Reinas Malvadas

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Felices para siempre.

¿Realmente existe?

Nada era para siempre. Lo material se destacaba hasta que volvía a su punto de origen de sólo ser una idea de algún creador con grandes aspiraciones, y las personas se tornaban en recuerdos lejanos que se aferraban a la mente de otras en un intento desesperado de supervivencia. Esa era la verdad mejor escondida del fin de la existencia: no quiere ser olvidada. Lucha contra el tiempo mismo, grita ante los desastres naturales y llora desconsoladamente a la memoria. Se sujeta hasta que sangra.

La princesa en el balcón sabe que la pelea que libra con su memoria no tiene una victoria satisfactoria. La voz de su madre pasó de ser su sonido favorito a un murmullo del viento, como su imagen a una mancha. No importa que cada mañana al salir el sol murmure su nombre con fervor, imitando las plegarias que realizan sus damas de compañía cada vez que sus sensibles corazones se estrujaban de dudas acerca de su falta de fe. Nada realmente importa si el tiempo no es tu aliado.

El tiempo no era aliado de la joven desde aquel catastrófico día.

En el cumpleaños número doce de la princesa el clima se tornó violento como nunca antes. Los rayos rugían sin piedad mientras alumbraban las nubes grises que arrojaban despreocupadamente lágrimas de los dioses abatidos por las noticias que se darían a conocer más tarde en la plaza principal del pueblo. El viento silbaba junto con los remolinos de tierra que se producían en el jardín de rosas. El cielo se teñía un rosa pálido de la misma manera que la sangre florecía en un cuerpo de tono alabastro.

Cada uno de los habitantes contempló con horror la obra de arte de un ser profano. De un ser maravillado en las sombras. Los habitantes ignorantes no mirarían en su dirección con absoluto espectáculo aéreo. Nunca lo harían.

El último rayo ahogó el desgarrador sonido que emergió de la garganta de un hombre hecho pedazos. Su amada esposa yacía en su alcoba con los ojos desorbitados, el cuerpo desenvuelto de tensiones entre las sábanas de seda, el sudor aún escurriendo desde la frente a el cuello, sin rastro de su vibrante personalidad. La Reina ahora reinaba en el paraíso prometido dejando a su familia en las garras de un cruel destino.

La princesa corre por los pasillos del castillo con las mejillas sonrojadas del esfuerzo, riendo libremente con una rosa en la mano izquierda. Deja un rastro de agua sucia, indicador de que jugó en la lluvia bastante tiempo para formar semejante desastre.
Es feliz en su desastre e ignorancia como las oruga al convertirse en mariposa. Sin embargo también existe la ignorancia del humanos al atraparla y cortarle un ala.

"Corazón, tengo algo que decirte." Las palabras tampoco son eternas pero son el arma más peligrosa que la humanidad posee. Enamoran, engañan, maravillan, manipulan, enfurecen, enloquecen y destrozan. Son ecos poderosos exigiendo el control completo. Duelen, carcomen, marcan, consumen. Armas con el poder de transformar un alma pura en una criatura debatiendo su moral.

Los nudillos de la niña se vuelven blancos. El Rey la mira con preocupación al notar que un hilo de sangre gotea de su mano. Las rosas siempre han tenido espinas. Su pequeño cuerpo tiembla de dolor. Él la abraza y susurra promesas.

Sólo tu y yo.

¿Cuánto tarda en romperse una promesa?

"Corazón, tengo algo que decirte." Esas palabras reemplazan la voz de su madre, se instalan en su memoria porque las vuelve a escuchar en su fiesta de diecisiete años.

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⏰ Última actualización: Aug 19, 2020 ⏰

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