Insomnio

66 1 0
                                    

Volteo a ver el reloj y aun son las cinco de la mañana. En tan solo una hora serían las seis y los primeros rayos del sol atravesarían mi ventana, iluminándome la cara.
Mis ojos me pesan y mis ojeras ennegrecen cada día más que pasa.
Me siento vació, como si mi alma hubiera abandonado mi cuerpo y me hubiese convertido en un simple ser mecánico que solo sabe seguir órdenes.
Llevo un par de semanas sin dormir, sobre todo desde ese oscuro día que aún perdura en mi memoria...
¡Oh mi querida Leonora!, ¡mi querida Isabel!, si tan solo a mí me hubieran matado ese día.
Es increíble como la vida de un hombre puede cambiar en tan solo un simple día, en una simple acción.
(Fue mi culpa)
¡Maldito seas ladrón!, ¡maldito seas!
<<Necesito un vaso de agua, realmente lo necesito>>
Me levanto de mi cama, tratando de que mis pies atinen a entrar en mis sandalias.
Cada paso que doy, se siente como estar en el espacio. Trato de agarrarme de todo lo que pueda y así evitar caerme.
¿Cuantos días había pasado sin comer?, ciertamente un tiempo después de que no podía dormir. Probablemente, el agua era lo único que aun me mantenía con vida.Es muy interesante que el cuerpo pueda pasar días, inclusive meses sin comida o sueño. Pero si tan solo en unos días, se le privara de tan vitalicio liquido, moriría casi al instante.
En mi lento andar, justo pasando la sala de estar y antes de llegar a mi cocina; percibo como algo pasa volando por sobre el lugar. Emitiendo un sonido que sonaba demoníaco. Prendo la luz y cuando esta invade el espacio, puedo ver al maldito ser del infierno, andando, sobre la foto de mis queridas niñas que se encontraba colgada en el comedor donde siempre solíamos comer, en esos buenos días que parecieron haberse esfumado como cenizas tiradas al aire.
– ¡Quítate de ahí, cucaracha inmunda!
Pero no se inmuto.
Agarre el insecticida, con la velocidad que mis ultimas reservas de energía me podían permitir
(la cucaracha lo sabe)
y expulse todo el veneno sobre la despreciable criatura que cayo al suelo con la velocidad de una bola de hierro cayendo sobre un lugar alto.
Con una sonrisa, veo como se retuerce, moviendo sus pequeñas patas; tratando con todas sus fuerzas de poder vivir. La voy pisando lentamente, para poner fin a su miseria y me sirvo el vaso de agua que iba a buscar en primer lugar y me dirijo a mi cuarto, triunfante.
Volteo a ver el reloj de mi habitación, solo han pasado quince minutos desde el incidente.
Me acuesto en mi cama y cuando mi ojos fueron a parar al techo de mi aposento, pude sentir como mi sangre empezaba a llegar mas rápido a mi corazón. Dos cucarachas, caminaban libremente arriba de mi, tranquilas, como esperando a atacarme cuando estuviera descuidado y vengar la muerte de su amiga que acababa de matar a sangre fría.
Me paro lentamente, sin que estas puedan ser capaces de leer mis oscuras intenciones y empiezo a salir de mi pieza y tras de mi, cierro la puerta para que no escapen.Vuelvo al lugar donde había dejado el insecticida y cuando llego a mi habitación... el par de insectos ya no estaban. De pronto, una paranoia se empezó a apoderar de mi. Volteé a todos lados, buscándolas, explorando cada rincón de mi cuarto como si estuviera buscando algún tesoro perdido y no las encontré. Cuando me vi en el espejo, algo empezaba a moverse lentamente sobre mi cabeza... ¡era ese diabólico bicho!. La aparte rápidamente y cuando cayo al suelo, descargue todo el veneno... pero... no murió.
Y sentí como lo siguiente empezó a pasar en cámara lenta: la cucaracha abrió sus alas, dejando a relucir su asqueroso tórax café y cuando empezó a aletear, vino directo hacia mi. Casi pude sentir una sensación de odio en ella.
(¿Lo saben?... ¡si lo saben!)
Cerré la puerta y me dirigí casi corriendo a mi sala de estar, y me pareció que el miedo hacia que mi energía volviera a mi otra vez.
(¡Esto no esta pasando!, ¡no esta pasando!, ¡esta en tu cabeza!, ¡es porque no has dormido!)
Me senté un rato en una de las sillas de mi comedor, tratando de recuperarme un poco de lo sucedido. Me puse a admirar por un momento la foto de mi princesa y mi reina, se les veía tan felices, tan llenas de vida, tan contentas. Me las habían quitado tan injustamente y ni siquiera pudieron morir de una forma digna...
¡Maldito!, ¡les destrozaste la cara!
Aun recuerdo el bate de béisbol, cayendo sobre la cara de mi hermosa niña y ese sonido, tan parecido a alguien que estuviera dándole golpes a la carne. Lo ultimo que vi, fue la cara de mi bella esposa; llorando, minutos antes de que le destrozaran el rostro.
(Fue mi culpa, ¡fue mi culpa!)
Ese sonido, de alguien golpeando carne, me persigue en mi vida diaria. No hay momento que no lo escuche o que las imágenes de los rostros destrozados de mis princesas vengan a mi cabeza, como un amargo recuerdo que perdurara el resto de mi vida.
Volteo a ver el reloj, son las cinco con cuarenta. <<Ya deberían estar muertas>>Me pare ya un poco relajado y volví a mi habitación. A medida que me acercaba, revisaba en cada esquina que ningún otro inmundo insecto estuviera por ahí andando, vigilándome, como un león vigila a una cebra indefensa.
Cuando estaba a punto de abrir la puerta, pude oir de nuevo ese aleteo demoníaco, pero esta vez se oía mas intenso.
¿Que carajo estaba pasando?
Pero ya no podía sentir miedo otra vez. <<Se un hombrecillo y mátalas de una vez>>, me dije a mi mismo.
Agarre la manija y fui moviéndola de poco a poco, cuando la puerta quedo completamente abierta, quede paralizado por la escena que estaba presenciando: ya no eran solo dos cucarachas, ahora eran cientas, si no miles volando alrededor de mi habitación. Habían en las paredes, en el techo, en el suelo, caminando; invadiendo por completo el lugar. Sentí como el sonido de su aleteo perforaba mis oídos, perturbandome hasta mi mas profundo ser.
Me di una cachetada imaginaria a mi mismo y salí de mi trance. Cerré la puerta con rapidez y corrí de nuevo, yendo a mi puerta de salida para buscar ayuda, algún maldito exterminador, ¡que carajo se yo!
Cuando llegue, dos cucarachas estaban ahí, pacientemente esperando.
(¡Esto no esta pasando!, ¡no esta pasando!)
De las aberturas de la puerta, empezaban a salir mas. Juntándose, como una manada de depredadores hambrientos y sin hesitar volaron hacia mi, aleteando sus inmundas y perversas alas.
Corrí y corrí, el hecho de que me sentía debilitado ni siquiera paso por mi cabeza, Simplemente corrí lo mas rápido que pude, hasta llegar a mi sótano. Esperando que ese sea el único lugar que los insectos no hayan invadido.
Cerré la puerta, un poco ya antigua tras de mi y cuando prendí la luz... no había nada, finalmente me sentía a salvo. Mire en todas direcciones, habían varios insecticidas y veneno de animales. No me quitarían la casa sin pelear antes. Los fui juntando y agarre una de mis cubetas y empece a mezclar todos esos tóxicos venenos.
El olor que salia empezó a marearme y me aleje un poco de el, cuando voltee a mi izquierda; una cucaracha salia del rincón mas oscuro. Me le acerque lentamente, intentando no asustarla para asestarle un golpe con mi sandalia y cuando estaba a punto de hacerlo, un bate de béisbol se asomo ante mi. Estaba ahí, oculto, y se podía percibir sangre seca en el.
<<¡Lo saben!, ¡lo saben!, ¡saben que fui yo!>>
Los recuerdos vinieron hacia mi como un relámpago.
Era un 23 de junio, había tenido un mal día en el trabajo.
Mi jefe se la paso regañandome todo el día. Los comensales no paraban de llegar al restaurante, ¡soy un ser humano maldita sea!
Había pedidos por doquier, quejas, devolvían platos, algunos llegaron a gritarme justo en mi cara o venían tirarme los alimentos que había preparado enfrente de mi, exclamando que no le darían esta basura ni a sus perros. Sin duda alguna, el peor día que había tenido.
Luego, fui a un bar con unos colegas a echarnos unos tragos mientras maldecíamos al jefe y a su entera familia. Si, estaba ebrio, ¡pero que harían ustedes!, ¡fue un día de mierda!
Cuando llegue a mi casa, casi tambaleándome y con el juicio nublado, mi esposa no estaba.
– ¡Leonora!, ¡donde chingados estas!
Vino hacia mi, temblorosa, pero firme, como si estuviera lista para decirme algo.
– Perdón, estaba viendo a la niña. Necesito hablar contigo Joaquin.
– Ahora no mujer, necesito dormir.
Mi pequeña vino hacia mi, su sola presencia alegraba y calmaba mi día. Pero esa vez, no funciono por completo.
– Papi, papi, hay una cucaracha en mi cuarto.
– Ahorita no preciosa, papi... papi anda malo.
Camine y ellas aun me seguían.
– Isa ahorita no, si, necesito hablar con tu padre ahora.
– Ya no estés chingando Leonora y mata a ese insecto, necesito dormir.
–Papi, Mami, la cucaracha...tengo miedo.– Decía mi hija, cada vez mas desesperada. Su voz ya no se me hacia dulce, si no chillona y muy molesta.
– Pero Joaquin, necesito decirte esto ahora o ya no podre.
– Papi, papi, la cucaracha papi, mátala.
– Isa, ve a matarla tu, ya estas grandecita.– Dijo mi esposa a mi hija. La voz de ella, también la empezaba a sentir muy molesta.
– Por favor, no estoy de humor hoy.
– Papi, mami, papi, mami.
– ¡Isabel, ya vete a tu cuarto!
– ¡Papi!, ¡mami!, ¡la cucaracha!
Esas mujeres, ¡no podían dejarme descansar!
– Isabel, ¡ya!, ¡vete a tu cuarto!
– ¡No!, ¡la cucaracha me va a comer!
–No... estoy... de humor hoy, ¡váyanse las dos!.– Farfulle, mirándolas con completo odio.
– Se acabo, todo esto se acabo. Joaquin, quiero el divorcio.
¡Esa miserable perra!
– ¡Que!
– Que quiero el divorcio. Ya no te aguanto a ti y tus malditos maltratos. Ya no aguanto vivir con miedo todos los días, que llegues ebrio siempre, aterrando a la niña.
Me quede callado, mirándolas. Mi odio crecía cada vez mas, como quería callarle la boca a esa zorra.
–¿Quieres el divorcio?.. ¿Eh?, ahorita te lo voy a dar.– Le dije, mientras me alejaba de ella.
– Joaquin, ¿a donde vas?
Fui a paso rápido al sótano y pateé la puerta tras de mi, agarre el bate de béisbol y volví con las dos malditas brujas. Sin avisar, aseste un golpe a mi hija que la tiro metros lejos de mi.
– ¡Joaquin!
Mi esposa intento detenerme, pero empuje a la zorra tirándola al suelo. Me acerque a mi hija y vi como se retorcía en el suelo, con la mollera sumida y la sangre haciendo un charco a su alrededor. Una sonrisa se dibujo en mi rostro. Le di otra vez y otra vez y ese sonido de alguien golpeando la carne invadió el lugar.
–¡Joaquin!, ¡que has hecho!– Grito mi esposa, mientras lagrimas caían de sus ojos.
– ¡Le di su medicina perra!, ¡ahora te la voy a dar a ti!
Cuando intento correr hacia la puerta de la salida, la agarre del pelo y la tire al suelo. Le di el primer golpe y la parte de arriba de la cabeza se hundió, hilos de sangre salían de su frente, le di otro y uno de sus ojos parecía querer salir.
– ¡Aquí esta tu divorcio maldita puta!
Le di otro y le di otro y otro y otro, de su rostro no quedaban mas que pedazos de carne y sangre.
¡Yo las mate!, ¡Yo lo hice!
Cuando los policías llegaron, lo hice pasar como un robo. Oculte el bate en el rincón mas oscuro del sótano y me repetía tantas veces esa mentira en mi cabeza: <<fue un robo oficial, uno que acabo muy mal.>> que acabo siendo una verdad infalible para mi.
Pero ese insecto, ¡esa cucaracha maldita lo había visto todo!. Cuando mi pequeña me pidió matarla, no lo hice y en cambio, ¡la mate a ella!
Vienen a castigarme y yo aceptare el castigo.
Salí del sótano y ahora mi casa estaba invadida por cucarachas. El color azul de mi hogar ya no era distinguible y en cambio solo dominaba el color de esos inmundos insectos y ese aleteo... ¡ese demoníaco aleteo!
Mientras caminaba, sentía como estas pasaban sobre mis pies, algunas inclusive rodeaban todo mi cuerpo. Llegue a la cocina y había una cuerda esperándome. No las hice esperar mas y la tome. Debía aceptar mi destino, pagar por tan cruel crimen...
¡Mis niñas preciosas!, ¿como pude ser capaz?
Mire arriba, me habían dejado un lugar especial para colgar la cuerda, y así lo hice. La amarre fuertemente para que soportara mi peso y procedí a poner un banco en el cual me subí para ponérmela en el cuello.
Las cucarachas estaban ahí, expectantes, como un publico viendo el gran acto final de algún mago.
Tire el banco y lo único que me sujetaba, era la cuerda amarrada a mi cuello. Sentí como a medida que el aire me faltaba, el aleteo de las cucarachas se intensificaba, como una audiencia aplaudiendo después de tan increíble truco.
Mas recuerdos vinieron a mi de una forma tan rápida, pero que aun así, podía ser capaz de verlos todos tan claramente.Me vi de niño, tan inocente, jugando y divirtiéndome. Pero también vi, las veces que mi padre me golpeaba a mi y a mi madre. Como disfrutaba de torturarnos, pateándonos o darnos en la espalda con su bastón hasta que la mano le cansara.Volví a su funeral y lo recordé como el mejor día de mi vida. Luego conocí a mi esposa, tan bella que era. Tuvimos a una niña después y los buenos momentos pasaron sobre mi, pero también los amargos. Había empezado a tomar cuando empece a trabajar en ese maldito restaurante. Llegaba ebrio cada día a mi casa, gritando y pateando todo lo que existiera. Recordé a mi esposa, escondiéndose de mi junto a la niña, vi como la golpeaba cuando la cena no estaba lista y disculpándome al día siguiente, repitiendo ese comportamiento toxico una y otra vez. Y luego lo vi, de una forma mas intensificada y larga, el día que las mate. Cuando mi bate destrozo la cara de mis niñas y me repetí tantas veces esa mentira que la acabe creyendo verdadera.
Cuando finalmente me faltaba poco aire y mi cuerpo se iba retorciendo cada vez menos, el aleteo de los insectos se hacia menor y pude ver como iban desapareciendo de poco a poco.
Con mi ultimo esfuerzo, volteo a ver el reloj. Son las seis con veinte y los rayos del sol ya atraviesan mi ventana.

InsomnioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora