1.- Ultimo Día.

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Jimena suspiró y abrió sus ojos. La luz que se filtraba por la ventana le indicó que era bastante tarde.

Genial, pensó. Volvería a llegar retrasada a su trabajo. Esta vez sin darle importancia se levantó y ducho con parsimonia. La iban a despedir, lo sabía tan bien que ni siquiera sabía por qué iba a trabajar.

—Para ver esos dulces traseros —se dijo y sonrió.

Si, una última vez, por última vez se iba a dar el lujo de mirar a sus jefes y sus traseros. No había nada mejor que admirar la belleza en un par de hombres. Gimió. Lástima que nunca logró nada con ninguno, ganas e intentos no le faltaron, pero que más podía hacer.

Luego de ponerse su típico y horrible uniforme, que consistía en una blusa blanca y una falda azul, subió a su auto y partió a su despedida.

—Estás loca —le dijo su vecina. Jimena miró hacia arriba para verla casi encaramada sobre la débil separación de los cubículos.

Le sonrió.

—¿Por qué?

—Llegas tarde, no trabajas y te pones a jugar por internet —sonrió aún más —vas a causar que te despidan.

Ella movió una mano restándole importancia y continúo jugando. Un poco más y pasaría su récord personal.

—Señorita Jimena —dijo una voz ronca y profunda, también muy molesta. Suspiro.

Cuantas noches había imaginado a esa misma voz llamándola con deseo.

Lentamente se giró en su silla y se encontró de frente con Arturo, el jefe del área de finanzas de la empresa. Sonrió descaradamente y el hombre alto y moreno arrugó su frente aún más molesto. Dios, pensó, quería levantarse y tomar con sus manos ese cabello negro, quería tanto ver esos ojos azules perderse mientras ella le proporcionaba placer.

—Señorita Jimena, le estoy hablando —le dijo él con más energía.

—¿Qué? Perdón —parpadeo y miró alrededor, todos los observaban.

—Esto es increíble —le oyó murmurar mientras pasaba su mano por su cabello —sígame, tenemos que hablar seriamente.

Jimena ignoró a sus compañeros y siguió al hombre, más bien a su trasero, sonrió un poco. Quizás si se le ofrecía en la oficina lograría que él la follara como tanto quería, era su única oportunidad, claro, luego de eso se largaría de ahí para no volver nunca, así que, qué más da.

Cuando él doblo por un pasillo y bajo las escaleras arrugó su frente.

—¿Dónde vamos? —le preguntó.

—Creo que sabe muy bien donde —le respondió con un gruñido.

Ella volteo sus ojos. Sabía dónde iban, a la bodega del lugar. Conocía esa parte del edificio solamente porque le gustaba escaparse de vez en cuando para ver a su otro atormentador de sueños, que sorprendentemente era amigo de Arturo.

Cuando llegaron al último piso y caminaron hasta el final del lugar, donde nadie iba, entraron a una oficina enorme para su sorpresa.

—Nunca había visto esto —le dijo mirando alrededor.

—Me lo imagino, Jack ocupa este lugar como oficina —Jimena camino hasta el centro y observó alrededor, luego dejo de hacerlo al ver que Arturo cerraba la puerta y la observaba intensamente, tragó.

—¿Por qué estamos aquí? —preguntó y sintió su boca seca.

—Creo que sabes porque —dijo él acariciándose la barbilla un segundo —pero te daré algunas razones —caminó hasta llegar a la mesa y se apoyó allí —primero, aquí nadie va a escuchar todo lo que tengo que decirle con respecto a tu trabajo —se avergonzó un poco, sabía que no era la mejor contadora del mundo, pero se esforzaba más que nadie, no era su culpa vivir a más de dos horas de distancia de su trabajo.

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