Prologo

31 3 1
                                    

Uno, dos...

El escucha la voz de aquel niño, algo opacado por las risas de los otros niños que, ajenos a su presencia, jugaban a las escondidas en el bosque al cual tenía estrictamente prohibido por sus padres, pues era peligroso. Eso poco o nada les importaba en esos momentos, el bosque era más divertido que aquella excusa de parque que estaba justo al lado, donde los juegos oxidados y rotos representaban una amenaza igual o peor.

Tres, cuatro...

Las voces se estaban volviendo en susurros incomprensibles a sus oídos y las risas se fueron apagando poco a poco en lo que encontraban sus escondites detrás de algún frondoso árbol, arbusto, esperando no ser encontrados por el niño que se va quedando solo. Una pequeña risa sale incontrolable de su boca, confundiéndose con los demás.

Cinco, Seis...

El silencio se hace más palpable, siendo sólo la naturaleza y alguna ramita que ha sido pisada los únicos que perturban el ambiente del bosque y, por supuesto, el niño que está contando, impaciente para terminar con ese conteo para empezar la búsqueda de sus amigos. Ignorante de que alguien se está acercando a él.

Siete, ocho...

Pronto acabará, piensa mientras su mente se pone alerta, atento ahora a los sonidos que lo rodeaban lo mejor que podía. No podía perder algún detalle y quedar en ridículo de nueva cuenta porque no lograba encontrar a nadie. Quería ser hábil y no llorar como un bebé ante las burlas. Lástima que si era torpe para no escuchar como alguien estaba a sólo unos pasos de distancia de él.

Nueve, diez...

La adrenalina invade cada célula de su cuerpo y su mente se nubla. Las preocupaciones se desvanecen conforme el niño ha dejado de apoyarse en el árbol y se abalanzar contra el pobre niño que aún no lograba comprender que estaba pasando, para golpearlo en la cabeza con su arma improvisada bastante letal en sus manos.

El pobre chico que había golpeado no le había dado ni siquiera una oportunidad de gritar, de alguna manera avisar que estaba mal, que necesitaba ayuda. No pudo hacer nada, más que quedarse tendido en el suelo, aturdido por la gran cantidad de sangre que le cagaban casi por completo. Algo parecido al remordimiento se apareció ante él, por lo que se arrodillo cerca de él y alzando aquella piedra con rastros de sanguinolentos, volvió a golpear al desdichado. Una vez, otra y otra vez, hasta que el duro cráneo cedió ante su fuerza y una masa de color rosa apareció de repente, como un truco de magia barato. Eso le fascino.

Estaba muerto y así como se había acercado para arrebatarle la vida, se retiró con total calma. Ya había terminado su cometido, no hacía falta más ceremonias. Sólo conservaría la piedra, ya le había cogido cariño a pesar del poco tiempo que había convivido juntos. La calidad de la importancia es más valiosa que el tiempo.

Salió tranquilo del bosque y otra risa salió de forma involuntariamente cuando los gritos de los niños comenzaron a sonar.

Continuara.

Hola, bienvenido a otra historia que nadie ha pedido o siquiera pensando que lo necesitaban. Soy yo de nuevo para aburrirles de nuevo con otra historia de terror. Tengo que confesar que ya tenía tiempo que lo había escrito, de hecho, ya tiene dos capítulos escritos así que la espera no será demasiada.

Espero que la introducción haya sido de su agrado. Nos vemos. Se despide, Tobías Chase

No juegues en el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora