〝P a r a s i t e〞

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Park Jimin era un hombre jodidamente afortunado; su día a día era la representación magistral de una buena vida.

Con un destacado historial académico, todo indicaba en que iba a licenciarse con honores en su carrera soñada. Estaba rodeado por un conjunto de personas consideradas y cálidas que siempre le apoyaban y amaban.

Además de un candente bombón de corazón de oro por novio.

En definitiva -y por mucho- el muy maldito se había topado con la lotería, y una muy gorda a de ver. Pero desgraciadamente, no le podían dejar todo en bandeja de plata, ¿Verdad?

El no podría burlarse de las pequeñas piedras casuales que afectan el día a día de muchos, y por lo tanto el debía cargar con una cruz -una muy grande- en paga a todo el buen trato dado por parte del destino.

Aquella piedrecita era el único incoveniente que atormentaba con fervor la rutina diaria de Park.

Jimin contaba con un parásitos subsistiendo en su culo -no en forma literal obviamente-. Empero, Park pobremente recordaba el reconfortante sentimiento llamado soledad desde que aquel alienígena de nombre Bruce llegó para desequilibrar todo, un grano en el culo habría sido más llevadero. Y por mucha zalamería que Brukkie le fuera a soltar no cambiaría de opinión.

Eran dos polos totalmente opuestos tratando de convivir en un mismo cuerpo. Su día a día se resumía en una convivencia desastrosa y conflicto, totalmente inestable volátil.

A pesar de mantenerse la mayoría del tiempo peleando entre sí, y chocar en la mayoría de la opiniones que compartían el uno al otro. Existía un solo aspecto de la vida de ambos en el cual coincidían totalmente.

Aquello era protagonizado por el hermoso y pueril sentimiento del amor. Un amor alimentado por ambos machos y dirigidos sin excepción al agraciado joven del cual se encontraban perdidamente enamorados.

Jeon Jungkook.

Un infinito en la escala de uno al diez.

Sin obstáculos y solo banderas verdes plantadas en cada rincón recóndito de su ser.

Un chico que estaba totalmente satisfecho con su hombre y su extraterrestre.

Los amaba con locura y fervor, y no los cambiaría por nada en el mundo.










































A boca de la noche y debajo del escrutinio del manto estrellado, los bares y restaurantes cobran vida una vez más en New York. La gente decidida salía a divertirse en los ajetreados establecimientos de la ciudad.

No obstante, aquella era una perspectiva de diversión totalmente diferente a la de Park.

El muchacho en cambio prefería yacer perezosamente acostado en su cama, engullido en el cálido comfort de su morada. Resguardando receloso en su brazos el adormilado cuerpo de su querida pareja, quien permanecía rendido en la calidez de su pecho desnudo; juntos media hora y media atrás habían estado disfrutando de una casual noche de películas.

A pesar de vivir en una residencia situada en todo el centro de la vida de la ciudad que nunca duerme, a la joven pareja no parecía molestarle en lo más mínimo el bullicio nocturno. En realidad, hasta lo llegaban a considerar agradable.

Era tan común escuchar el murmurante canto de la ciudad, que para Jungkook y Jimin visitar a sus familiares en Corea era un choque. No habían voces desconocidas parloteando a gran volumen, ni sonidos de automóviles resonar y ni hablar de música a todo volumen. Era tanto el silencio que les resultaba hasta incómodo.

𝗣𝗮𝗿𝗮𝘀𝗶𝘁𝗲 | 𝗝𝗶𝗸𝗼𝗼𝗸.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora