Samonti Volka

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Tic... Tac... Tic... Tac...

El traqueteo de aquel mecanismo de reloj resonaba en aquella mente vacía una y otra vez. Entre un sonido y otro parecía haber una veloz eternidad. Sin embargo, cada eternidad duraba cada vez menos.

De la nada, el vacío comenzó a sentirse frío. ¿A caso había entonces una escasez de calor?

Tic!... tic... Tac!.. tac

Cada sonido estaba ahora acompañado de un eco. ¿A caso había mas de uno? No, las réplicas eran idénticas pero con menor intensidad. 

Ahora entre sonido y eco había un estruendo. Ondas de calor intermitentes irrumpían la fría paz del vacío. De repente el frío comenzaba a tomar forma, comenzaba a envolverse a sí mismo formando una silueta.

-Tiempo...- 

¿Qué es el tiempo?

No eran ondas, eran explosiones. 

-No hay...- 

Cada tic, estaba acompañado de un tac, un segundo tic y una explosión. Todos sonaban armoniosamente mientras el frío se tornaba humo y el humo parecía encerrarse así mismo en una caja.

-¡No hay tiempo!- 

Aquel grito haría que todo se interrumpa. Ahora todo era luz y un unísono pitido que daría dolor de cabeza a cualquiera.

-¡Dale, dale!-

Una borrosa figura avanzaba dando pequeños saltos. Alrededor se veían destellos que lo envolvían, provocando aquel pitido ensordecedor al pasarle por los costados.

-No tengo mas balas...-

Acotó aquella voz rasposa mientras dejaba caer su última herramienta de defensa. Inmediatamente otra mas pequeña saltó a sus manos.

-¡Usa esto! Igual que no puedo llevarlo y disparar a la vez.-

Poco a poco todo comenzaba a tomar forma. Mas conforme se daba cuenta de dónde estaba, prefería no haberlo tenido claro nunca.
Las explosiones de aquella pistola provocaban un intenso fogonazo en aquella cueva oscura y húmeda. Apenas podía ver las piernas y la cintura de su compañero y el rastro que dejaba su cuerpo en el charco de agua. El constante goteo apenas se escuchaba, sino fuera porque estaba empapado jamás hubiera sospechado que llovía. 
Cada fogonazo era consumido inmediatamente por el frío que provocaba el terror de sus miradas.

-Estamos cerca... ¡Dale!- 

-No puedo, ya no me quedan fuerzas-

Aquella respuesta provocó un segundo de silencio, segundo en el que aquel cuerpo fue dejado abandonado en el suelo.

El golpe contra el suelo terminaría de despertarlo.

-¿Con que así termina todo?-

Los fogonazos de esperanza ya se habían extinguido. El calor de los brazos de su compañero arrastrándolo por la poca vida que le quedaban, también. Ahora solo quedaba el amargo sabor de no haber podido despertar a tiempo.

-¿Y dejar que otro sea el último en hacerte sufrir?-

Dos brazos levantaron sus hombros de golpe mientras la voz rasposa cortaba el silencio. 

Su mundo se dio vuelta de repente, ahora su defensor era quien lo arrastraba y las dos pistolas parecían ser muy ligeras en comparación de su cuerpo a su otro compañero. 

Los sentidos comenzaban a reactivarse uno a uno. Dolor en la cabeza, ardor en la costilla izquierda. Frío hasta el hueso, el suelo parecía absorber todo su calor. Agua por todos lados.
Humo, pólvora y hierro a su alrededor. Gusto a arena y metal. Fundición y tierra en las paredes y los techos. Gritos de terror y sufrimiento, carne despellejándose, cuerpos cayendo de lado a lado. Y por sobre todo, un insoportable chirrido de las pesadas puertas cerrándose a su espalda. 

Quería levantarse, pero sus piernas no respondían y los brazos le pesaban como cuando uno intenta bracear muy rápido bajo el agua. 

Conforme los gritos parecían ceder poco a poco, una nueva alarma llegó para tomar su lugar, acompañada de un sinfín de insultos del grupo.

Con semejante lluvia y aún tan perdido en su mareo, nunca se daría cuenta del llanto de sus compañeros. Un olor a plástico invadió sus pulmones conformen le colocaban la máscara de oxígeno. Un trapo húmedo le nubló la visión. 

-Volveremos por tí amigo... Ahora sólo descansa.. -  Pronunció aquella voz rasposa. 

-Sisi, ya. Mientras juega a la bella durmiente vamos a ver qué onda este lugar. Total que no van a abrir la puerta ni en pedo- Interrumpió el tercero, no dejaría tiempo a que caigan en la situación que estaban, necesitaba el ánimo lo más arriba posible.

-Ya...-

Le arrojó una de sus pistolas, ambos recargaron y, luego de dejar un celular debajo de su casi inconsciente amigo se marcharon. Él apenas se daría cuenta de qué ocurría. Pues supo horas mas tarde que se trataba de un teléfono celular cuando este sonó debajo de su espalda y no pudo quitarlo ni apagarlo. Ahora solo tocaba descansar. 

Tic...... Tic.... Tac.... Tic.... 

Una vez mas la nada era un simple claqueteo. Mas este era uno húmedo y frío. 
Uno que se esparcía por la mente como una gota de agua que caía sobre la frente una y otra vez. 


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⏰ Última actualización: Jul 04, 2020 ⏰

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