Primer encuentro

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Se deslizaba en coordinación con distinta elegancia sobre aquella pista de hielo; su fiel y amada compañera, esa que no cambiaría por nada en el mundo. Sus rizos se movían a cada delicado trasiego que realizaba, a veces acertado, otras veces torpe, pero no por ello minimizaba su arte. Porque Brian May simplemente era la imperfecta perfección humanizada.

—¡Estás cometiendo errores, Brian! ¡Hazlo de nuevo!

Un regaño por parte de su entrenador lo sobresaltó obligándolo a repetir desde el comienzo la rutina. May suspiró con agobio, era la quinta vez en el día que Paul lo hacía regresar al principio de su coreografía, lo que le generó un poco de fastidio, ya que, según sus agotadas cavilaciones, los errores no eran tan exagerados. En cambio para Prenter, sí. Y muy evidentes.

—Paul, no más.

—Es por tu bien, Harold —le animó—. Vamos desde el comienzo, tal vez de ese modo escarmientas y ya no te desconcentras.

— ¡No estoy desconcentrado! —renegó, arrastrando en su voz un pequeño tono de frustración—. Estoy cansado y hambriento.

—El cansancio y el hambre es mental. Ya te lo había dicho, ¿no?

Indignación. Esa era la palabra que describía la marejada de sensaciones que Brian estaba experimentando en silencio, formando con ellas un alto grado de impotencia.

—Mis ganas de mandarte a la mierda son mentales —musitó entre dientes, mostrando por medio de su obstinado susurro, la molestia completamente instalada en su interior.

— ¿Dijiste algo?

—Dije que lo haré desde el comienzo —respondió de mala gana, intentando de todas las maneras posibles esconder su mala actitud.

—Entonces, ¡vamos!

Y empezó con sus firmes desplazamientos sobre aquel helado concreto, mientras que sus líneas iban en ascenso en cuanto a la disciplina artística. Su baile era impecable al igual que sus metódicos deslices, mismos que se acompasaban con el frágil sonido del violín que salía de las bocinas de un casi inhóspito Ice Hearthstone.

Repitió la rutina una y otra vez esa tarde, terminando agotado casi a las ocho de la noche.

❄️

Las puertas del gimnasio estaban cerrando; sin embargo, una de las encargadas del sitio sabía de antemano lo estricto que solía ser Paul con su pupilo, por ello, les permitía quedarse un par de horas más después del horario establecido para cerrar.

Con el cansancio latiendo por cada músculo de su cuerpo, Brian se dedicó a guardar todos los implementos que utilizaba para sus largas jornadas de entrenamiento. Intentó hacerlo de un modo veloz, ya que la fatiga comenzó a gritarle mediante dolorosos espasmos cuán necesaria era una cama.

—¿No crees que se excede un poco contigo? —La inesperada voz de una mujer lo asustó por unos momentos; no obstante, sus sentidos lograron ubicarse con brevedad, llevándolo a reconocer la emisora de tal pregunta. Era Veronica Tetzlaff, su mejor amiga.

—Estricto, eso es todo —mencionó con pereza.

—Brian, todo en exceso es malo.

—Lo sé, Vero, pero él solo quiere lo mejor para mí. Paul quiere que triunfe.

La mencionada tomó asiento en una de las bancas vacías, y con su mano derecha invitó a su amigo a imitarla. Este, por su lado, obedeció a su amable llamado sentándose también y suspirando ante el efímero descanso de sus pies.

—Brian, sé que tú amas el patinaje...

—Tú no entiendes, me gusta que me presione, eso me hará un mejor patinador.

𝑺𝒐𝒃𝒓𝒆 𝒉𝒊𝒆𝒍𝒐❄️|𝑴𝒂𝒚𝒍𝒐𝒓| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora