| Porque te tenía. |
Dan mordió su mejilla interna, suspiró con fuerza y sonrió, decidido a no mortificarse más.
Hacía cerca de medio año que había terminado con quien se suponía que era el amor de su vida, después de todo, Tana y él se conocían desde que eran unos niños, ambos correteaban uno tras otro, desde siempre.
Cuando iban en el kínder, él supo que le gustaba cuando la mordió y ella no lo acusó.
En la primaria, él supo que la quería cuando ella le dio una carta de apertura a los mejores amigos.
Cuando llegaron a la secundaria, ya eran mejores amigos, se daban sonrisas, se daban besos en las mejillas, no salían con nadie más pero tampoco eran algo más. Fue durante una excursión, dos años antes de graduarse, que él se lanzó desnudo a un lago, por perder en un juego de cartas.
Gracias al desgraciado de Karter, su mejor amigo, ella terminó escuchando la declaración irónica que querían que le hiciese, humillado, mojado, con solo una toalla cubriendo su delgado cuerpo, ella chilló, se sonrojó, y se fue.
Una semana después, los besos se movieron de lugar, ya no estaban solo en la mejilla.
Un mes después, ya eran novios.
La universidad trajo para ellos grandes cambios, enormes cambios.
Compartieron departamento, se quisieron, y habían jurado amor loco para ambos.
Para desgracia de ambos, algo cambió de golpe su perspectiva de la vida.
Tana había logrado ingresar en el equipo de básquet femenino.
Sus trenzas africanas brincaban con ella, su ropa amplia pasó a ser más que su vestimenta para sus batallas.
No sabiendo cómo, ni sabiendo por qué, se dieron un tiempo que tomó dos meses.
La morena un día cruzó el pasillo y golpeó su puerta, con la capucha en su cabeza le dijo que lo quería, que lo amaba locamente, pero que no era suficiente, dijo que ambos tenían los tobillos atados, y que el mar los absorbía, y que ella no estaba determinaba a hundirse, así que quería soltarse.
–Está bien. –
Fue todo lo que dijo.
Todo lo que pensó, todo lo que argumentó.
No rasguñó las paredes, no se aferró a ella, no le pidió una explicación más amplia, no luchó, tampoco se soltó, se dejó hundir, cayó en el amargo mar que terminaría por ahogar.
–Tu vida comienza a darme pena. –Su rubia cuñada argumentó, subiéndole el volumen a su anime, ignorando los lamentos silenciosos que chico con cabellos de colores dejaba salir.
–Deberías de ser más susceptible. –Argumentó el dolido, apegando la lata de cerveza vacía a su frente. –Aun la amo. –
–Bah. –Refutó la misma, removiéndose.
Dan pudo ver como Kabuto quedaba clavadito en un Genjutsu; Se preguntó así mismo si él no estaría en uno.
Un golpeteó en su cabeza le hizo volverse.
Karter le sonrió.
–Me duele. –Se quejó.
–Estás viendo a alguien. –Refutó este.
–Me estoy autodestruyendo. –Argumentó, apretando los ojos, su cuerpo delgado se deslizó por el sofá. –Ella ya está saliendo con otro, y es que se ve tan feliz que no puedo ir hacia ella y dejar salir todo lo que quiero. –
–Ah, maldito tuerto de mierda. –Sarah refunfuñó, estampando el puño contra el sofá, Dan le vio los ojos aguados. –Mi bebé. –
– ¿Qué no te has visto eso como tres veces? –inquirió, la estudiante de medicina paró su anime, arrugó su nariz y le espetó.
– ¿Qué tu relación no terminó hace seis? Somos adicto a cosas que nos hacen perder el tiempo. –
–Calla. –Le riñó su novio, tirando de las mejillas de su mejor amigo. –Mira, Daniel, ¿La amas? Es bueno que lo admitas, pero también es bueno que admitas que ya no te ama. –
–Como si fuese tan fácil. –Refutó, golpeteando la lata contra su cabeza. –Ella era como un motorcito. –
–Pues búscate uno que te mueva con más fuerza. –La rubia se estiró, con la nariz roja. –Además. –Se acercó a él, tomándole por las mejillas. – ¿Sabes qué es lo mejor de todo? Cuando suspiras, aspiras, y lo dejas ir. –
–No quiero dejarla air. –
–Pues terminarás por ahogarte en un charco de agua. –Le dio un golpecito en la nariz, para tomar uno de los tantos libros que estaban amontonados en el departamento.
Karter asintió.
–Escríbelo. –Le indicó, palmeándole el hombro. –Escribe todo lo que sientes, todo lo que sentías, todo lo que ella te hacía sentir, y cuando la tenías. –
Dan sonrió, dejando caer la lata del sofá.
–Cuando la tenía. –Asintió, sonriendo de lado.
ESTÁS LEYENDO
Romance de Ceniza.
Random[Antología de romances de ceniza] Las personas dicen que donde fuego hubo cenizas quedan. ¿Qué pasa si un amor siempre fue de cenizas? ¿Está condenado a serlo por siempre?, ¿Podría cambiarse? ¿Podría, siquiera, existir?