SEGUNDA PARTE

21 1 0
                                    

《 El enanismo mental parece ser cada día más alto en las personas. 》

Mi boda, ¡qué tormento! De solo pensar que aun siguen en pie los preparativos me estreso. Mamá ya me ha mostrado 50 tipos de flores, cosa que me irrita pues no habrá de ningún tipo ya que no habrá tal evento aunque nadie lo sepa todavía.
Nelson y yo no hemos resuelto qué hacer, no nos queremos casar pero se deben reconsiderar los hechos ya que si se cancela con solo dos semanas de antelación estaremos acabados social y profesionalmente. Camino hacia la casa de mi amiga Maggie, ha tenido un bebé y quiero conocer a la criaturita, espero encontrarla de buen humor porque hoy pienso contarle el asunto de la boda.
Llevo una camisa azul celeste con las mangas dobladas hacia arriba, le quita profesionalidad al atuendo pero como no estoy en la compañía no me importa. Mi falda es gris, mi pelo recogido y mis anteojos que solo necesito para leer hacen que me vea como una ejecutiva y eso me agrada, ya saben para guardar apariencias ante cualquier reportero que me encuentre por ahí. No falta mucho para llegar, Maggie vive a unas cuadras de nuestro trabajo por eso he decidido irme a pie y dejar mi camioneta estacionada. Me distraigo un segundo, un solo segundo y meto el pie en un charco de agua, me asusté un instante por la sorpresa y cuando me percaté de lo que pasaba eché maldiciones alzando mucho la voz. Mis zapatos de 150 dólares arruinados pero no por eso me lamento debido a que el dinero no es problema, si no que estos eran mis preferidos ¡Carajo! ¡Que maldita vaina! Lo curioso es que no ha estado lloviendo así que me detengo para ver de dónde viene el agua y efectivamente proviene de una tienda con una llave rota. Me molesto mucho, ¿Será que no saben lo poca e importante que es el agua? Pero de nada sirven mis incomodidades.
Avanzo unos metros más hasta que ya no puedo hacerlo, la vista se me nubla y de pronto me encuentro tirada en el suelo, algo me golpeó muy fuerte la cabeza, tanto que me noqueó por unos segundos.
-¡Señorita! ¿Está usted bien? -pregunta un caballero arrodillado junto a mí.
-Sí -contesto al tiempo en el que trato de levantarme -si bien significa ver manchas negras por doquier.
-Lo siento -dice el chico sosteniéndome -ven, te ayudo.
-No, levántame tú que yo no puedo hacerlo. -digo mareada y en ese momento me desmayé.
Despierto con el tono de mi celular, es Maggie que ha de estar preguntándose por que no llego. Tomo el móvil desconcertada y estrujando mis ojos para aclarar la vista contesto.
-¿Mag?
-Eres la mejor amiga del mundo.
-Sí, lo sé, perdón pero ya voy llegando. -Me levanto del sofá donde estaba recostada y miro a mi al rededor. Me asombro, no sé donde estoy.
-Tengo casi una hora esperándote con las donas. ¿De donde vienes? ¿De Canadá? -¡Diablos, las donas! Lo olvidé por completo.
-Sí, espérame 15 minutos más. -cuelgo.
Aterrada busco la salida de este lugar, es un apartamento pequeño pero con mucha iluminación natural. Veo una puerta blanca a unos pasos de mí y justo cuando me acercaba se abre.
-Que bueno que ya despertaste. -se queda bloqueando la puerta para observarme mejor.
-Hola -digo medio tímida.
-¿Cómo te sientes? -es un galán de hombre, no puedo evitar sentirme atraída por él.
-Bien.
Miro a ambos lados, ya no sé que hacer, el chico se da cuenta de mi incomodidad. Pasa por mi lado con dirección a la cocina.
-Me llamo Samuel por cierto.
-¿Sam? -me doy medio giro para mirarlo, veo que de un gabinete toma un pañuelo para limpiarse las manos.
-Sí, puedes llamarme así. -sonríe.
-Pues ... Yo soy Melissa pero llámame Issa, me gusta más.
-Claro.
