Tomando un pequeño sorbo del vaso de agua, Nathaniel sintió como su garganta se contraía ante el frío de esta. Se acomoda en su asiento, y el sillón de terciopelo rojo acaricia sus piernas desnudas. Frota con parsimonia su piel con la tela, deleitándose con el sentimiento que le brindaba; era suave, y hace tiempo que algo suave no lo tocaba. Las manos de Castiel eran callosas, pero Nathaniel adoraba ese sentimiento. El fuerte agarre en su cintura mientras el cuerpo del rubio era entregado mediante gemidos y sudor al pelirrojo; esas mismas manos callosas son las que hacen que Nathaniel sienta un éxtasis inexplicable.
Se levantó del sillón dejando el vaso en la pequeña mesa de café y fue a recostarse a su cama fría, vacía y desordenada. Se revolcó intentando que el aroma de su chico se impregne en su cuerpo, pero era totalmente imposible. Hace rato que Castiel se había levantado de la cama.
Nathaniel miró hacia el ventanal que daba al balcón: allí la figura prominente y delgada de él se hizo presente. Su cuerpo estaba demacrado, parecido al de un muerto en vida. Éste se inclina en el barandal del balcón mientras el humo sale de su boca, y no es posible identificar si es por el frío o por algún cigarrillo. No llevaba camiseta alguna, y los músculos de la espalda se contraen cuando él se mueve. Sus piernas tiemblan levemente, y su pie parece no querer quedarse quieto; su cuerpo sube y baja, su respiración es errática y su mano derecha no deja de tocarse el cabello.
Castiel se perdió a sí mismo. Por más que Nathaniel intentase encontrar su camino otra vez, parece que el pelirrojo sólo quería desaparecer. Alcohol, cigarros y drogas eran lo único que podían controlar y matar a Castiel.
Hace tiempo que ellos dejaron de ser pareja. Las adicciones de Castiel son lo que hizo que se separen, pero el deseo los une todas las noches. Esa es la rutina de todos los días: sexo y luego arrepentimientos.
Nathaniel era una persona demasiado corrompible y muy manipulable. No era débil, si no que todo lo contrario; desea que lo arruinen, que lo maten. Que tomen su cuerpo y le digan que no es más que un juguete, que lo marquen en todas partes y luego lo desechen. Amaba el dolor y por eso amaba a Castiel.
Lentamente, se levantó de la cama matrimonial de su departamento y se dirigió hacia el balcón. Con tranquilidad y dulzura mueve la puerta corrediza de vidrio y se acerca como un depredador hacia la figura del chico. Enrolló sus delgados y moreteados brazos en la delgada cintura del otro, comenzando a dar pequeños besos en la espalda. Sintió como el cuerpo ajeno tembló y no pudo evitar sonreír un poco.
Separó sus brazos del cuerpo de Castiel y prosiguió a pararse al lado de él, ambos mirando la gran e iluminada ciudad; juzgando a los pecados de la sociedad como si fuesen dioses, venerando al mismo tiempo a la brillante luna y rogándole que la noche sea eterna. Le arrebató el cigarro de las manos y se lo acercó a la boca, dando una gran calada y expulsando el humo. Sintió como la mirada pesada de Castiel recorría todo su cuerpo.
Sonriendo y sin quitar la mirada del paisaje, permite que el fuego del cilindro queme sus manos, presionándolo con fuerza contra estas.
—Deja de hacer eso. —La voz monótona de Castiel hace acto de presencia, pero no evita que el rubio pare. Agregando sólo un poco más de fuerza, deja que lo poco que quede del cigarrillo marque su piel y luego lo tira al vacío.
—Que tierno te ves preocupándote, cariño. —Castiel chasqueó su lengua ante la burla, y Nathaniel no pudo evitar soltar una pequeña risa. Castiel sonríe un poco, y mete la mano en el bolsillo de su pantalón para sacar dos cigarrillos. Le ofrece uno a Nathaniel, pero éste lo rechaza. —No, gracias. No soy autodestructivo.
—¿Estás seguro de eso? —Le responde Castiel, mientras busca el encendedor. La comisura de sus labios se eleva, con una lentitud burlona. —Si quieres puedo recordarte lo que hicimos hace una hora.
—Lo que pasa en la cama queda en la cama.
Ambos ríen. Los moretones en la piel de Nathaniel son del mismo color que los pulmones de Castiel, y ambos duelen. Sus brazos están rasguñados, sus corazones también.
—El sol está saliendo —Le dice Nathaniel, para luego dejar salir un suspiro. El corazón empezaba a acelerarse y su estómago se revolvía. El alumbrar de la luz era tan cegador que el rubio odiaba que apareciese. Era como un sinónimo de despedida para él. —¿Qué vas a hacer? ¿Vas a quedarte?
—Tengo cosas que hacer.
Secamente, es como Castiel le responde. Porque, cuando el sol aparece, su persona cambia por completo. Y Nathaniel lo odia por eso, mucho más de lo que se permite expresar.
Le costaba respirar; siempre era así. La respuesta todos los días era la misma, pero Nathaniel parecía no poder acostumbrarse a ella. Le dolía tanto no poder superarlo, pero, ¿cómo culparlo? Si al rubio lo que más le gustaba era el dolor.
Con un esfuerzo inhumano responde:
—Está bien.
El sol es sinónimo de un nuevo día. Para ellos, es sinónimo de muerte.
—Adiós, Nathaniel.
Y Nathaniel no pudo evitar llorarle sus penas a la brillante fuente de luz.
Pero no importaba, la verdad. Porque la noche siempre vuelve, y la luna nunca rompe sus promesas.
☾
son las dos de la mañana pero estaba inspirada para escribir algo cortito xd.
todavía no perdono que armin no esté LO EXTRAÑO A ÉL A LYSANDRO Y A KENTIN enojada con el de arriba por sacarme a literalmente mis tres chicos favoritos
personalmente no me gusta ni mierda la universidad y tampoco me gusta en el amor PERO BUENO hay que agradecer que al menos ALEXY sigue ahí si no ya se volvía personal esto ahre
bueno extrañé venir acá y A USTEDES TAMBIÉN OBVIO
Con cariño, haikyuucult ♡
(TRAIGAN A ARMIN DE VUELTA MALDITA SEA)
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HABITS
Short Story𝐂𝐀𝐒𝐓𝐇𝐀𝐍𝐈𝐄𝐋 ┃ La relación de Castiel y Nathaniel no era más que una costumbre. © haikyuucult 2020