El golpe me deja sin respiración, pero consigo esquivar la espada y le devuelvo el golpe anterior. Como siempre, lo esquiva y me ataca otra vez. Finto, pero tropiezo y me caigo. Siento el filo de la espada en el cuello. Cuando por fin me deja libre, me ayuda a levantarme y se queja de mi torpeza. No presto mucha atención y asiento. Se agacha y me mira alos ojos.
-Préstame atención cuando hablo.
Sonríe, y sin esperar respuesta alguna, se da la vuelta y se va.
Me quedo un rato pensando sentado en el suelo, cuando escucho las campanadas que dan inicio a la comida. ¡LLEGO TARDE! ¡TARDÍSIMO!
Salgo corriendo de la sala de entrenamiento, paso por el tercer pasillo y tuerzo a la izquierda. Entro en la cuarta grieta, que da a unas escaleras. Llego al comedor... y la mirada de mi padre es asesina. Entro en el salon y me siento en la siila más alejada de mi padre que encuentro. Debería haberme dado cuenta antes. Soy tonto. Tonto de remate.
-¡Has llegado tarde otra vez! ¡A ver si aprendes a mirar el reloj!- Grita Kara, mi hermanastro.
-No grites en la mesa, Karasagi. Y tu debes tratar de llegar a tiempo. No tengo por qué permitir que mi hijo llegue tarde a todos sitios. La puntualidad es algo esencial en un guerrero, y más aún en los de tu especie. Espero que no se repita.- Kara ríe.- También va para ti. -Deja de reir y se pone serio-.
Terminamos de comer en un silencio incómodo, con alguna risita mal disimulada de Kara. Me voy de la sala lo más rápido que puedo y salgo al exterior del Placio de Obsidiana. El cristal negro reluce con la luz de el magma. Una gota de agua me cae en la nariz. Miro hacia arriba. Otra cueva nueva se ha formado, pero está demasiado alta como para explorarla.
Me alejo del castillo todo lo que puedo y llego a los límites del Infierno. Me siento en el borde del abismo y miro hacia abajo. La oscuridad se lo come todo. ¿Qué habrá ahí? Recuerdo haber preguntado una vez cuando tenía alrededor de 8 años. Daraen me miró con un cara que reflejaba enfado y no me respondió.
Vuelvo a mirar a la gran sima y distingo un extraño brillo. No está muy lejos, puedo cogerlo si me estiro un poco y llevo cuidado. Me agarro lo más fuerte que puedo al borde y busco un punto de apoyo. Lentamente, intento coger el pequeño fragmento, que parece un cristal. Cuando lo tengo subo al borde y me siento. Es un colgante, negro de un extraño metal -transparente y negruzco- y tiene una forma de ovoide quizás demasiado alargado, atravesado por un viejo cordel. Lo examino un rato y me lo cuelgo al cuello.
Me doy cuenta de que vuelvo a llegar tarde. Me levanto, miro por última vez el abismo y me voy.
Son las horas de descanso. Aproximadamente la cuarta hora. No tendría que estar despierto, pero lo estoy. Algo me inquieta. No se qué es, pero se que tiene algo que ver con el extraño colgante. Me levanto de la cama, me visto, agarro una daga y salgo al exterior del castillo. Hace frío, pero estoy sudando.
Llego al abismo y lo observo. De repente, emerge una sombra desde el fondo de la sima. Es curioso. Tiene forma humanoide y parece reir. Me pone los pelos de punta. Se fija en mi. Y sonríe más aún. Un sudor frío me recorre la espalda y desenvaino la daga. Pensaba que me iba a atacar, pero se da la vuelta y me ignora.
Veo a ese extraño bicho avanzar hacia uno de los fuertes. Lo sigo. Tengo un mal presentimiento.
Los guardias parecen ignorar a la sombra, que pasa el cuarto torreón y se adentra en el ratio del tercero. Lo sigo lo más rápido y silencioso que puedo. Poco a poco la extraña sombra va adquiriendo una forma más humana, cada vez más baja y delgada.Traspasa el tercer y segundo torreón y cuando está en frente de los muros del primero, se para. Dice algo que no logro escuchar y lo dejan pasar por la puerta grande.