-Noto que estas un poco sucio -sonríe nuevamente y deja el pañuelo en el desayunador.
-Tu igual -levanta un dedo señalándome. Me miró rápidamente y efectivamente mi camisa está totalmente sucia, me espanto muchísimo ¿qué diablos pasó? No pregunto nada, mi mirada lo dice todo -Esto es tierra, trabajo en una floristería, en cuanto a ti ... A ti te calló una maceta en la cabeza desde un segundo piso.
   Me quedo petrificada por varios segundos. Toco mi cabello y siento la tierra caer, al llegar a mi craneo me invade un pequeño dolor. Ha sido un muy, muy mal día para mí.
-Tengo un ligero dolor de cabeza. Tuve un mal día -luzco desanimada -pero muchísimas gracias por todo.
-Fue un gusto.
-En serio. Si no fuera por ti tal vez estaría tirada en el piso todavía, siendo orinada por un perro. -entrecierra los ojos como si pensara algo.
-Realmente estás tomando esta situación muy bien. -dice Samuel.
-Positivismo... Gracias y ... Adiós -extiendo mi mano para agarrar la manilla y abrir la puerta.
Salí disparada de allí, bajé unas escaleras y prontamente me hallaba fuera del edificio, sin saber que camino tomar. Tras mío está Samuel con una sonrisa muy divertida. Una vez que me doy cuenta de su presencia  giro para preguntarle dónde está la avenida central.
   -Es aquella de allá -responde señalando hacia la izquierda.
   -Gracias, eres muy amable. -mientras me alejo lo escucho preguntarme algo.
   -¿Te llevo a alguna parte?
    -No gracias. Estoy muy cerca de a donde voy. Recibo un mensaje. Es de Mag y me dice que Erick llegó y que salió de urgencias a comer por que si por mí es moriría de hambre. Y ahí fue cuando sentí que no tenía rumbo y que moría de hambre por igual.
   -Aunque pensándolo mejor, no me caería mal comer algo.
   Nos subimos a la camioneta de la floristería, me dio mucha risa en verdad porque por las fachadas que traía pareciera que trabajo allí. Por lo general el viaje fue muy callado pero al ser 15 minutos de camino no pudimos evitar decir algo.
   -¿Soy yo o el restaurant más cerca está en el fin del mundo?
   -No, está una esquina después del fin del mundo -dice sonriente. Tiene una sonrisa maravillosa. Ya casi llegamos.
   -Supongo, llevamos mucho de camino. -suelto con un tono sereno.
   -Realmente vamos al autoservicio de Mcdonald's. -lo miro como con desconfianza. -Vestida así no te dejarían entrar a ningún lugar.
   -Tu tuviste tiempo de cambiarte la camiseta, yo no.
   -Sip.
   -Aunque me molesta que hayas tomado la decisión tu solo, te agradezco. -desvío la mirada a la ventanilla.
   -¿Agradeces por todo?
   -¿Por qué no hacerlo?
   -Bueno, tu dime Señora Agradecimientos.
   -Señora Agradecida, Señor Modesto -corrijo -Has hecho mucho por mí hoy y es lo menos que puedo hacer.
   -Es que me siento culpable. -le miro fijamente esperando explicación- Las flores que se cayeron -me mira un segundo y mira el camino dos -fue mi torpeza, pues no sé como decirlo. Prácticamente  yo te golpeé.
   No digo nada.
   -Perdón, no fue mi intención.
   -Tengo hambre -sigo serena.
   -Estas molesta -afirma
   -No Samuel. No estoy molesta, además ni me conoces para sentirte mal por mi incomodidad. Cualquiera comete torpezas. -explico en tono lineal -En ese mismo momento andaba maldiciendo por mojar mis zapatos y me detuve en lugar de seguir caminando. Y solo pasó.
   -Bueno, perdón.
   -Bien. -pasaron varios momentos después antes de llegar.
-¿De qué te ríes Señora Agradecida?
-De la pequeñez mental.
-¿Qué?
-Pues sí. Ya estamos aquí, ordena y te explico luego.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 15, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El desvío de las tardesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora