16 de febrero de 1990
Era un día sin sol y con bastante frío. La gente vestía gruesos abrigos y gorros negros. Habían unas ocho personas con caras pálidas, como cachorritos perdidos. Al rededor de la gente había un mediano hoyo lo suficientemente profundo para el entierro de dos queridas personas: los padres de Teresa.
No había sido fácil el enterarse que los seres con su mayor apoyo se habían ido y no los volvería a ver nunca más . Al recibir la noticia, Teresa sintió cómo su alma se caía a sus pies y su primera reacción fue huír. Salió corriendo viendo como evitaba a multitudes de gente, como un ladrón evadiendo a la policía. Cuando se fue calmando al paso de las horas, comenzó a sentir cómo sus huesos se habían helado por la temporada de invierno presente en las calles.
Ahora ella estaba abrazada de su hermana mayor, Abby; mientras que su primer hermano, Dante, estaba retraído de todo contacto humano. Simplemente no había querido hablar con nadie desde lo sucedido, limitándose a guardar su dolor y pensamientos para sí.
Ese día había un pastor en medio de la escena, intentando dar consuelo con una Biblia, utilizando una voz similar a cuando se quiere calmar a un bebé que se le ha caído su paleta.
Abby, por su parte, había llorado tanto que le ardían sus ojos, como en una noche de desvelo. En su intento de salir de ello, había ido en busca de Dante un día antes del entierro; sin embargo, este la recibió por primera vez de forma seca y sin ganas: “Debes aprender a controlarte, Abigail, papá y mamá ya no están aquí". Las palabras solo provocaron que sus sentimientos se estrujaran, y, la sensación de que estaría sola a partir de ese momento no se le quitaba de la cabeza.
-Pobre de ellos, que Dios los ampare- había escuchado Teresa decir en variadas ocasiones durante las eternas horas.
Al terminar el entierro, todos procedieron a retirarse, a excepción de los hermanos Maxham, quiénes se quedaron en la misma posición inicial durante varias horas, hasta que, en algún momento, la reconfortante oscuridad cayó sobre ellos, abrasándolos durante el inicio de lo por venir.
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Mi hermano me odia
Non-Fiction¿Qué harías su tu vida cambia de repente? ¿Cómo sobrevivir a una tragedia? Mi nombre es Teresa.