La isla de los monos

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Dios, si lo hubiesen podido ver. Heme ahí, fuerte, firme y heniesto en mi puesto en el barco llamado "Las siete lujurias", todo iba segun lo indicado. Era 24 de abril de 1845, era un dia muy hermoso y soleado, no ocurrio nada más, nuestro viaje era de cargamento, especias y pieles que venian de Inglaterra, todo marchaba como debía, despues de el atardecer terminó mi turno así que me dirigí mi camarote, leí un par de horas y me acosté a dormir. De repente siento un golpe fuerte, el barco había golpeado algo, la gente empezó a escapar desesperada y la puerta de mi camarote no abría, poco a poco escuché como se estaban llendo hasta que quedó todo en silencio. Como pude deribé la puerta y sali a ver que había pasado, efectvamente, encallamos en un islote que no habiamos visto, el casco estaba partido y no quedaba mas que salir del barco, el resto ya se habían ido en las chalupas y ya no quedaba ninguna. Así que desarme algunas puertas, quité unas cortinas y pude por fin consteuír una pequeña almadía que se mantenía a flote conmigo encima. Entré a las bodegas y noté que no se llevaron casi nada de comida, asi que tome lo que pude. 4 cajas de galletas saladas, algo de carne seca, unas frutas y un pequeño barril de agua. Eramos el océano y yo, no había ninguna tierra a mi alrededor salvo el propio islote donde encallamos.
No habia otra opción, asi que me lancé en mi embarcación improvisada, pasé fácilmente 3 dias a la deriva, remando con una tabla que medio adapté como remo. Me empezaba a preocupar, los víveres que tenía no durarian mas que para otros dos días, era temprano y la bruma matinal no me dejaba divisar lo que despues de un par de hora logré distinguir, una isla, era muy grande por lo que de ahí podría sacar muchos recursos que me serían de extensa utilidad. Tan pronto como toque tierra desembarqué todas mis cosas y con una espada que había tomado me dirigí al interior de la isla. En un inicio no estaba viendo nada extraño, la vegetacion era verde y frondosa, se sentía mucha humedad, divisé un riachuelo claro y limpio, pir lo que el agua no sería un problema en esta isla.
Caminé hacia el cirazon de la isla por al menos 30 minutos, no había notado movimiento hasta que escuché un escandalo como pocos en la copa de los árboles, pronto comenzaron a bajar 10, no, 20, no, 30, no 100, no 300 monos, todos me rodearon y yo apreté con fuerza el mando de mi espada. Contrario a lo que me imaginaba los monos comenzaron a saltar y a chillar como si estuvieran alegres, me tranquilicé y seguí mi camino. No avancé ni 10 metros cuando me dí cuenta que todos esos monos, curiosos y emocionados, me estaban siguiendo. De echo, imitaban a la perfección cada acción que yo realizaba, esto me divirtió mucho en un inicio, asi que me agaché y ellos también lo hicieron, me levanté y ellos de igual forma lo realizaron, levanté un pie y ellos hicieron lo propio, tomé una manzana y todos ellos comenzaron a tomar del mismo tipo de fruta. Ni corto ni perezoso tomé varias y caminé hasta donde dejé mi almadía con mis viveres y dejé la manzana ahí, pronto miles de frutos cayeron junto a mi barca. Me adentré de nuevo a la jungla y corté un tronco de bambú y con el hice una suerte de cántaro para recoger agua del riachuelo, mientras lo construía a mi alrededor cientos de monos construian algo que se asemejaba a lo que yo había contruido, pero si las hubiese visto, no hubieran resistido ni diez segundos con el agua dentro, me acerqué al riachuelo y llene mi cantaro, volvi con mis cosas y deje el recipiente con cuidado, pronto cientos de cántaros mal hechos y con grietas se acomodaron al lado de mis víveres dejando el suelo mojado.
En un inicio me pareció divertido y extremadamente util, pero luego de un rato empezó a aburrirme, asi que corte un arbol, los antropoides hicieron lo mismo y construí una pequeña cabaña en la playa con una cerca alrededor, pronto cientos de cabañas fueron erigidas a mi alrededor. Harto me metí asegurandome de que no me pudiesen ver pues no quería saber nada de esos tontos monos, los primates comenzaron a chillar y bramar destruyendo la cabaña dejandome al aire libre, enojado me tumbe en la arena y los simios hicieron lo mismo. Al día siguiente con lo que los monoos rompieron contruí una barca mas grande que mi humilde y pequeña almadía del inicio, incluso hice un balancín para mantenerla en equilibrio. Ahora tocaba cazar, usualmente yo soy un magnífico cazador, pero con cientos de monos que no son especialmente sigilosos smdetrás de mi la cosa se complicaba. Opté por hacer una trampa, con corteza de arbol tejí un formidable hilo y ocn el hice una cuerda delgada. A mi alrededor cientos de hilos mal hechos eran confeccionados, en mis adentros esperaba que los malditos monos no arruinaran mi cacería. Una vez terminada me dirigí a la selva y dejé mi trampa de hilo correduzo, si algun animal corria por ahí se enredaría en el hilo. Volví a mi embarcación seguido de los monos, de tidas ckases y tamaños, monos araña, macacos, capuchino, etcetera. Con lo que había de la choza construí un arpón para pescar con una cuerda en la parte de atrás para recuperarlo, a mi alrededor cientos de arpones fueron fabricados, me acerqué al mar y luego de unos minutos lancé  el arpón, los monos hicieron lo propio y lleve el pescado aun retorciendose con mis víveres, cerca de una docena de peces fueron dejados después del mío, parece que en eso si son buenos. Despues reviso la trampa y veo que cayó una especie de cerdo salvaje, con la espada lo mato y lo llevo con el resto de mis cosas. Los me seguían a todos lados y ya me empezaba a aburrir de ello. Encendí una fogata viendo como los monos intentaban hacer lo mismo y cociné mi pescado y el cerdo. Comí y me acosté a dormir, mañana mejoraría la balsa y terminaría con este chiste de una vez. Dicho y hecho, hice algunos refuerzos a la balsa, a mi alrededor cientos de balsas eran construidas, de todos los tamaños, de bambú y trozos mal cortados de madera, si hubiese visto esas almadías, no flotarian aunque Dios mismo en persona las tocara y bendijera. Acomodé mis cosas dentro de la balsa y la llevé al mar, ahí con el remo de el inicio me impulsé lejos, los simios intentaron hacerlo pero sus defecuosas balsas se hundieron dejando a los primates empapados teniendo que nadar de regreso a la playa, los monos gritaban y chillaban como diciendo "no te vayas" pero yo quería regresar a casa. Con kas estrellas supe a donde ir, y luego de un par de días vi un navío, un buque mercantil cerca, remé como nunca en mi vida y pedí auxilio, por fortuna se apiadaron de mi, eran unos vascos y portugueses que iban al imperio do Brasil, ahí conseguí llegar a un buque con destino a españa y volvi a casa un año despues con esta historia tan extraña, no se que hubiese hecho sin esos monos, pero quieras que no, me salvaron la vida.

Historias De Marinos Y NaufragosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora