《 No sé por qué las personas son tan lame vergas. 》
Miro el reloj de pared. Lleva retrasado 15 minutos. Odio esperar y odio aún más esperarlo a él, prefiero que una bola de boliche aparezca de la nada y me golpee justo en la frente a tener que aguantar un día más a que Nelson haga lo que le de la gana, en el momento que se le plazca. A la vista distingo su manera de caminar. Nelson se acerca.
-¿Qué tal hermosa?
No repondo, solo lo observo mientras trato que su tonto acento español no me irrite.
-¿Por qué volvéis a citarme aquí?
Dice el chico de ojos cafés mientras se quita el abrigo y se sienta frente a mí.
-No resolvimos ciertas cosas y lo sabes, no sé porque preguntas.
Digo medio fría. Lo veo tomar un suspiro como si de veras le importase lo que digo.
-Sabes que es mejor no sacarme de tu vida, ni aunque queráis.
-Sí, pero tengo que.
-Bueno, vale. Respetaré tu decisión.
Me mira desepcionado pero no me aflijo y logro decir con tono firme y despacio:
-Ni mirandome así me convenserás. Tu mirada ya no causa nada en mí.
-¿Por qué? Si antes te hacía sentir tan bien.
Llevo mi mano a la cara, respiro hondo y lo miro unos segundos mientras pienso.
-Porque no siento lo mismo que antes por ti. Debemos separarnos... es mejor así ¿Puedes entenderlo?
-Eso haré aunque no quiera.
-No me vengas ahora con que no querías esto si fuiste tu el de la idea.
Reprocho.
-Yo sí me enamoré de ti.
-Yo igual.
-Y te sigo amando.
-Yo ya no. -Por lo menos eso es lo que quiero creer, que lo olvidé. -Debemos resolver lo de la boda y lo sabes. -miro a travez del cristal enorme de la cafetería que me queda a la derecha, veo los carros que vienen y van, para liberar tensión.
-¿Cómo la cancelamos ahora? -dice casi alterado -Esto no es un juego Mel, ese escándalo nos arruinaría.
-Primero debemos confesárselo a nuestras familias. -afirmo -¡Dios! Hubiese sido más fácil casarnos y divorciarnos después. -digo preocupada, el ríe. -¿De qué te ríes? Esto es serio -digo divertida.
-No sé, del lío en el que nos metimos. ¿Te hubieses imaginado todo esto el día en el que nos conocimos? -parece compasivo al hacer esta pregunta.
-Ni siquiera me lo hubiese imaginado el día en el que nos comprometimos. -ambos reímos.
-Faltan dos semanas para la boda, ¿cómo la impedimos? -pregunta mi ex prometido.
-500 allegados felices por nuestro casamiento, eso es lo único que pienso ¿puedes creerlo?
-500 corazones rotos es lo que veo.
-¿Y el tuyo y el mío no los cuentas?
Hace una pausa, mira al mesero que se acerca a servirnos y dice con una ligera sonrisa:
-Hubiesen sido muchísimos más si permitiésemos que nuestros padres prepararan la boda.
-Lo sé -sonrío -y aún así sigue pareciendo más de ellos que nuestra.
Nuestra boda era, o mejor dicho es todavía, la boda del año, la más esperada, la que todos elogian y acontenta. Nelson Arboleda, gran empresario publicista, hijo de gran empresario de igual categoría que por su parte es uno de los fundadores y propietarios de Arboley Co y asociados. El otro fundador y 50% dueño es mi padre que es experto en marketing y administración de empresas. Yo, Melissa Kidley, me hice médico hace un año pero no por eso soy reconocida a nivel nacional, si no por ser hija de Francisco Kidley y futura esposa de Arboleda, actual presidente de dicha compañía que desde el año 1985 ha sido la mejor entre todas las compañías de publicidad y que ha hecho ganar a nuestros padres una inimaginable cantidad de dólares. Nuestra vida ha sido un terremoto de escándalos, por lo que preferimos ante cualquier circunstancia la discreción.
-¿Les puedo servir en algo?
Dice el mesero entrecerrando los ojos como si tratara recordar nuestros rostros.
-Yo solo quiero té.
-Me sorprende Nel, pensé que no te gustaba. Tráeme café, y un panecillo también.
-No lo hacía, pero tu me tienes así, todo nervioso e incontrolado y el té me alivia.
Le miro pensando que cree que le tomaré lastima pero veo que no, que parece sincero.
-¿Algo más?
-No, gracias -respondo y una vez que el mesero se ha ido me dirijo a Nelson -¿Después de cuatro años de noviazgo te sigo poniendo nervioso? No te creo. Además ¿cómo descubriste que el té te alivia si nunca te ha gustado?
-Porque siempre has sido el amor de mi vida Mellissa -sonríe atontado como si no creyese que de verdad lo estuviera diciendo -y bueno, un día pensando en ti lo probé, ya sabes... porque te gusta mucho el de manzanilla.
No sé qué decir, desvío la mirada hacia el cristal nuevamente, es como si las palabras no existiesen en ese momento.
-¿Y cómo está tu tobillo? ¿Se encuentra mejor?
Y de pronto solo dije lo que sentía.
-¿Por qué diablos contigo se aplicó la maldita regla? Esa de darse cuenta tarde lo importante que es alguien para ti -y una pequeña lágrima recorre suavemente mi mejilla, cambio mi mirada a la ventana nueva vez pensando que así evitaré que me note llorar -Ahora dices que me amas y yo solo quiero olvidarte.
-La gente es idiota y más si se está en un mundo desconocido.
Limpio mi mejilla y solo se me ocurre callar, varios largos segundos después el sigue justificándose.
-Terminé contigo porque pensé que eso querías tu... Solo pensé que te facilitaría todo.
-Oh claro -digo con extremo sarcasmo -tan generoso y servicial como siempre, el Magdaleno.
-¿Magdaleno?
-Sí, como Maria Magadalena, la de Jesus.-Sonríe con levedad.
-Siempre he respetado tu voluntad y siempre lo haré.
No puedo negar que es todo un caballero y no puedo negar que también pensé que separarnos era lo mejor, pero es más fácil culparlo a él que culparme a mi misma ya que yo sí lo intenté.
Nos amábamos, tanto que por más distantes que estuviéramos nuestros cuerpos siempre se encontraban, como si se pertenecieran. Nos amábamos, como un árbol ama a sus raíces, tan diferentes como la lluvia y el sol, pero que juntos hacíamos cosas maravillosas. Un día, de la nada, no sé cuando el arcoiris dejó de aparecer. El sol se ocultó tras las nubes pero las nubes ya no hacían llover, nuestro día se tornó gris y nos dimos cuenta que solo eso éramos, un fenómeno óptico, lo que sentíamos solo era una ilusión.
-No sigas, me fastidias cuando hablas cómo víctima.
-¿Y no lo soy? -pregunta Nel esperando mi respuesta.
-Pero no es justo que actúes de tal manera si ambos lo somos.
-Vale.
Varios minutos pasan hasta que digo algo.
-¿Y no dirás nada?
-¿De qué me valdría? Si lo que más quiero está sentada frente a mí y no quiere verme, pero ... ¿Adivina qué? Debemos seguir con estas potencialmente dolorosas reuniones.
-¿Cuándo llegará la comida? -digo indiferente.
-Bien Melissa ... ¿no puedes ser un poquito más dura conmigo? -le veo la expresión en el rostro, está enfadado.
-Creo que te odio.
-Lo he notado -sigue enfadado. Por lo menos la orden llega, dándome un silencio acogedor.
Minutos después, Nel pone cara de tristeza sentida y dice algo que logra suavizarme.
-¿Cómo quieres que te olvide si constantemente tengo que fingir que somos felices juntos?
Fue como un interruptor que cambio el modo de "Melissa la que aparenta ser mala y fría para protegerse" a "Melissa la persona real que ama a este chico aunque trate de odiarlo porque es lo mejor".
-Saldremos de esto Nelson, lo sé.
Y no pronuncié más y solo me quede ahí mirando su decepción. ¿Cómo decirle que mi amor es más grande que el supuesto odio que siento por dejarme en el momento que más lo necesité? No, mejor así, si ya no hay confianza, ni aprecio, ni dedicación en una relación, mejor que se vaya todo al caño. Soy fuerte, sé que viviré mejor sin él, al menos eso es lo que parece.