EL DIA QUE BROTO LA SANGRE

Abrí los ojos, lo único que veía era un gato negro bebiendo de un bol lleno de ojos y sangre, yo me encontraba atada con gruesas cadenas, lo cual impedía que me moviera.

En cuestión de segundos una mano ensangrentada salio del bol del cual momentos atrás estaba bebiendo el gato negro que vi al abrir costosamente los ojos.

Sin casi darme cuenta, ante mi apareció un hombre, era alto y delgado, su pelo canoso se tiñó de rojo por la sangre, se acercó despacio a mi y me agarro la cara llenándola de este fluido.

-Bonitos ojos…- dijo él con una voz escalofriante.
 
Yo no fui capaz de hablar, estaba paralizada por el miedo, pero a pesar de no haber respuesta el siguió hablando.

-Me gustaría que formaras parte de mi colección, serias una de las más hermosas piezas-

El hombre sacó una daga del armario que había junto a él, la sensación de miedo aumento, queria gritar pidiendo ayuda, pero seguía paralizada.

El hombre pasó la daga por mi mejilla, realizando un largo corte desde la parte superior del pómulo hasta la barbilla, no pude evitar derramar lágrimas tanto de dolor como de terror, después de esto, empezó a acariciar mi otra mejilla.

-Lo siento pequeña, solo quiero conseguir tu ojos, aunque el gato agradecerá a sangre- dijo riéndose de una manera que espantaba a los mismos dioses del Valhalla.

Vertió la sangre en un pequeño cenicero que contenía minúsculos huesos, y se la sirvió al gato negro.

Cuando este terminó de beber, subió a mi regazo y de un zarpazo me saco los ojos, a partir de entonces, solo recuerdo que me maree del dolor, aunque pude oir el sonido de el martillo de un revolver retrocediendo.

-Ya no nos eres demasiado util, asi que adios pequeña- 

Lo último que pude oir fue un disparo y un fuerte pitido.

Ahora soy un alma errante en busca de sangre, la sangre de su asesino.