Partida.

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Áquel era el día de la despedida, él estaba tan cerca de mí y a la vez tan distante, debido a la barrera de frialdad que yo sostenía, esa y todas las noches anteriores desde nuestro encuentro. No, aún no quería decir adiós, no soportaba siquiera el hecho de ver sus tiernos ojos ámbar, cuyo brillo sólo podía ser comparado con el de las estrellas.

Distante... Así me encontraba yo físicamente, pero mi mente, mi alma y mi espíritu gritaban otra cosa; el deseo de siquiera tocarlo, aún así fuera la punta de su dedo meñique parecía ganarle a esa barrera construida por mí, sentía cómo en cualquier momento aquella barrera se derribaría y no quedaría nada para detener el fuerte impulso de mis pensamientos.

Él y su brillo de carácter interminable, opacarían a cualquier de esos modelos de revista, que brillan simplemente por el hecho de llevar maquillaje, por la iluminación del set de fotografía o inclusive por aquellas aplicaciones de edición que pueden hacer lucir brillante Hasta un simple trozo de carbón. Pero jamás tan naturalmente como su brillo, él no  necesitaba nada, sólo con respirar era suficiente.

Sé de quién es ese brillo natural y deslumbrante, es ése que sólo poseen las buenas personas, como los pequeños bebés que no conocen la maldad, todos lo tenemos al nacer, pero nos opacamos tan fácil y rápidamente que podría dar miedo.

Yo perdí el brillo junto a mí misma, hace tiempo ya, no pude resistirme al falso brillo de aquellas tentaciones y vanidades que tomaron mi verdadero brillo y lo despedazaron, sin piedad, sin dolor, sin clemencia.

Él no era de por sí atractivo físicamente, para alguien así no era necesario, él ya era cautivante. Sus hermosas y dulces palabras penetraban en mis oídos como la mejor de las melodías de Mozart, era tan hechizante que parecía un engaño ¿y si lo era y ya era muy tarde para librarme de aquel vil y cruel pero a la vez encantadora trampa? En ese caso estaría perdida y esperaba no equivocarme con él también.

-Debo subir a empacar.- Dijo él, despertándome de mi profunda ensoñación.

-¿Ta.Ta.Tan pronto te vas?- Respondí, con anhelos de que la obvia respuesta fuese cambiada en el último segundo.

-Sí.

-Está bien.

-Te acompañaré a tomar un taxi.

-Gracias.

¡Vaya! No había indicio de un cambio de opinión por parte de él, estropeé todo ésta vez quizá y con la última persona que conoceré tan radiante y pura.

-Señor, disculpe, ¿Tiene usted una hoja de papel?- Le oí decir, dirigiéndose al hombre que estaba en el vestíbulo del hotel.

-Sí.- Respondió, largándole un pequeño trozo de papel y un boligrafo de color negro.

Podía ver que él escribía tan rápidamente que pareciera que su vida dependiera de eso, mi mente sólo preguntaba a gritos ¿Qué hace él allí?¿Qué escribe? Y ¿Por qué no me permite admirar sus ojos ámbar un rato más?

Finalmente, él concluyó con la laboriosa tarea.

-El taxi ya está aquí.- Dijo el hombre.

-Gracias.- Respondió él mientras le devolvía el bolígrafo con una sonrisa.

-Bien... Adiós.- Dije

Él me dio el más sincero abrazo que jamás he podido sentir incluso hasta ahora, cuando ya han pasado años y experiencias que han agotado ya mi juventud de aquel entonces.

Besó mi mejilla, ya bastante sonrojada por aquel abrazo, pude sentirlo, deseaba, añoraba, anhelaba que él fuera mío, quería fundirme en el más apasionado beso que existiese en la historia con él. No pude, simplemente no pude.

Me liberó de aquella empalagadora prisión.

-Llámame cuando llegues a tu casa.- Dijo

-Claro.

-Toma, ésto es para ti.- Dijo, deslizando la nota que minutos antes había construido con tanto fervor.

-Gracias, te llamaré.

Subí al taxi, me despedí una vez más ondeando mi mano,deseosa de devolver el tiempo. Abrí la pequeña notita, leí cuidadosamente.

"Tash,
A veces el destino separa a dos personas que están hechas para estar juntas, espero que éste no sea nuestro caso, porque, tú eres para mí. Esperaría por ti las vidas que fueran necesarias.
Te ama,
Ryan"

Finalizando la tercera vida después de aquella recuerdo la promesa, viviré muchas vidas tras ésta, aún lo espero, lo añoro, lo amo; aunque quizá él a mí no me recuerde.

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