La escuela era grande, cuanto más la veía más grande le parecía. Estaba parada allí en el patio, sola, mirando cada pequeño detalle de la estructura. Su madre estaba dentro, preparando los detalles de su matrícula. Había muchas personas allí, pero Rachel se sentía mejor lejos de la gente, por eso se había quedado en el patio.
Recordó su último día de clases, cuando sus compañeras la encerraron en el baño y le gritaron que era fea y era mejor que no estuviera a la vista. Las lágrimas salieron, pero se dijo a si misma que todo había acabado, que este año sería diferente, al fin y al cabo era una nueva escuela y con un poco de suerte ya no volvería a ver a esa personas.
Los siguientes días pasaron rápido y llego el día empezar las clases. Rachel se puso su uniforme, y se miró al espejo. Como siempre no vio nada bueno. Sentía que no tenía nada de especial. Estaba más delgada que hace un año y su piel estaba más pálida. En realidad no era fea, pero se había acostumbrado a las burlas de sus compañeros, las había creído y al final se había convertido en algo que no era.
Estaba nuevamente en el patio, esta vez había muchas personas a su alrededor. Hecho un vistazo y palideció. Algunos de sus antiguos compañeros estaban allí. Cuando se dieron cuenta de su presencia todos empezaron a reír y nuevamente comenzaron las burlas. Rachel se encogió aún más, quería desaparecer. Sonó la campana y todos se dirigieron a sus clases.
Le costó un poco de trabajo encontrar el aula 3, estaba en la parte izquierda del segundo piso. Cuando entro se dio cuenta de que todos ya estaba en sus lugares, el profesor la invito a pasar y tomar asiento. El único puesto que quedaba vacío estaba del otro lado del salón. Sentía que todos la miraban, así que tapaba lo más que podía su rostro con el cabello. El profesor empezó a explicar de qué iba el curso y todo lo referente a las reglas de la escuela.
Nuevamente sonó la campana y todos se dirigían a la cafetería. Como siempre hacia, Rachel espero que todos se fueran. Todos los chicos estaban en los pasillos, pero ella no podía ver a nadie, tenía la mirada fija en el suelo, aun así, tropezó, callo casi por completo. Se había dañado la muñeca derecha al intentar amortiguar el golpe. Todos comenzaron a reír. Ella seguía en el suelo, sintió de pronto una mano que la ayudaban a levantarse. Todos callaron y se dio cuenta que era el profesor de matemáticas.
—¿Estas bien? —al ver que se sujetaba la muñeca le dijo —Ve a la enfermería quizás no sea nada pero será mejor que te pongan un poco de hielo.
Rachel asintió con la cabeza y siguió con la mirada en el piso. Esta vez presto atención para no volver a caer, sabía que no había sido por torpeza, alguien la había empujado.
La campana sonó nuevamente, pero esta vez para indicar que las clases habían acabado. Todos se pararon y se fueron rápidamente. Menos Rachel, ella siguió sentada, sosteniendo su lápiz. Estuvo así casi media hora. Para cuando salió no había nadie en los pasillos, solo el personal de limpieza, nadie que pudiera molestarla.
Llego a su casa y encontró a su padre de mal humor. Prácticamente le grito que "cómo había ido su primer día", no respondió. Salió corriendo en dirección a su habitación y allí se quedó, no tenía intención de salir de allí nunca más.
Se dejó caer en la cama, comenzó a llorar. No entendía porque a ella. Porque la habían hecho sentirse tan miserable, porque no podía tener amigos que la defendieran. Estuvo así un buen rato hasta que se quedó dormida.
—.Rachel
Alguien la llamaba. Pensó por un momento que era su mamá.
—Rachel. Rachel
Abrió los ojos, no sonaba como la voz de su madre. Más bien era como la voz de una niña.
—Rachel.
La voz parecía casi un susurro. Parecía venir de la misma habitación pero allí sola estaba ella. Miro por todas partes y no vio nada. Comenzaba a asustarse.
—¡Rachel!
Esta vez fue más fuerte, miro nuevamente a su alrededor, estaba a punto de salir corriendo y buscar a su mamá. Sintió algo alrededor de su mano, se giró y le pareció ver una niña junto a ella. Se paralizo. Quería salir corriendo pero no podía, tenía tanto medio que no sabía qué hacer.
—No tengas miedo, no te hare nada, estoy aquí para ayudarte.
Su vos era dulce, casi angelical. Rachel se tranquilizó un poco y comenzó a verla mejor. No era una niña, parecía tener casi su misma edad, tenía el cabello rojo, casi naranja y llevaba un vestido gris. Le parecía un poco familiar.
—¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí?
—No te preocupes, ya te dije que estoy aquí para ayudar. —Tomó su mano. —Deja de temblar Rachel, todo estará bien.
—¿Quién eres?
—Mi nombre es Sara, y estoy aquí para ayudarte.
—¿Ayudarme? —Rachel estaba cada vez más confundida
—Sí. No es normal que una chica de 16 años este sola. Estoy aquí para ser tu amiga.
—Pero —dudo un poco antes de seguir hablando —... tú como sabes. ¿Cómo me conoces?
—Yo sé todo de ti Rachel —paso la mano por su mejilla —y no me gusta lo que te han hecho esos tontos. Yo te ayudare a que no tengas miedo nunca más.
Rachel despertó. Ya era de día, se preguntó si lo que había pasado había sido solo un sueño. Recordó lo que había pasado el día anterior en la escuela y volvió a sentirse mal. Fue al baño a lavarse la cara, sabía que fuese como fuese su padre la obligaría a ir a la escuela. Se quedó mirando un rato su reflejo, justo detrás de ella estaba Sara. No había sido un sueño, ahí estaba.
—Hola —Sara mostro una pequeña sonrisa.
—Pensé que había sido un sueño —Rachel comenzó a temblar.
—Te dije que sería tu amiga. No pienso dejarte sola. No hoy.
—¿Qué tiene de especial el día de hoy?
Sara sonrió aún más.
—Ya lo verás, pero primero tienes que cambiar esa cara. Debemos arreglarte un poco, para que vean esos tontos lo hermosa que eres.
—¿Yo, hermosa? ¿Cómo harás eso? No creo que pueda ser posible.
—Primero arregla un poco tu cabello y quítalo de la cara. —Al ver que Rachel vacilo, se acercó y le dijo casi en un susurro. —Sé que te escondes detrás de él, pero ya no tendrás que hacerlo más.
Cuando Rachel salió del baño parecía otra persona, su pelo estaba arreglado y sus mejillas ahora tenían algo de color. Bajo a desayunar y sus padres apenas la reconocieron. Había pasado el último año que parecía un alma en pena. Ahora parecía una adolescente normal. Su padre le dijo que estaba hermosa, eran las primeras palabras amables que había escuchado de él en mucho tiempo. Su madre no dijo nada pero su sonrisa era más que suficiente.
Estaba nuevamente en el patio. Pensó en bajar la cabeza, pero a lo lejos vio a Sara, llevaba un uniforme como ella. Se sintió segura, y camino con confianza. Todos se le quedaron mirando, pero nadie se reía ni hacia ninguna broma. Para cuando sonó la campana ya se encontraba en el aula. Entraron todos y luego el profesor de matemáticas.
Escucho la voz de Sara como un susurro —Estoy aquí, no te dejare sola.
La hora del receso llego. Aunque tenía un poco más de confianza no se atrevió a salir. Sara apareció delante de ella, sonrió y dijo:
—¿Ves? No era tan difícil.
Rachel se sintió bien. Por primera vez no estaba sola. No le importaba que solo ella pudiera ver a Sara.
Todos los chicos entraron murmurando al aula, pero Rachel no se dio cuenta, estaba inmersa en su felicidad. A la hora de salida, tenía muchas ganas de ir al baño, por lo que salió rápidamente. Era un baño bastante grande, y la verdad daba un poco de miedo, casi todas las chicas iban acompañadas. Cuando abrió la puerta un grupo de chicas la esperaban.
—Te crees que porque cambies de apariencia te dejaremos en paz. Sigues siendo fea, eso no se arregla ni con todo el maquillaje del mundo.
Todas empezaron a reír. Rachel bajo la cabeza, siguieron riendo, molestándola, diciendo un montón de cosas horribles. Alguien la empujo y termino en el piso. Comenzaron a golpearla y a escupirla. Rachel alzo la mirada, vio a Sara y su cara de decepción.
—Levántate, si dejas que lo sigan haciendo esto nunca terminara.
Algo cambio de repente en su mirada. Tomo los pies de una de las chicas y la hizo caer, la mordió tan fuerte que le saco un poco de sangre. Aprovechando la confusión de las otras se levantó rápidamente y empujo a la que tenía más cerca.
