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Brann.
Mi hogar, mi pueblo, mi aldea.
Su lugar, su felicidad.
O eso creía, pero sentía que todo era diferente. El fantasma de sus hermanos lo perseguía y lo obligaba a recordarlos, y extrañarlos. Ella siempre había sido comprensiva y reconfortante, desde la llegada al mundo de Harry, Valkiria sabía que su pequeño era especial, esos brillantes ojos verdes eran como pequeñas ventanas, que mostraban la pureza de su alma,y  Val lo sentía así.

Pero esa luz parecia apagada,y sus hermanos no estaban.

Y los necesitaba, mucho. Quería hablar con ellos sobre sus inventos durante sus pasatiempos, como quería crear un dispositivo para volar, o mostrarle su primer escudó, que el pinto a mano con negro y rojo,y blanco. Necesitaba hablar sobre el pequeño omega valiente y su grupo de amigos, y sobre que no sabía cómo acercarse, con el temor a la humillación presionando su garganta. Sobre su padre, cómo se había hecho cargo de el, arropandolo al lado de la leña cuando el pedía a su madre enferma a llantos. Y sobre todo, hablarle de sus sentimientos, de como resolver esa incomodidad de sentir que no encajaba en ningún lugar, y el sabía porque. Era diferente, se sentía diferente. Pero quería amigos, quería ser el cazador de dragones que su papá quería, quería ser parte.

Los pensamientos de Harry se esfumaron cuando escuchó el gruñido. Gritos, golpes de armas, calor. Todo eso sentía detrás de la puerta. Se acercó con cuidado y trato de abrir un poco la puerta; gran error. Las llamas de un naranja casi rojo, pasaron a los lados de la puerta y de sus brazos, sintiéndose arder por el calor de estás.
Aunque un sentimiento de calidez lo invadió. Ahí estaba.

El era Sigurd el justo, el Rey de todo Brann.


Dicen que cuando era un bebé le arrancó la cabeza a un dragón desde sus hombros.

-Harry, hay dos pesadillas monstruosas.

-Anotado- Menciono, dirigiéndose abajo de su mesa, donde estaba su arco.

-No, no, y no- Lo detuvo su padre, retrocediéndolo 5 pasos -Eres un arquero de primera, tu puntería y velocidad son las mejores que vi. Pero no sabes pelear, quédate cuidando a tu madre, sabes que los gritos de las bestias la asustan.

Y sin darle tiempo a contestar, su padre desapareció por la puerta. Lo quiso seguir, hasta que escucho la vuelta de llave en su puerta, lo cual tampoco le impidió seguir avanzando. Si no fuera por el tremendo golpe que había escuchado pegado a su puerta.

Si, su padre no solo le había puesto su llave a la puerta, también había dejado algo -seguramente fuerte y pesado- contra esta.

Harry no era el mejor luchador, pero sus técnicas de años de estudio se presentaban todos los días en su cabeza. Sus pensamientos no paraban, era calculador y sigiloso.

Y no tuvo la mejor idea de tirarse de su ventana, no sin antes arropar a su madre, dejarle un vaso de agua y un beso en su frente. Sabia que los gritos de las personas luchando le recordaban a una noche, a esa noche.

Cayo sobre una de las ovejas de su padre. Precioso, hermoso, murmuro sarcásticamente. Porque claramente, el cremallerus que volteo su cabeza hacia el, lo había hecho por el sonido emitido de la oveja, quejándose y mirando mal a Harry por haberla aplastado, o eso había pensado el.

Y corrió, muchísimo, tiro un par de flechas desde lejos, no quería que lo vean solo quería ayudar.

A pesar de ser el mejor en el arco, su padre temblaba ante la idea de el peleando, por eso, desde que camina, sostiene su cargamento de flechas en la espalda y el arco en el brazo. Siempre lo presionaron para que sea excelente, un soldado, un guerrero. Creado para sobrevivir, estar atento a cada mínimo movimiento a su alrededor, su cuerpo reaccionaba por si solo ante todo. Cuando peleaba, se sentía flotar. Su alma salía de su cuerpo y luchaba; Era rápido, fuerte, tenaz. Pero era bueno, justo. Como un tiro de agua que salía a toda velocidad, y cortaba a los demás con su fuerza.

Y a lo lejos lo vio.

El pequeño Omega. Sus ojos azules parecían brillar en la oscuridad, y su piel brillar a las brasas del fuego. Se veía tan confiado, como si supiera que paso dar en todo momento.

Tan lejos estaba, y siempre iba a estar. Recuerda la primera vez que lo vio, se había caído y raspado la rodilla, Harry corrió cuando vio la sangre en su pieza. Pero el Omega ya se había levantado del piso por si solo, como si nada. Se lavo la herida solo, y paso una venda de lana por esta.

En ese momento, Louis era mas alto que el, el rizado tenia 6 y otro 9. Habían pasado 10 largos años de eso, parecía que fue ayer cuando vio al mas grande escapar de el y mirarlo de reojo mientras reía con sus amigos. Se reían de mí, pensó.

Vio a los adolescentes tirar baldes de agua a un incendio en una casa, caminando hacia adelante, cuando el fuego se levanto, mostrándolos gloriosos, inalcanzables, como si fueran dioses.

Caminaban hacia la torre en la que el estaba, así que bajo su cabeza y se escondió.

Hasta que vio unas alas negras pasar sobre el a toda velocidad, escapando, cayendo en la Isla de al lado. Escucho a los adolescentes preguntándose que había sido eso, que era eso.

Asomo un poco la cabeza cuando el ruido acabo. No esperaba encontrarse a cierto chico de piel dorada delante de el, observándolo, siendo letal. Lo que significo que la pelea había terminado, por los murmullos de cansancio y las criaturas volando por el cielo.

-Buena puntería, principe- Y murió. Le falto el aire, sus pies se elevaron al cielo, porque de alguna extraña manera, llamo la atención del omega, el pequeño lo había visto desde lejos pelear, tirando flechas, ayudándolo y cuidándolo de lejos.

Esa noche durmió como nunca, soñó con calor anaranjado. Y ojos azules.

No lo admitiría.

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⏰ Última actualización: May 10, 2021 ⏰

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Noches en Berk -L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora