Prólogo

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HOGWARTS, 2:09 pm.

SÁBADO.

SALA DE LOS MENESTERES.

"EL INICIO DEL FIN"

Miren, a Albus no le gustaban los problemas. Él no era un chico de problemas. Eso se lo dejaba a sus hermanos. Él era tranquilo, con alguna que otra travesura pero sin llegar a ser problemas. No obstante siempre acababa metido en alguno. Era algo de familia. La profesora McGonagall siempre hablaba de los revoltosos que habían sido sus padres, los tíos Fred y George, su abuelo y Sirius. Le encantaba recordar para renegar o eso creía él.

El no buscaba problemas, ellos lo perseguían a él.

Ahí es donde se encontraban en ese momento. En un gran problema.

...

Todo comenzó en el aniversario de la batalla de Hogwarts y el cumpleaños número veinte de Victoire. Todos los años la reunión era en Hogwarts, un día de luto, más que de festividad. Victoire lo había superado con los años, era algo irremediable.

James había estado insoportable como siempre, sobre la guerra. Era un tema inevitable en esas fechas. A pesar de que su familia había sido el centro de ambas guerras mágicas y la información era amplia y vasta -dentro de lo elegante y lo-que-escribiría-Rita-Skeeter – su familia nunca hablaba de aquellos años. No con ellos, no entre ellos, ni a otras personas. Nunca habían hecho declaraciones de aquellos años, nunca más de las necesarias, que incluían las declaraciones juradas en el ministerio de magia (que eran en las que se basaba la información de los libros de historia). Y eso era algo frustrante.

Ellos eran famosos, no más que sus padres y tíos, pero ciertamente tenían su atención. Si Albus tuviera un galeón por cada vez que preguntaban por su padre, o por sus tíos o por la madriguera, tendría tanta dinero como la fortuna Black y Potter junta.

A la gente le encantaba la desordenada, abarrotada y calurosa madriguera; preguntaban por los rumores, por los chismes, atentos a las relaciones de su familia, y sobre todo de Harry Potter. Naturalmente, y entrometidamente como decía su madre, la gente preguntaba de más. Pero, y aunque nunca responderían a tales cosas, era molesto no tener ni idea de lo que hablaban. No sabían si era cierto que su madre había abierto o no la cámara de los secretos, no sabían si es que en verdad su padre había peleado con inferis u hombres lobo. No tenía respuesta a como se sentían en aquel momento, o como habían salido se ciertas situaciones. Todos parecían saber más de su familia que ellos mismos.

Su hermano parecía ser el más entusiasta en saber la verdad y eso le daba algo de miedo. Y oigan, Albus quería a su hermano, y aunque lo llamara inútil cada dos por tres, era uno de los mejores magos de su generación -algo que también era de familia-, solo temía lo que eso significaría en manos de un adolescente hambriento de respuestas y tan impulsivo como James Sirius Potter.

No creyó que tendría éxito, de verdad. Normalmente los hechizos experimentales no lo hacen, quizás te quitan las cejas o terminas morado por algunos días pero, no éxito, menos al primer intento. James no era un inventor de hechizos, ni quería serlo, pero con la ayuda de Rose, y un libro muy extraño lograron su cometido.

Quizás fue mala idea retarlos, pero eso era parte de ser el hermano de en medio.

Continuando cronológicamente, Albus se encontraba descansado junto a Scorpius simplemente pasando el rato. Era su pequeña tradición, en los cumpleaños de Victoire, luego del almuerzo en el gran comedor, se reunían en la sala de los menesteres. Conversaban, jugaban juegos de mesa, o simplemente estar juntos. Se veían diariamente pero todos los Weasley tenían codependencia crónica.

❝1996❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora