Capítulo 1: Nueva York

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En la carretera principal de Nueva York, un Toyota Corolla Híbrido de color plata se adentraba a la gran ciudad. Una mujer, de largo cabello castaño y ojos marrones, conducía junto a una chica más joven muy parecida a ella. La adolescente, miraba por la ventana con una mueca de enfado. Llevaba todo el viaje desde Seattle sin dirigirle ni una sola palabra a la mujer y aquello la irritaba. No vería a su hija en unos meses, no podía dejar que se fuese enfadada.

——Cielo, tienes que entenderlo. ——La chica miró por primera vez a su madre.

——Tranquila, si lo entiendo. Entiendo perfectamente que quieras librarte de mí y me dejes con papá, el cuál prefirió dejar a su familia por su trabajo. ——El tono de su voz mostraba resentimiento.

——Eso no es cierto Jane, sabes que yo te quiero muchísimo y jamás te dejaría si no fuera necesario. Es tu padre, tienes que pasar tiempo con él y yo debo ir con tu abuela. Está muy mal. Te prometo que sólo estarás aquí unos meses, antes del verano vendré a por tí. ——La joven suspiró resignada. Sabía que si su madre hacía esto era por una buena causa.

——De acuerdo, pero prométeme que me llamarás todas las noches por videollamada. ——La mujer le sonrió con ternura.

——Te lo prometo por Gucci. ——Ambas rieron ante aquella promesa que, aunque sonase a tontería, a la joven le daba confianza.

En el centro de Nueva York, en la puerta de un edificio enorme, se hallaba un hombre de pelo negro y ojos azules con los brazos cruzados. Llevaba una camisa celeste y unos pantalones de vestir azules. Parecía que esperaba algo ya que miraba su reloj cada cinco minutos exactos. Un coche, color plata, se paró frente a él en la carretera y éste se acercó hacia el vehículo.

——Al fin llegáis. ¿Cómo ha ido vuestro viaje? ——El hombre sonrió a ambas mujeres.

——Muy tranquilo, Erick. ——La mujer de ojos marrones se bajó del coche para coger unas bolsas de los asientos de atrás.

——Me alegro de que no tuviérais ningún inconveniente en llegar. ——El hombre posó su mirada en el asiento del copiloto pero la joven que allí se hallaba desvió su mirada hacia la acera.

——Tendrás que ser paciente. ——La mujer le dió algunas bolsas al moreno. ——Y quiero que pases tiempo con ella. Eres su padre, así que compórtate como tal.

——Tengo que estar pendiente del trabajo, Dinah. Estaré con ella todo el tiempo libre que tenga. ——La castaña adulta le hizo una señal a la joven dando un gran suspiro.

——Vamos Jane. ——La mujer abrazó a su hija y le dió un beso en la frente. ——Te voy a echar de menos. Pórtate bien y haz amigos. ——La joven le sonrió.

——Yo también te echaré de menos mamá.

Con eso, la mujer se volvió a montar en el coche y se fue por la misma carretera que llegó. La joven castaña se giró para ver a su padre. Alargó el mango de la maleta y se subió las gafas de sol que llevaba puestas cómo toda una diva que era.

——Ven, te enseñaré el piso. ——Ambos subieron por el ascensor hasta el ático.

Erick sacó unas llaves del bolsillo del pantalón para abrir la puerta de su casa, una enorme puerta de madera caoba con un hermoso pomo dorado. Si la puerta era tan extravagante, ¿Cómo será lo de dentro?
Un enorme salón fue lo primero que la joven Jane Cooper pudo ver. Al final del salón, frente a la puerta, había un piano precioso de color negro, justo al lado de un enorme ventanal, en la otra pared, había una pantalla de plasma gigantesca. Tras unas columnas, había tres sofás de cuero con cojines de terciopelo, una mesa con cuatro sillas alrededor y una lámpara de araña colgada en el centro. Justo al lado de la puerta, había unas hermosas escaleras con una barandilla dorada que iban hacia la planta de arriba. La joven, de su impresión, soltó la maleta y dió varias vueltas sobre sí misma. ¿Estaría alucinando?

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