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Poco a poco, SungGyu fue despertando y tan pronto entró en conciencia de que estaba despierto, tensó todo su cuerpo. 

Se quedó quieto unos instantes, analizando lo que sentía en su cuerpo; estaba acostado sobre una superficie suave y tenía un cuerpo caliente pegado al suyo. 

Aquel único y dulce aroma que tanto estaba aprendiendo a amar llenó sus fosas nasales y se relajó instantáneamente al reconocerlo como el aroma de WooHyun. 

Por culpa de la pesadilla, había creído que WooHyun había sido un cruel producto de su imaginación. Pero al sentir su calor corporal, al sentir aquellos fuertes brazos rodeándolo y al inhalar su dulce aroma, supo que era real. 

"Solo fue un sueño..." le había dicho WooHyun, pero aquello no había sido solo un sueño, aquello había sido un recuerdo. El recuerdo de lo que había sucedido antes de que lo devolvieran al C.A.E y antes de que WooHyun lo salvara. 

Muy despacio, el joven esclavo abrió los ojos y encontró la cara de su nuevo poseedor muy cerca de la suya. Sentía las respiraciones profundas de WooHyun le daban directo en la cara y sonrió al ver que tenía el cabello alborotado mirando en todas direcciones.

"Es el poseedor más guapo que existe, estoy seguro." pensó SungGyu y se sonrojó al darse cuenta de lo afortunado que era de tener un dueño que era tan bonito por fuera como por dentro. 

Con mucho cuidado, se separó del cuerpo dormido de WooHyun y se levantó de la cama con más facilidad que la última vez; el descanso estaba teniendo buenos resultados y su cuerpo ya dolía mucho menos. 

Y por más que SungGyu hubiera deseado quedarse ahí acurrucado a su poseedor por el resto de su vida, sentía que su vejiga iba a explotar y sabía que tenía permiso de ir al baño, así que aprovechó el privilegio. 

Cuando terminó y se puso de pie en el lavabo, alzó su mirada y se observó en el espejo. Sus ojeras eran mucho menos notables ahora y consideraba que su cara tenía un poco más de color que la última vez que lo había visto. Sus ojos seguían del mismo color pero los notaba más brillantes. 

Pero lo que más sorprendió a SungGyu al verse en el espejo fue la gran sonrisa que parecía estar cocida en sus labios. 

No lo podía evitar, se sentía feliz, se sentía a salvo, se sentía agradecido. 

Teniendo cuidado de no hacer mucho ruido, SungGyu salió del baño y al verificar que su dueño seguía dormido, salió en silencio de la habitación y se dirigió a la cocina. 

Al acercarse, pudo escuchar que alguien se movía dentro de la cocina y una ola de nervios lo invadió. No sabía si alguien más vivía allí además de su dueño, de la Dama y de MiRae. 

Armándose de valor, SungGyu se asomó a la cocina y vio a la Dama preparando comida. El castaño frunció su ceño; ¿por qué lo estaba haciendo ella en lugar de MiRae? 

—Buenos días... SungGyu, ¿cierto? —saludó la madre de WooHyun al ver al joven esclavo de pie en el marco de la puerta. El castaño asintió y ella sonrió—. ¿Tienes hambre? 

SungGyu negó con su cabeza y abrió la boca para hablar, pero los nervios le ganaron y no pudo articular palabra. 

Con una pequeña sonrisa, la madre de WooHyun se acercó al chico y levantó su cara poniendo un dedo bajo su barbilla. 

Al verla, SungGyu notó que los oscuros y grandes ojos de su dueño habían sido heredados de su madre. 

—¿Qué necesitas?— preguntó ella con dulzura y SungGyu tragó grueso. 

❥Libérame | ➳[WooGyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora