"El chico raro"

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Mi nombre es Belial, pero todos mis amigos me llaman Beli. Desde siempre he sido una chica bastante ordenada, nunca me han gustado los imprevistos, de hecho tenía mi vida planificada minuto a minuto, sin huecos libres en la agenda, y el poco tiempo libre que me quedaba lo aprovechaba para dormir. Realmente no tenía mucho que hacer, pero siempre procuraba mantenerme ocupada.

Es mi segundo año de universidad, las cosas han cambiado bastante este año, gente nueva en clase, amigas nuevas también y algún que otro profesor sustituto. No tengo muchas amigas la verdad, soy una persona bastante selectiva.

Era lunes, posiblemente el peor día de la semana, me desperté temprano y al abrir las persianas vi que la lluvia había tirado el árbol que tenía mi vecina en el porche. Su gato Caleb estaba en el tejado de la casa sentado. Caleb era un gato precioso, tenía el pelo negro azabache y los ojos tan verdes que parecían dos esmeraldas.

Cogí mi bolsito negro y metí mi carpeta y el portátil, me miré al espejo y me arreglé el pelo. Me gusta bastante mi melena morena, cuando tengo tiempo me hago ondas, pero normalmente lo llevo liso. Puse algo de rímel en las pestañas para resaltar mis ojos azules y me vestí a toda prisa. Revisé mi agenda. Esa tarde había quedado para merendar con mi padre en un bar cerca de mi casa. Mis padres se separaron el año pasado porque mi madre empezó a salir con Samu, que actualmente es su pareja.

Samu tenía un hijo dos años mayor que yo que se llama Levy y es ese tipo de persona que es bastante popular entre las chicas y se lo tiene bastante creído.

Samu y Levy no viven con mi madre y conmigo por ahora (y digo por ahora porque en varias ocasiones Samu le ha soltado a mi madre indirectas para que nos mudemos a su casa)

Me recogí el pelo y salí por la puerta. Al cruzar la esquina me encontré con Dunia, una de mis mejores amigas.

-Buenos días Beli, ¿qué tienes a primera hora?

-Hola Dunia, creo que contabilidad general, ¿Y tú?

-Ni idea, los lunes no soy persona jajaj- rió

Seguimos caminando hasta llegar a la puerta de la facultad, Dunia y yo estudiábamos administración de empresas, pero no íbamos a la misma clase porque ella quiso coger el grupo A junto con Noel (su novio). Yo en cambio cogí el grupo C que tenía mejores horarios.

Una vez dentro vimos a Aina, mi otra mejor amiga. Las tres éramos inseparables.

-Llego tarde a políticas del empleo chicas. ¡Luego os veo!- Lanzó varios besos al aire mientras corría hacia su aula. Aina estaba en tercer curso y tenía unos horarios rarísimos, por eso la veíamos poco.

Me despedí de Dunia y me fui a clase. La mañana fue bastante tranquila. Cuando sonó el timbre recogí mis cosas y salí de clase. Paré a sacar algo de la máquina expendedora cuando alguien empezó a hablar detrás de mí.

-Ese bollo que vas a comprar tiene unas 600 calorías, además de todas las grasas malas que tiene, ¿No es mejor que pidas algo más sano para comer? Mira ese sándwich mixto con lechuga.

Me quedé un poco parada, no reconocí su voz. Me giré, y seguía sin reconocerle. ¡Vaya cara tiene!, ¿Quién se cree este tipo para decirme lo que tengo que comprarme para almorzar?

-¿Perdona te conozco?-pregunté con un tono algo grosero.

-Ahora sí, encantado soy Yaco, he venido a salvarte de una sobredosis de azúcar.

El chico era alto, tenía el pelo castaño y los ojos color miel, llevaba una sudadera negra y unos vaqueros rasgados combinados con unas vans negras y blancas.

Ni le respondí, me giré y por un momento dudé en cambiar el bollo por un sándwich, pero terminé optando por mi primera opción. Recogí mi comida y me dispuse a sentarme en un banquito con mesa individual que había alado de la máquina.

No había nadie más en la sala, solo aquel chico y yo. Me levanté con el monedero en la mano para sacar una bebida y cuando volví a mi mesa aquel chico se había tomado la confianza de sentarse en la mesa en la que estaban mis cosas puestas.

-A ver, Yaco, ¿Verdad?, podrías preguntar primero antes de sentarte en mi sitio, ¿No?

-Solo quería comprobar que no morías por una subida de azúcar.

-¿No será que estás celoso porque era el último bollo de la máquina?

-Puede ser, pero eso nunca lo sabremos porque, como bien has dicho, ese era el último.

Este chico me ponía nerviosa pero tenía algo que me gustaba. De todas formas no era el tipo de chico con el que yo saldría, es demasiado chulito.

-No creo que me muera por comerme un bollo puedes estar tranquilo, pero si quieres te puedo dar la mitad, yo no tengo mucha hambre.

-No tranquila.

Me senté y partí el bollo en dos. Me comí una de las mitades y me bebí el zumo todo lo rápido que pude. Yaco estuvo sentado alado mía todo el tiempo. Me incomodaba un poco porque no le conocía de nada pero parecía simpático. Cuando terminé me levanté cogí mis cosas y dejé la mitad del bollo alado de su brazo.

-Me voy a clase, un placer Yaco

-Espero que la próxima vez que nos veamos no sea en una sala llena de máquinas expendedoras.

Sonreí y me dirigí a mi siguiente clase. Eran las 15:00 y tenía clase hasta las 17:00. Sin duda los lunes son mortales.

Cuando acabé las clases me dirigí a mi casa lo más rápido que pude. A las 18:30 había quedado con mi padre y aún tenía que ducharme  y entregar un trabajo de gestión de conflictos laborales.

Mientras me peinaba un poco y me ponía algo de colorete y pintalabios, llamé por skype a Dunia y Aina, les conté lo que me había pasado con el chico raro de las máquinas expendedoras. Aina me dijo que estaba en su clase y que había llegado nuevo porque se había mudado desde Barcelona.

-¿Qué planes tenéis para hoy chicas?- pregunté.

-Yo he quedado con Noel y luego iremos a cenar hamburguesas a algún mirador.

-Yo me quedaré en casa estudiando y luego veré una peli, ¿Y tú Beli?

-He quedado con mi padre para merendar y luego daremos una vuelta por el centro. Espero que no se alargue mucho la cosa, hoy estoy un poco cansada.

Estuvimos hablando un rato más antes de que me fuese. Cuando colgué la llamada me quedé mirando a la nada durante un rato pensando en lo que me había dicho Aina. Estábamos casi a finales de curso y nunca me había hablado de Yaco, nisiquiera había mencionado que hubiese un compañero nuevo en su clase.

De repente sonó la alarma, era la hora de irme. Me había puesto mi camiseta blanca favorita y unos pantalones rosas que había pedido por internet hace un mes cuando se los vi a Samantha, una cantante muy conocida en España, me gustaron tanto que no pude resistir a comprarlos.

Cogí mis llaves y salí de mi casa. No me apetecía mucho ver a mi padre, siempre que nos veíamos terminábamos hablando del tema del divorcio y de lo engañado que se sentía.

Cuando llegué al bar estaba mi padre esperando en  la puerta, me acerqué a el y le di un abrazo.

-Hola papi, ¿qué tal?

-Hola cariño, bien, hasta arriba de trabajo, ¿y tú?

-Bien, cansada de estudiar.

Entramos al bar y nos sentamos en la barra. El bar estaba vacío pero ya era costumbre sentarnos en los taburetes altos que había alado de la televisión.

Estuvimos bastante callados, no era muy común en nosotros, siempre teníamos cosas de las que hablar pero yo me sentía bastante cansada, y mi padre parecía nervioso.

Se  abrió la puerta del bar y entró un grupo de chicos. Me quedé mirando fijamente y reconocí a uno de ellos. No podía creer que justo ese día en ese momento tuviese que ir al mismo bar que yo.

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