Capítulo 5

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Salomé en multimedia.





—¡¿Qué demonios, Athena?! –gritó furioso. Yo solo rezaba porque no perdiera el control y nos matara.— ¿te haz vuelto loca?

—No tenía idea que quien conduciría eras tú, ¡ni siquiera sabía que estabas aquí! –dije a la defensiva.

—Cállate –ordenó.

Hice lo que me indicó, estaba aterrada. Elisse tenía razón cuando dijo que si pensábamos en cosas malas desataríamos un desastre, bueno, heme aquí en medio de una carrera clandestina con mi iracundo hermanastro al lado. Estaba muerta, eso ya lo sabía.

Miré las manos de Reid, estaba apretando el volante tal fuerte que tenía los nudillos blancos y sus venas sobresalían.

—¡Ponte el cinturón, carajo! –ordenó. De inmediato lo hice. Ni siquiera me había percatado de que no lo tenía.

Me olvidé de Reid por un momento, miré a mi alrededor a todos los autos corriendo, ¡joder! Estaba en medio de una puta carrera ilegal, esto sería algo que le contaría a mis nietos si Reid no me mataba antes.

Me percaté de que él era el primero en la carrera, mire por el espejo retrovisor a los otros autos que estaban un poco lejos de nosotros.

—Vas ganando –comenté.

—Cierra la boca –ordenó.

—Oblígame –escupí. Ya estaba harta de sus putas ordenes. No estaba haciendo nada malo, al igual que él salí a hurtadillas de la casa y escapé a una carrera clandestina, él no era el moralmente adecuado para reprocharme mis "errores".

La carrera terminó con Reid como ganador. Una vez se detuvo el auto intenté salir, pero él había puesto seguro.

—¿Me puedes explicar qué demonios estás haciendo aquí, Athena? –habló pausadamente en voz baja, y, siendo sincera, eso me asustaba más que cuando me gritaba.

—Quise salir con mis amigas –me encogí de hombros. Trataba de no demostrar que estaba por hacerme pipí por lo asustada que estaba.

—Ya, y habiendo tantos lugares para "salir" decides hacerlo a una puta carrera clandestina –me miró directamente a los ojos. Mi vejiga no tardaría mucho en liberarse.

—Todo iba bien hasta que decidí entrar en este maldito auto –intenté abrir la puerta, pero no accedió.— si me vas a matar, hazlo, pero deja tu maldito suspenso, estoy a punto de hacerme pipí –solté. Hasta este punto ya estaba harta de todo, de Ashton, de Reid, hasta de mi misma por no controlar mi vejiga.

—Te llevaré a casa –avisó.

—¡No! –dije molesta.— ¿quién demonios te crees? No estoy haciendo nada malo.

—Me creo tu puto niñero, el adulto a cargo, ah, y lo más importante ¡tu maldito hermanastro! –gritó. Lo miré furiosa.

—No soy una jodida niña para que me estés hablando así –escupí.— se lo que hago.

—Si, claro –bufó.— nos vamos a casa –demandó.

—No –dije firme.

—Me pregunto que pensará tu madre cuando se entere que aparte de meterte en lugares ilegales, también metes hombres en la casa –me miró a los ojos, la malicia estaba presente en ellos.

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