1

1.9K 78 2
                                    

Emilia.

—Acá es. —miramos la casa analizándola.

—¿Seguro?. —mi mamá no está muy convencida y medio que con cara de asco.

—¡Si Gorda! —mi papá le pone toda la honda pero ella no—. Acá es.

—Es... ¿Linda?.

—Bueno, ¿Veamos adentro no? No podemos dar ninguna opinión si aún no sabemos, aún estamos en el auto y no tiene buena pinta desde lejos. —bajamos y vemos mas claro todo—. Hay trabajo que hacer.

—Y mucho. —las plantas están totalmente secas en el frente, eso le da una aire de tenebroso a todo el lugar.

—Mira esos yuyos Yake. —llegan hasta mitad de los arboles—. ¿Esta casa será habitable?.

—Voy a entrar.

—Espera Emi. —miro a mi mamá que me agarra del brazo—. Ten cuidado.

—Vamos juntas. —me giro hacia Ailin frunciendo las cejas—. Quiero agarrar una habitación linda.

—Chao... Esa es mía.

Vamos saltando intentando de no pisar las inmensas espinas que hay por todo el lugar, llevo a Tobías en brazos para que no se ensucie pero gracias a eso me pincho toda y son de las espinas que te dejan ardiendo e irritado, encima que Tobi pesa muchisimo que casi no me lo puedo.

Nos llevamos terrible sorpresa al ver la casa por dentro, esta en perfectas condiciones, hay muebles viejos pero hermosos y todo super limpio y huele de maravilla, con Ailin quedamos más que sorprendidas, yo creia que nos ibamos a llegar a arrancar las uñas limpiando y asiendo un lugar donde podamos estar dignamente y es todo lo contrario.

—Mira Emi... Que linda. —apunta un mueble color caoba super antiguo pero impecable.

—Si, es hermoso.

—Mamaaaaa. —grita hacia afuera mientras bajo a Tobias para seguir mirando—. Es hermosa la casa vengan.

—¿De verdad?. —entran y quedan los dos sorprendidos, tal como nosotras.

—Waaauuuu. —mi papá sonríe aliviado donde ya se imaginaba haciendo reparaciones interminables—. Entonces el trabajo va a ser afuera parece, ¿arriba estará igual?.

—Voy a ver. —subo con mi sobrino de la mano—. Mira Tobi, ahí vas a dormir con mamá.

—¿Ya me elegiste habitación?. —viene atras mio escuchando todo—. Que mala.

—Es la mas grande después de la principal, si quieres me la quedo no tengo problema.

—No gracias, me la quedo yo.

—Bien. —le doy la mano de su hijo para poder empezar a hacer algo—. Voy a subir mis cosas, ya esta limpia la casa.

—Los de la iglesia han limpiado.

—Parece. —huele a limón y el piso es resbaloso de tanto que pulieron—. Pobres, se tomaron su tiempo en hacerlo.

—Si. —bajo y esta lleno de gente, ¿De dónde salieron? No oi nada de que llegara alguien.

—Hija ven. —me acerco sonriendo porque debemos ser cordiales con esta gente que van a ser nuestros vecinos—. Ellos son los miembros de la iglesia.

—Hola. —digo con una sonrisa—. Mucho gusto soy Emilia.

Vinimos a parar a este pueblo remoto y que queda en medio de la nada por un hermano de mi mamá, él vive acá hace mas de diez años, nunca vinimos ya que no teníamos movilidad pero ahora que mi papá quedó sin trabajo en la empresa en la que trabajó mas de veinte años nos vinimos por un puesto para él, con el subsidio se compró una canionetita de segunda mano, agarramos todo y nos fuimos sin mirar atrás, ¿Qué ibamos hacer? A mi papá no le daban trabajo en ningun lado por la edad, yo no tendría que vivir con ellos ya que cuento con veintiséis pirulos pero también me consiguieron un puesto de trabajo acá, soy maestra hace cinco años y me costó dejar a mis alumnos pero mis papás necesitan de mi ayuda y porque no podria estar lejos de ellos, son mas de diez horas en auto desde donde estabamos, ni loca me quedo tan lejos de ellos.

LeccionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora