Block de la felicidad

Parte única

Sam estacionó su auto frente a la rústica casa de su tío abuelo Robert. Habían pasado alrededor de cuarenta minutos desde que había recibido un mensaje de su tía Lily diciendo que la enfermera de Robert no podría quedarse esta noche, y que ella debía ir a hacer su turno nocturno en media hora. El joven apenas y sí había llegado a su casa luego de un largo día en la universidad y el trabajo, pero no tardó en tomar sus cosas lo más rápido que pudo y se dirigió hacia allí. Bajó del auto, observando cómo el patio estaba repleto de hojas secas. Las máquinas de carpintería de su tío habían sido abandonadas a su suerte en algún rincón, oxidándose lentamente y sus trabajos sin completar estaban regados por allí también. Una verdadera lástima. Tocó la puerta, encontrándose segundos después con su tía.

-Qué bueno que llegaste, Sam -la mujer lo recibió con un abrazo.

-Hola, tía Lily. Lamento mucho la demora. Sé que ya deberías estar en el trabajo -se disculpó el recién llegado y correspondió el abrazo.

-No te preocupes, mi niño. En serio agradezco que hayas podido venir. He contactado a casi la familia completa pero al parecer todos estaban ocupados - como era de esperarse, pensó el joven.

-Pero luego quieren sacar lo que más puedan del tío Rob -Sam rió sarcásticamente. Estaba harto de las peleas de su familia sobre quién se quedaría con qué. Sobre quién merecía qué. Su tía le dio una mirada apenada.

-Todos tienen sus familias ya, Sammy. Al contrario de Rob, que está sólo ahora -el castaño negó con la cabeza. Que el tío Rob no tuviera esposa e hijos no significaba que no tuviera una familia.

-No los justifica de igual forma. ¿Cómo está él? -ambos miraron hacia la puerta que daba al interior del cuarto del hombre. Estaba en silencio, durmiendo o perdido en sus más antiguos recuerdos.

Robert James, más conocido como Rob, había sido en el pasado un talentoso carpintero. Sus trabajos hechos a mano eran hermosos, con diseños que él mismo hacía. De pequeño, a Sam le encantaba visitar su taller y ver la creación de esas hermosas piezas. Eran de sus recuerdos más preciados.

A los sesenta y cinco años, Robert fue diagnosticado con Alzheimer, enfermedad heredada de su madre. Hoy, dos años después, la enfermedad lo había postrado en una cama. Si no tenía ataques de ira volvía a su adolescencia, nombrando miembros de su pasado hasta el cansancio. El menor intentaba tener siempre en mente que en lo más profundo de sus ojos perdidos, había una persona alegre, trabajadora y bromista. Pero eso desaparecía cada vez más. Sus momentos de lucidez eran casi inexistentes. Su enfermedad avanzaba a pasos agigantados y los James parecían haberlo hecho a un lado, siendo los únicos que lo socorrían su tía Lily y Sam.

-Oh, mi pobre primo. Últimamente ha estado demasiado violento. La enfermera no puede controlarlo, así que tiene que poner ataduras en la cama hasta que vuelve un poco en sí. Por suerte, se ha calmado bastante. Hay que intentar mantenerlo así -Sam sabía lo mucho que le dolía a su tía que hubieran tenido que llegar a tales extremos, porque el Alzheimer era tan doloroso para quien lo sufría como para las personas a su alrededor-. Últimamente no para de nombrar a Jaden, su mejor amigo de la adolescencia -mencionó la mujer.

-¿Y podemos contactar con él para que venga? Quizá verlo lo haga feliz -propuso con algo de entusiasmo el joven.

-Él murió hace años, Sammy.

-Oh... Bueno, no te preocupes por él. Voy a cuidarlo bien. Ve tranquila a trabajar -la mujer le sonrió y con un nuevo abrazo, se despidió para poder irse.

El castaño entró con sigilo a la habitación. El anciano tenía los ojos cerrados y su respiración era pacífica. Pero la habitación estaba helada. Se acercó hasta el calefactor para encenderlo. Éste parecía demasiado antiguo, pues hizo bastante ruido antes de funcionar.