A ella la llamaban Ash.
No la importaba lo que la gente decía, siempre iba con la cabeza bien alta y expulsando humo por la boca del cigarrillo que sujetan con dulzura sus dedos largos delgados.
Sus padres siempre la cambiaban de ciudad por temas de trabajo y aún así Ash nunca tubo problemas con la gente de los colegios nuevos. Sabía perfectamente que ella sobresalía de entre todas.
Ella miró a los ojos azules de Sol, y sus ojos negros como la oscuridad se comieron al azul como el cielo de ella.
Sol empezó a ser Soledad.
Soledad escuchaba que ellos ya venían a por ella, lo sabía por la sirena de sus coches.