Todas esas personas la veían, incluyéndome. Cuando la vi tendida en el suelo llegaron muchos pensamientos a mi mente, me preguntaba qué hubiese sido de ella si no estuviera ahí, con una bala entre sus ojos, muerta. Me quedé cegada por mi ingratitud. Sentí su muerte como si de mí se tratase, sentí como las esperanzas de ella se derrumbaban poco a poco, sus sueños se deterioraron en cuestión de segundos. Entendí el significado de la vida, entendí que de nada vale vivir si no vives, que podemos estar muertos incluso antes de morir de verdad, que por naturaleza somos seres ansiosos de encontrar una felicidad absoluta que es inalcanzable, entendí que debemos aprender a vivir con migajas de felicidad, una felicidad tan momentánea como nuestra vida, porque el dolor y el sufrimiento es parte de nosotros, pero no podemos dejar que la preocupación de sufrir o no ser "felices para siempre" nos domine.
En mi estado de ilustración un hombre se acercó --Es terrible que estas cosas pasen, pero son necesarias. De esto se trata la vida, de darnos cuenta de su verdadero significado, qué lástima que tengan que morir para entenderlo.--dijo. Fue entonces cuando me acerqué a ella, mejor dicho, cuando me vi muerta.
