01

8 0 0
                                    

Sharon regresaba de Tokio, después de haberse ido por dieciocho años. Pues su padre la envío con tan solo cuatro años de edad, ya que el siempre quiso que su hija supiera defenderse y que peleará bien, sin necesidad de que su hermano o su mismo padre la ayudarán, suena un poco cruel pero era algo primordial para su padre, incluso se podría decir que también para dar buena imagen a sus rivales, y para su buena suerte, su hija resultó demasiado buena para las artes marciales al igual que para defensa personal, entrenaba todos los días casi todo el día.
Pues su tío, el encargado de entrenar a Sharon era demasiado exigente con sus alumnos.
Cuando su tío vivía en Corea era muy conocido por ser un gran maestro de las artes marciales y también por ser muy bueno en defensa personal, tan bien le fue con su sobrina que logró que está llegará a la altura de el en las peleas, pues siempre que peleaban jamás se sabía quien ganaba.

Sin embargo ella jamás quiso regresar a Seúl, por que a pesar de tener un carácter fuerte era incapaz de matar a una persona, y es que tenía bien en claro su tarea principal una vez llegará a casa. Pues a pesar de tener una muy buena amistad con su padre, no pudo convencerlo de que le quitara aquella misión el se negó rotundamente. El hermano de su padre, le había dicho que Sharon había resultado ser increíble, tanto que estaba al nivel de el y sabía que tenía las de ganar con ella.

— ¿Son siete? — le preguntó a su padre quien viajaba en auto sentando a su lado izquierdo, ya que su madre se encontraba de el lado derecho. Su padre asintió con una gran sonrisa — Estas loco, no podré con siete yo sola — su padre venía explicándole a Sharon lo que debía hacer una vez llegará a Seúl, sin embargo ella seguía negándose a hacerlo sabía perfectamente que era imposible enfrentar a los siete ella sola

—¿ Y quien dijo que lo harás tu sola? — Sharon lo miro con cierta curiosidad, pues no sabía que es lo que tenía planeado su padre aunque, lo que si sabía era que se iba a negar por completo a hacerlo, pues podría patear sus traseros de aquellos mocosos y hasta ahí, era demasiado fuerte pero también muy sensible ella no podía arrebatarle la vida a alguien así por que sí. — Me sorprende que tengas un corazón de pollo — su padre fingió un puchero y soltó una leve carcajada, pues conocía a la perfección el carácter de su hija.

—Cariño eso no es de herencia, toda nuestra familia ha sido  completamente rudos y han tenido un carácter de mierda, como el tuyo — su madre le sonrió sarcástica haciendo que Sharon sólo rodará sus ojos y le devolviera la sonrisa.

Su madre y ella jamás pudieron llevarse bien, pues desde que Sharon era pequeña solía decirle a su madre que era mucho mejor que ella y que tarde o temprano quedaría por muy encima de ella.
Su madre fue muy celosa de su propia hija, celosa por que cada vez iba mejorando en sus entrenamientos, celosa por que decían que incluso al parecerse a su madre Sharon era mucho más hermosa, celosa por que su padre siempre veía por ella primero, celosa por que a su corta edad estaba logrando mucho más que su madre, pues su madre a los veinticinco años ya había hecho lo que su hija a sus veintidós ya había logrado.
Sin embargo a su madre le quedaba una "esperanza" para que su hija no le ganará por mucho. Su madre a los veinticuatro años mató a sus primeras víctimas no sin antes torturar a una, eso era lo que hacía que aún destacará su madre entre ellas dos.

Así que siempre habrá una rivalidad entre madre e hija, y si Sharon mataba a esos siete chicos le ganaría, le quitaría su lugar. Bien sabía que su padre estaría más que orgulloso de su hija y que a su madre le dolería que le quitará su puesto, y a Sharon, a ella, le encantaría ver eso a su madre echa pedazos por su propia hija. Pero, sabía que no lo lograría pues ella jamás podría matar a alguien.

— Te recuerdo qué antes de que fueras la persona que ahora eres, eras mucho peor que yo — se cruzó de brazos fijando su mirada a su madre — También te recuerdo que eras muy cobarde, le tenías miedo a pelear, o incluso a salir de casa por que te tenían bien marcada, por desgracia, aquí sigues — volteó su vista hacia delante evitando ahora la amenazante mirada de su madre, bien sabía que eso la golpearía en su ego, volteó a ver a su padre el cuál le dedicó un guiño y le sonrió. Por que para él ya era normal las peleas entre madre e hija — ¿Te comió la lengua el ratón? — se recostó en el respaldo de el asiento, soltando un suspiró.

Un Juego De AjedrezWhere stories live. Discover now