en la orilla, tanto que debo apoyar un pie en el suelo así no me caigo—. Puedes desnudarte si así duermes, ya te dije que no voy a tocarte así que no creas que voy a hacerte alguna cosa.

—Así estoy bien, prefiero la ropa.

—Como quieras.

Pasan unos días en donde no hablamos para nada, todas las noches cuando nos vamos a dormir se desnuda sin pudor alguno delante mío y se acuesta igual de silencioso que el primer día, yo ya tengo ropa de repuesto menos mal o seguiría usando el vestido de bodas, Luz mandó un cofre lleno de cosas y tengo con que dormir con mas comodidad aunque los vestidos son una locura para poder ponerlos y sacarlos, creo que va a ser hasta que me pueda acostumbrar.
Estamos sentados en una mesa pequeña que hay en la habitación comiendo, mas bien él devora todo y yo pruebo con mucho miedo ya que es todo totalmente desconocido para mi, para ser mas especifica algunas cosas parecen vomito y no siento deseos de probar para nada porque con solo mirar me causa repugnancia, y temo que el sabor sea peor de lo que imagino.

—¿Cuántos años tienes?. —me tiemblan las manos cuando termino de hablar porque al fin me animé a decirle algo.

—Veintiocho. —no me mira, sigue devorando todo.

—Yo tengo veintidós, acá no sé los tiempos o si son iguales a mi planeta pero los acababa de cumplir cuando fueron por mi. —agarro jugo y lo miro analizándolo ya que aún no puedo descifrar nada sobre su persona—. ¿Trabajas?.

—Si.

—¿Y de qué trabajas?.

—Soldado.

—¿Qué rango?, ¿Por qué es por rangos no?, Bueno, eso tengo entendido la verdad que no sabría decir más nada.

—Dirijo el ejercito completo. —mientras me responde me mira fijo—. Soy el jefe.

—¡Oh! ¡Que bueno!.

—Que bueno no... Trabajé muy duro para poder serlo.

—No es lo que... —se para de golpe asustándome, y me mira limpiándose las manos.

RabotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora