La casa en la milpa.

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 Ya la vida en el campo no es igual a como lo era antes; uno se derrengaba pero al menos podía vivir justamente de lo que sembraba, al menos si dios dejaba, uno tenía esa seguridad. Ya no.

Recuerdo cuando en la milpa no podías pegar el ojo sin ver al menos algo verde y derecho, el maíz y el trigo crecían derecho y hasta se podría creer que con el mero decir podías hacerlos crecer, ahora ya ni eso.

Primero llegaron citadinos, cercando las tierras que ocupaban y necesitaban para sembrar lo suyo, luego llegaron los jefes de los citadinos, que si bien mocharon buena parte del lugar, nunca le quitaron nada a nadie. Explotaron la tierra, pero al menos le daban la seguridad de tragar a uno.

Entonces llegaron los Peliches, unos mafiosos. Esos si arrebataron y quitaron, en la mera rezonga que pegaba uno te ponían una 50-50 entre las cejas y te la dejaban ir. Pero fíjate que aquí en la milpa nunca se acercaron, quizás porque había mucho apache, aunque yo nunca vi ningún apache.

Fue con mi papá donde la cosa si se puso horrible; tenía una casa, quizás la más bonita que había en el pueblo, supongo que eso lo sabía porque andaba pregunte y pregunte por el Pocho, que era uno de los que mandaba recados de los Peliches, sabía que la iba a perder. Yo le decía tratando de convencerlo de que se viniera con nosotros, pero el andaba bien terco y necio con que no, y no. Me resigne ya en las últimas:

-Pá, vente con nosotros, al cabo que hay espacio en la casa, te prometo que en la próxima que recojamos el maíz, le ponemos otro cuarto, uno grande a la casa y ahí sólito te estás a gusto conmigo y los nietos.

-No, en esta casa esta todo mi derrengue, todo mi esfuerzo. Además ¿Quién cuidara de tu madre cuando me vaya?

-Nos la llevamos, la cubrimos con el petate y hasta si quieres le damos una sepultura más bonita.

-No, sus deseos eran morirse aquí y los míos son estar al lado de ella en mis últimos momentos.

-Te van a matar, y eso sería en las buenas para ellos, por favor, vente con nosotros.

-Es lo que toca, no podre descansar y menos tu madre si no me ve de su lado cuando sea mi hora, ella me está esperando aquí.

-Al menos dejame tratar con ellos, a lo mejor podemos llegar a un arreglo.

Pero no quería que hiciera tratos con esa gente, decía que su hijo no hace tratos con gente juilona y maldosa.

Al final tuvimos que enterrarlos en la casa de la milpa.

La casa en la milpa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora