El estereotipo de las personas gordas era difícil de soportar, especialmente si se hacía todo lo posible para romperlo. Parecía que alguien siempre iba a estar al alba para decirte que tus esfuerzos eran insignificantes y que, una vez eres gordo, siempre lo serías.
Así se sentía Lisa. Se sentía de muchas maneras, a decir verdad. Cada que salía a la calle, sus miedos y sus inseguridades la encontraban. Era salir al mundo para que la salida que conducía a la tranquilidad diera la impresión de extenderse hasta donde no lograría alcanzarla. Llevaba con este problema por años y aún no se acostumbraba. Uno nunca se acostumbraba a vivir en conflicto.
A veces intentaba restar importancia a sus complejos, consolándose con las vidas menos "fáciles" de los demás y pensando que "no era para tanto" su situación. El bombardeo de la positividad acerca de todos los cuerpos se veía bien en aplicaciones como Instagram, pero en la vida real era muy difícil adaptarla. Nunca pasaba de simplemente intentar fingir que no le importaba ser gorda. La insatisfacción que sentía por sí misma se había engrandecido mucho con el tiempo. Conforme más subía de peso, más crecía el deseo de no ser así.
Quizás este era el motivo que explicase su obstinada intención de bajar de peso. Quería no sentirse mal consigo misma, sentirse una decepción. No deseaba llegar a un punto de su vida y mirar atrás, encontrándose con camino perdido. Ansiaba tanto ser diferente..., que algún día despertara y gustara de la imagen que veía en el espejo. El problema con este objetivo era que la desesperación y las críticas cobraban factura y que los resultados no se daban de la noche a la mañana.
Bajar más de treinta quilos implicaba muchas cosas como constancia, disciplina y, sobre todo, mucha paciencia; una que Lisa no tenía.
Todas las mañanas deseaba tener otro cuerpo, pero esa mañana, en comparación con todas las demás, lo deseó más que de costumbre. Durante la noche su novio la presentaría a sus amigos como su novia. Porque sí, tenía novio, lo cual, socialmente hablando, la ponía al instante como alguien muy afortunada.
Aún no lo entendía. Las personas gordas también tenían relaciones sentimentales y sexo, además de roturas y decepciones donde rompían el corazón o resultaban rotos de este, pero parecía casi imposible que fuera cierto. La razón: porque lo estético siempre vendía y atraía más.
La mayoría de las historias de cuentos de hadas estaban protagonizadas por figuras de hombres y mujeres espigados y muy guapos. Lisa habría pasado por alto todos los quilos que llevaba de más encima si hubiese nacido un poco más guapa. Si hubiese nacido con una cara bonita, ¿qué habría importado lo que dijera nadie de su peso? Pero, por desgracia, según ella, la vida la había concedido de una belleza subjetiva y, además, no estaba tan bien proporcionada a pesar de que muchos (los que la querían) le hubiesen dicho que su cuerpo era bonito.
Pero no. No era una chica curvy, era sólo gorda. Los rollos de grasa se le notaban al sentarse. Debía reconocer que el hueso clavicular se le delineaba extrañamente, que su cintura en ocasiones aparecía y que tenía unas largas piernas, sin embargo, mucha de su piel era caracterizada por las grietas de las estrías y los hoyuelos de la celulitis; circunstancia por la cual procuraba ocultar su cuerpo con prendas más grandes que su talla.
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Mi amor es una estrella (Lizkook Twoshot)
FanfictionDesde siempre Lisa ha tenido insatisfacción con su cuerpo. Es una chica gorda, no sólo pasada de peso, sino gorda, con rollos de grasa, estrías y celulitis que preferiría que no existiesen. Se vuelve cuestión de tiempo para que sus inseguridades pon...