Sonríe

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"Todos tenemos un alma gemela"

Era lo que decía mi galleta de la suerte, me eche a reír importándome poco como me verían el resto de los clientes, hasta mis amigos me hacían la cruz como si estuviera loco, con costos podía respirar y varias lagrimas empezaban a salirse de mis ojos; no era para menos su miedo, yo rara vez sonreía y ni hablar de reír a pata suelta, simplemente era algo impensable. Apenas note que me quitaron la hoja de mi mano, cuando sentí un manotazo en mi cabeza, termine por frotarme el área de impacto y vi molesto a quien me había golpeado, nada más y nada menos que mi hermana mayor.

̶ No te rías June, lo que dice es cierto ̶ sus ojos avellana me miraban como si hubiera insultado a nuestra madre o robado las ultimas golosinas del estante, siempre fue una romántica empedernida, de esas que piensa que por que todo le sale bien, al resto del mundo le pasa igual.

̶ Oh vamos, de verdad que es molesto que creas en esas estupideces ̶ vire los ojos molesto mientras cruzaba mis piernas y brazos, era claro que ella no entendía el mundo real ni había vivido alguna vez de rechazos, ya estaba harto de que me hablara de eso

̶ Mira, sé que tú y yo no congeniamos en muchas cosas, pero soy tu hermana y no quiero que pases tu vida solo como el resto de nuestra familia ̶ en parte ella tenía razón, había algo que siempre lograba hacer a cada miembro de la familia estar solo con sus hijos, un buen ejemplo era nuestra madre que sin ayuda de nadie nos crio.

La mire molesto, abrí los labios listo para contradecirla, pero no podía debatir su argumento, así que simplemente cerré la boca y mire hacia la ventana, escuchando los vitorees que le hacían a mi hermana por dejarme callado. Como todas las salidas en grupo que hacíamos, ella siempre ganaba, siempre la tenía todo fácil, siempre era feliz, la detestaba por eso.



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El cielo se estaba tiñendo de gris, señal de que pronto empezaría a llover y debía llegar rápido a casa, aun así, ahí estaba yo, recordando las palabras de mi hermana el día que salimos con todos. Chasque la lengua, nunca admitiría que tenía razón, que anhelaba una compañera para pasar lo que me quedara de vida, tener y ver a mis hijos crecer, acompañarlos en cada paso, protegerlos a toda costa, y no dejar que crecieran sin un padre a su lado, como me había ocurrido a mí.

Mire el suelo escuchando a las personas pasar mientras hablaban entre ellos, no era algo nuevo, estaba en el centro de la ciudad, lo raro era cuando se encontraba vacía. Solo por eso me extraño que todos empezaran a huir, iba a preguntar a uno de los que paso a mi lado, pero dos disparos resonaron en el ambiente junto a un grito agudo, demasiado familiar. Todo parecía ir en cámara lenta, gire sobre mi propio eje topándome de lleno con un mar de gente intentando alejarse del lugar, parecía un salmón nadando contra la corriente.

Mi corazón latía con fuerza, el sudor comenzaba a pegar mis cabellos, me dolían las piernas y los brazos en el forcejo que hacía, para pasar a todas las personas en pánico. Nuevamente escuche otro disparo, la gente aumento los gritos, se escuchaban al fondo las sirenas de los policías, me había resbalado y caído de bruces al suelo, los pies de las personas pasaban por encima de mí, solté un alarido de dolor que aterro a unos cuantos a mi alrededor, pensé que moriría aplastado por la gente.

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