El sujeto de pruebas (Diakko)

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La mañana se estaba haciendo eterna. Akko había mirado el reloj del salón de clases unas quince veces durante los últimos minutos, esperando que el tiempo pasase más rápido. No tenía caso; no había manera de que una clase con la maestra Finnelan sobre runas antiguas le resultara atractiva, mucho menos interesante. Las clases teóricas definitivamente eran aburridas. Sin duda, había cosas que no cambiaban en la academia, incluso tras la crisis del misil dos meses atrás. Echó un rápido vistazo al reloj de nuevo, y al ver que aún quedaban veinte tortuosos minutos, suspiró. 

Rayos... ¿¡Por qué no podía ser todo simplemente práctico!? ¡Así se aprendía de verdad! Suspiró de nuevo, desganada, y apoyó el codo en la mesa,  dejando descansar el mentón sobre la palma de su mano. Ella sabía, en el fondo, que en un futuro quizás todo aquello podría serle de utilidad. Pero no era ninguna privilegiada; aún tras recuperar una parte de su potencial mágico después del incidente, seguía siendo Atsuko Kagari; la bruja más torpe, tonta y distraída de la clase. O al menos eso creía ella. Seguía metiéndose en líos constantemente, no era capaz de volar en escoba por más de quince minutos seguidos, aprobaba justa algún que otro examen y le costaba horrores retener mucha información de memoria. De hecho, estaba segura de que terminaría olvidado todo el contenido de esa lección en las próximas horas. Minutos, más bien. Pero... Eso significaba que debía esforzarse más, ¿verdad? ¡Y lo hacía! De hecho, gracias a que Diana la había estado ayudando con sus estudios había mejorado considerablemente. ¡Ahora al menos aprobaba todo! Pero en ese momento sentía que tenía el cerebro chamuscado, sí, eso era.

Su mente divagó en rumbo a su... ¿rival? No, hacía tiempo que la había dejado de ver de ese modo. Diana, junto a Hanna y Bárbara, habían entrado a formar parte de su círculo de amistades. Sin embargo, no sabía cómo definir lo que las unía. ¿Una simple amistad? No lo creía, tras todo lo que habían pasado juntas, tenía la sensación de que ese término se quedaba corto. Algo la molestaba, pero no sabía muy bien el qué. De lo que estaba segura era que sentía una complicidad y confianza con Diana que no tenía con nadie más. De hecho, podía perfectamente confiarle su propia vida. Ella sabía que, en caso de estar en peligro, la heredera de los Cavendish vendría en su rescate. Y viceversa, por supuesto. Desde el día en que salvaron el mundo y transformaron la magia, ambas se habían mostrado más abiertas con la otra y su relación no hacía sino mejorar con el paso del tiempo. Sin embargo, Diana seguía siendo... Diana. Era una persona estricta, reservada y seria y, aunque Akko creía que debía ser más honesta consigo misma, daba a entender cuándo se preocupaba por ella. Eso, en cierto modo, le resultaba tierno.

En un momento dado, algo llamó la atención de Akko, sacándola de su ensimismamiento. Finnelan al parecer hizo una pregunta y pudo ver de reojo cómo la persona que inundaba sus pensamientos levantó la mano de manera educada y respondió. La respuesta era correcta, como siempre. La maestra la alabó de nuevo por su increíble capacidad intelectual y ella después volvió la mirada a sus libros, no sin antes mirar hacia atrás por el rabillo del ojo. Cruzaron miradas por unos instantes.

¿Qué había sido eso? ¿La había mirado a ella, verdad? ¡Oh, no! Se habría dado cuenta de que estaba distraída... Rayos, le esperaba un buen regaño después de clases.

Antes de que se diera cuenta, sonó el timbre que indicaba el fin de las clases y el inicio del receso. Akko se irguió inmediatamente, apoyando fuertemente las manos en su pupitre y sorprendiendo a Lotte y a Sucy, quienes se encontraban a su lado. 

—¡Creí que iba a morir!—En ese momento, su estómago rugió.

—Akko—Lotte suspiró—Sólo ha sido una clase, después de almorzar tenemos que ir con la profesora Lukic...

—Déjala, necesita que el oxígeno le llegue al cerebro de vez en cuando.—comentó Sucy.

Akko se exaltó.

El sujeto de pruebasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora