Libertad

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El bastante afilado cuchillo ya estaba sobre la mesa ¿Sería éste su último día? Ya nada parecía importar, no encontró nada que tuviera valor en su vida ¿Lo haría ésta vez? Ya lo había prometido varias veces antes, no tenía el valor, ni antes ni mucho menos ahora, pero ¿ Qué sentido tenía estar en este vacío mundo? No le importaba responder esa pregunta en áquel momento, no lo haría ¿Era muy  cobarde? o ¿Acaso le quedaba alguna esperanza con su vida? Quizá una de ellas, quizá las dos, quizá ninguna. En todo caso, el afilado cuchillo aún reposaba sobre la mesa y lo seguiría haciendo... Por ahora.

Tenía que salir a respirar, a librarse de ella misma y de aquel lugar mortal para ella con nombre de hogar. Abrió la puerta, el húmedo aire rozó su rostro, no conociá una sensación más satisfactoria que esa, se sintió calmada, su mente estaba en silencio, finalmente en silencio.

 Salió, sin siquiera cerrar la puerta, el viento lo haría eventualmente, sin saber a dónde se dirigía ella sólo quería ser libre, descansar. Caminó, sin saber a dónde se dirigía, se cansó de su cabeza, los pensamientos hablaban muy fuertes; era necesario escapar, correr y sentir el aire en su rostro y aquel maldito descanso.

Cayó.

Ya no tenía fuerzas para levantarse ¿Dónde estaba?¿Cómo volvería a casa? Se sentía pequeña e indefensa. Oyó unas voces, cada vez más cerca: ebrios, lo que faltaba.

Rezaba que entre ellos hubiese al menos uno que no estuviera ebrio, parecía que no era así, estaba perdida.

Vio, por el rabillo de sus ojos que alguien le tendía la mano ¿Un ángel? Eso es estúpido. Un pensamiento algo fuera de lugar para una mente tan oscura.

Levantó la cabeza, efectivamente parecía un ángel, no lo era, pero tampoco era un corriente humano, eso sería insultarlo. Tomó su mano y él la ayudo a levantarse del frío suelo.

 —Gracias. — Dijo ella mientras sacudía el polvo de sus rodillas, mañana tendría moretones allí mismo, eso era algo seguro.

—No es nada, te vi en el suelo y parecía que te quisieras levantar.

 —Así es, intenté ponerme de pie y no lo conseguí. — Sonrió, sus mejillas ya no se veían tan pálidas.

—Por lo frágil y cansada que te ves, no lo cuestionaría.

—Lindo halago, señor. Quisiera saber dónde estoy.

—Éste es el planeta tierra, señora ¿Usted a dónde pertenece?

—Seguramente no a un planeta como éste.

— ¿Quiere que la lleve a casa, señora?

—Sí, señor. Pero antes, deja de hablarme como un maldito chófer.

—Está bien, sígueme.

Ella subió a su auto, no eran ellos dos solos, sus amigos ebrios estaban allí, por suerte ya dormían. Él los dejaría a todos en sus casas, finalmente la llevaría a ella a la suya o a la de ella, quería estar con ella, su vida entera.

Él dejó a sus amigos y no supo qué hacer.

— ¿Vamos a comer algo? Tengo mucha hambre. — Dijo ella, no quería separarse tan pronto de él, de ese chico brillante.

—Ah. — Suspiró. —  Agradezco que hayas hablado, ya estaba pensando en qué hacer contigo y también estoy que muero de hambre. — Respondió él sonriente.

— ¡¿Pensando en qué hacer conmigo?! ¿Ibas a matarme y arrojarme en alguna tierra baldía? —Bromeó ella.

—No, pero eso suena poético y ya que lo dijiste...Baja del auto.

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⏰ Última actualización: Mar 21, 2016 ⏰

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