Blumen

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No necesitaba alarma para despertar, estaba muy acostumbrada a levantarse temprano gracias a las costumbres de su hermano, a los ensayos matinales del vecino (que era pianista) y a su propia rutina hecha cada vez que su hermano salía a esos largos viajes por trabajo.

Esa mañana era una de tantas en que su hermano seguía ausente hasta Dios sabe cuando. Solía avisarle cada día que estaba bien, como le iba en su negocio y le preguntaba si ya había desayunado/comido/cenado además de su acostumbrado mensaje de “Buenos días” y “Dulces sueños, duerme bien”... Pero nunca le decía cuando volvería ni donde estaba.

Ella era buena, pero no ingenua, en mas de una ocasión se preguntó porqué tanto secretismo sobre esa información que si era importante.

〚O no es muy legal o no me tiene tanta confianza〛 pensó nuestra niña buena.

Su hermano y ella solo se tenían el uno al otro, sus padres no estaban muertos, pero al solo ver de ellos los depósitos cada mes, las fotos que todavía quedaban en el despecho y dos llamadas al año prefirieron no contar con ellos para nada desde hacía muchos años.

Mejor dicho, Vash lo decidió.

Ella no era de llevar la contraria a su hermano, lo quería muchísimo y él la procuraba tanto desde que tenía memoria que sería traicionarlo si no estaba de acuerdo con él (según ella) sin embargo varias veces pensaba que salir de su pequeña realidad sería divertido.

〚Mi pequeña realidad〛...

Su mente volvió a aterrizar a ese momento matinal en que acababa de despertar de un placido sueño, la calidez en sus mejillas contrastaba con el fresco que entraba por la ventana acompañado de los primeros acordes acelerados del piano del vecino

〚Un estudiante nuevo, el señor Roderich no toca de ese modo〛 lo sabía bien, ella ya había sido su alumna.

Giró el rostro a la cómoda mas cercana a su cama, sonrió al ver un sobre y un girasol al lado. Su vista siguió su camino hasta su escritorio donde estaba una bandeja con un ligero aperitivo antes del desayuno de rigor.

〚¿Me habré despertado mas tarde?〛 se preguntó, solía ser ella quien espiaba gustosa a la persona que le dejaba tanto el sobre, como la bandeja con el aperitivo, como esa hermosa flor que aumentaba su colección.

Y es que le encantaban las flores, se le hacía increíble que a pesar de ser cortadas mantuvieran su olor, que con un poco de agua y cuidados siguieran viéndose en buen estado y que al marchitarse conservaran su encanto a pesar de su descolorido aspecto.

Era una comparación con la vida de las personas, un muy rápido vistazo del paso de la vida... Al menos de las flores que son cortadas para adornar. Las que seguían con su raíz o en su enredadera vivían mucho más y seguían con esa belleza y aroma increíble. La parte de las flores enraizadas se la había dicho Vash cuando era pequeña, a modo de respuesta cuando le preguntó por qué no se mudaban o por qué no salían de vacaciones...

“Tu eres una flor Lieselotte, recordaba, si te llevo lejos de este jardín te marchitarás igual que el resto de flores. No podría soportarlo”

... Quizá por eso tenía esa afición por guardar flores y verlas marchitarse después de darles todos los cuidados para extender su vida.

—El desayuno está listo

Una voz la sacó de sus pensamientos, se asustó y no pudo ocultarlo en su respuesta automática.

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⏰ Última actualización: Jun 19, 2020 ⏰

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