—¡Déjenme en paz! —grito como nunca antes lo había hecho, vio a Sara sonreír de nuevo.
De repente algo dentro de ella se encendió. Le dio un punta pie a la chica que acaba de tirar al suelo y mientras las demás se quedaban atónitas, salió corriendo. Nunca se había sentido así, estaba llena de adrenalina. Se había defendido, era diferente a todo lo que había hecho antes.
Mientras corría, se fijó que a su lado iba a Sara, así que se detuvo por un momento.
—Lo has hecho bien. A partir de ahora las cosas cambiaran Rachel, solo debes prometer que harás todo lo que te diga —Volvió a pasar su mano por la mejilla de Rachel.
—¡Lo hare!
Al otro día en la escuela todos se habían enterado de lo que había ocurrido en el baño. Todos la miraba perplejos y sin poder creerlo. Rachel tenía una mirada distinta. Se sentía segura de si misma y como le había prometido a Sara, no se detendría a pensar las cosas, iba a hacer lo que siempre deseó sin importar nada, y si a los demás no les gustaba pues era su problema, ahora sabía que podía defenderse.
Estaba metida en sus pensamientos cuando fue llamada por el profesor de matemática. Sabía que estaba en problemas. Caminaron juntos a su despacho.
—Sabes que te has metido en muchos problemas verdad, Rachel. Sé que esas chicas te molestaba constantemente pero no era la forma de responder.
Ya ni siquiera le importaba lo que el profesor pensara. Su mirada ya no era la de una chica tímida y miedosa. Miro al fondo y allí estaba Sara, con su sonrisa de siempre, esperando el momento para hacer su próximo movimiento.
Se acercó a Rachel y le dijo al oído —¡Hazlo! Sabes que este hombre te atrae y estas a solas con el —, terminando de decir eso se colocó frente a ella, volvió a sonreír y desapareció.
El profesor seguía hablando y ella lo interrumpió con una seguridad que nunca había mostrado.
—Y hasta cuando creías que seria una niña buena, que seguiría aguantando lo que esas bestias me...
—No hables asi —la interrumpió el profesor —, siguen siendo tus compañeras, por muy mal que se llevaran.
Rachel se paró y no lo dejo terminar. Sus ojos se posaron justo en los del y con un gran impulso se apoyó en la mesa en una pose muy provocadora. El profesor se quedó sin habla, no podía creer lo que estaba pasando. Ella se adelantó y lo beso, el se apartó rápidamente, sabía que estaba mal.
—Vamos profe, sé que me deseas —lo miro por un momento —¿Acaso no soy tan linda como las otras chicas?
Diciendo esto comenzó a quitarse la camisa, otra vez se acercó a él y le acaricio la entrepierna. Esta vez él no opuso resistencia. Volvió a besarlo y justo cuando iba a quitar los pantalones alguien toco la puerta. Se incorporaron rápidamente. Era la otra profesora de matemática para aclarar las cosas respecto al próximo examen. Él miro a Rachel, esperando su próxima reacción.
—Espero que no se repita otra vez esta situación. Por favor cierra la puerta cuando te marches —Nunca había estado tan nervioso, realmente no estaba muy claro de lo que acababa de pasar.
Rachel salió d allí con una gran sonrisa, esa sonrisa de quien ha hecho algo muy malo pero aun así lo disfruto. Sara había vuelto a aparecer.
—Te lo dije —le coloco el pelo detrás de la oreja y le dio un beso en la mejilla —, esta escuela es nuestra ahora, podemos hacer lo que queramos.
—Sí —rio a carcajadas —, tenías razón ¿Por qué no apareciste antes mi querida Sara?
A medida que se alejaba comenzó a fijarse en el rostro de Sara. No se había fijado bien, pero aquella niña era ella. Más segura, más hermosa. Tardo un tiempo en darse cuenta, Sara la incitaba hacer cosas que antes no hacía por temor, llevaba el pelo como siempre le había gustado. Era obvio y no se había dado cuenta, sino hasta ahora. En ese mismo momento Sara volvió a sonreír.
—Que bueno que lo descubriste, entonces ya puedo marcharme. Dejo todo en tus manos ahora. Confió en que lo harás bien. —Se acercó y la beso en los labios, volvió a reír y luego desapareció.