Cierro los ojos cada vez que escucho de todo lo que está dependiendo mi vida, no puedo dejar de hacerlo. La necesidad de tener una respuesta clara me tiene con el alma en el cielo, la vista en el alba y la cabeza en profundidades que ni tu ni yo conocemos. Tal vez es parte de crecer y darse cuenta de todo lo que debes pasar para poder caminar sobre la cuerda sin tambalearte.
Primer edificio, tercer piso, salón 305. No tiene mi atención, pero hay algo que sí; la razón o en mi caso la búsqueda de la solución a cada "porqué" que cruza por mi mente.
Justo cuando creía que podía, que lo haría, se desborda.
La última vez que vi desbordar algo con tanta fuerza fue en un verano de 2013 después del casi diluvio que empapó mi viejo hogar, generando el petricor e inundando mis sentimientos. Tras dichas escenas que no paran de dar vueltas, he decidido escribirlo hoy, como el principio de la transmisión de mis desaires, pero sin el flujo de mis tristezas.
No más censura, sí a los sentimientos natos.
Ojalá que las provisiones que están por llegar reparen las causas de guerra antes de que esta comience, que cuando me vaya, no quede nada pendiente.
Que al final del día, o de la vida, todo esté bien.