Dame tu teléfono

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A este paso de mi vida me encontraba muy deprimido… no, no lo sé del todo. Quiero decir, me encuentro en un punto donde ya no quiero seguir avanzando. ¿Alguien podría entenderlo?

Desde que comencé mis estudios universitarios mis días se basan en estudiar y trabajar, por supuesto el primer semestre fue cuando dejé todo, iba de fiesta en fiesta mientras podía, pero pronto el dinero se fue de mis manos y luego perdí una beca importante que me cubría más del ochenta por ciento de mis mensualidades. Estaba al borde de mi perdición.

Hoy para variar regresaba tarde, con mi grupo asignado nos quedamos hasta altas horas en la biblioteca de la universidad para acabar un proyecto y la presentación. La peor parte era que no podíamos repartirnos las diapositivas como lo hacíamos con anterioridad, para esta oportunidad el maestro nos iba a asignar minutos al azar. Era frustrante.
Por lo menos era jueves.

Eso pensé.

Pero a medida que entraba a las calles más solitarias, cerca de los departamentos, escuché unas risas y luego unos pasos. Estaba más que seguro que era un grupo de delincuentes. Retomé mi camino con más prisa hasta que no lograba distinguir si caminaba o trotaba.

— ¿Qué piensas tú, Victor? —oh, uno de ellos tenía incluso mi nombre. Miré con cuidado de lado y bajé la música desde el bolsillo donde guardaba mi teléfono celular.

— No siempre es un buen día, pero puede mejorar… —murmuró, su voz era más aguda. Tuve escalofríos de igual forma, así que miré mi camino hacia delante y decidí atravesar la calle con audacia.

Luego los perdí, los vi yéndose entre risas y charlas con cigarrillos en las manos y sus bocas.

Suspiré y una vez que di la vuelta, me encontré con una silueta bajo la luz de un faro. Era un chico con un cigarrillo en la boca y las manos en los bolsillos de su chaqueta, tenía puesto la gorra de una sudadera bajo su atuendo. Miré a los lados y no percibí a nadie más salvo los autos que atravesaban constantemente.
Maldije, no podría cruzar la calle esta vez.

Detuve por completo la música y tomé las llaves para defenderme de ser necesario.

Lo primero que pensé al avanzar fue lo estúpido que fui al rechazar la oferta de Craig de llevarme a casa. Me golpearía contra el poste de luz de ser necesario si llego a perder mis cosas.

— Bonita noche —le escuché al pasar frente de él. Un escalofrió me recorrió el cuerpo de solo imaginar su sonrisa burlona. Pero decidí ignorarlo y murmurar una letra al azar para seguir mi camino lo más discreto posible—. Tienes agallas.

Continúe mi camino con él tras de mí. Debía salir ileso de esto o no podría volver a llamarme Victor Fuentes nunca más de ahora en adelante.

— Alto —su cuerpo se atravesó frente a mí cortando mi paso. Me detuve del susto, no logré sentir sus pasos al pasarme—. Dame tu teléfono, no querrás salir mal de esta —tenía una especie de navaja en la mano.

— Tranquilo —susurré, necesitaba tener el control de la situación. A esa hora y en ese lugar nadie podría auxiliarme—. No es necesario que hagas es…

— Dámelo, no lo repetiré tres veces —era muy demandante. Bajo la capucha no entendía el por qué habían unos ojos tan claros. Era muy guapo y eso me desconcentraba de la situación.

Mierda. Me maldije por haber pensado eso sobre mi asaltante.

Pero, su cabello le caía bastante bien y era tan oscuro como su ropa, una pequeña pero tierna nariz me dejó impresionado.

— Ten —le tendí mi teléfono celular. No podía dejar que esto se fuera de las manos—. No es necesario que uses eso. —le dije señalando su arma blanca. Sonrió con sarcasmo.

Dame Tu Teléfono || Kellic ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora