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Amber

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Amber

El equipo de lacrosse resultó más interesante de lo que creí, aparentaban ser chicos tontos y mujeriegos. La mayoría lo era, pero a la vez eran graciosos.

No había cruzados ni una palabra con Matthew, este solo devoraba su ensalada en silencio. En cambio, Oliver soltaba bromas cada vez que podía. Nos hacía reír a todos.

—Amber ¿cierto? —dijo uno de los chicos junto a Oliver, este lucía un bronceado y sus ojos negros eran bastantes intimidantes.

Asentí con la cabeza mientras tragaba saliva. Tenía el presentimiento de que ese chico no era muy...bueno.

—Hemos oído varias cosas sobre ti —comentó serio.

Traté de sonreír, pero fue en vano.

¿Qué cosas escuchó de mí? ¿Y por qué se hacía tanto el misterioso?

—Hunter, no te pongas tonto —refunfuñó Oliver, ladeando la cabeza—. Solo quiere asustarte, no le hagas caso.

Sonreí nerviosa y asentí.

Ya no me sentía cómoda allí, quería irme.

Carraspeé tratando de llamar la atención de Penny, pero fue en vano. Estaba demasiado concentrada en conversar con un muchacho.

Así que solo me levanté y me fui sin decir una palabra. Oliver lo notó, pero solo asintió con los labios fruncidos.

Quise voltearme, quería verificar si Matthew estaba viéndome. Pero me contuve. No quería girarme y darme cuenta que yo no le interesaba como él a mí.

Y como aún quedaba tiempo para mi siguiente clase y no sabía a dónde ir, estaba caminando sin rumbo fijo, hasta que llegué a secretaria. Y allí lo vi.

Su cabello castaño bien peinado, lucía una chaqueta del equipo de natación, unos jeans oscuros y sus vans favoritas. Sostenía una mochila azul en su hombro y charlaba con la directora, junto a la puerta de la secretaria.

Mi respiración comenzó a agitarse.

No, no podía ser él.

Se había ido hace un año, era imposible que sea él.

¿En serio no cambió nada? Aunque, era cierto que estaba más alto.

Mis manos comenzaron a sudar, quería salir corriendo. Pero mi cuerpo me retenía. Simplemente estaba estática.

Los recuerdos comenzaron a evadir mi mente, recuerdos buenos y malos, pero la despedida fue la peor parte.

De pronto, noté su mirada chocando con la mía. Aquellos ojos grises que tanto anhelé y que tanto transmitían.

Sentía ganas de llorar y no sabía por qué.

Hasta que su sonrisa apareció, luciendo una dentadura perfecta. Saludó moviendo su mano, para luego despedirse de la directora y caminar hacía a mí.

Edición limitada [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora