Lo que nuestros ojos ven

2 0 0
                                    


Recuerdo como la brisa marina pasaba entre mis piernas, las olas rompían contra mis pies y poco a poco se hundían el la arena húmeda. El Sol se estaba escondiendo cuando vi la sangre brotar de la yugular de Carla. 

Poco a poco el mar empezó a cobrar un color magenta, yo no podía apartar la mirada de esa escena, Carla tendida sobre los brazos de aquel desconocido, no muy lejos de la orilla, sus brazos que antes estaban en el cuello de aquel chico yacían junto a las olas del mediterráneo, su cabellera rubia estaba empapada de sangre, sus ojos que antes rebosaban felicidad estaban cerrados. Des de donde estaba no alcanzaba a ver su cara, pero imaginé que habrían lágrimas en sus mejillas y que su tez estaría cobrando un color blanco pálido. 

Solo estaba yo, solo yo presencié ese momento. Solo yo sabía lo que había pasado, quise gritar, pedir ayuda, pero era cuestión de segundos que su asesino me descubriera y viniera a por mi como un leopardo a una gacela. Miré alrededor para ver si alguien más había visto lo ocurrido, pero solo había una familia a lo lejos, dos niños brincando por la arena y una pareja paseando a sus perros por el paseo marítimo. 

Saqué mi teléfono y antes de que el cuerpo de Carla se hundiera en la penumbra del mar hice una foto, se veía poco más que una silueta en la puesta de sol con otra que se escurría entre sus brazos. Si no estabas al corriente de la imagen, podría resultar romántica y todo. Guardé el teléfono en mi bolso. Cuando volví a mirar, Carla ya no estaba, solo había una silueta mirando hacía mi. 

Salí corriendo, me costó despegar los pies de la arena y correr por la seca, me clave conchas y otras cosas que no deberían estar en el suelo de una playa. Llegué rápidamente al paseo marítimo donde minutos antes había visto a la pareja con los perros, ahora no había más que una farola a medio encender. Me giré rápidamente para ver si aquel desconocido me seguía. 

Estaba a escasos metros de mi. Seguí corriendo, sin mirar atrás, corrí en dirección contraria de mi casa, la poca gente que había en la calle se giraba cuando pasaba por al lado, sería por mis pintas? No estaban acostumbrados a ver a alguien correr a las nueve de la noche? Nunca me ha gustado la gente cotilla y sin embargo yo estaba rodeada de cotillas ignorantes. 

Ya no sentía las piernas, me escondí en una esquina para descansar, me asomé con cuidado para ver si aún me seguía.

 Estaba sola. 

Cogí aire como pude, miré al cielo. Hasta el momento no me había dado cuenta de la gravedad del asunto. Acababa de presenciar el asesinato de mi mejor amiga y su asesino me estaba persiguiendo. ¿Sabría que yo lo había presenciado todo? Y lo peor de todo ¿Sabría donde encontrarme? Volví a mirar por la esquina, ahora no era momento de romperme en mil pedazos, tenía que concentrarme en llegar a casa sana y salvo, o solo a salvo, era la única que tenía la verdad entre sus manos. 

Salí de mi escondite y me dirigí a la calle principal, no quería sentirme sola y desprotegida, al menos hoy no. Me metí las dos manos en los bolsillos y bajé la mirada, todo mi cuerpo estaba en tensión, estaba apretando tanto la mandíbula que los dientes rechinaban entre si. Miraba a mi alrededor de reojo, comprobando que todo mantuviese una normalidad. Vi un banco con chicos de mi edad, que empezaron a silbar  al pasar por su lado, me miraron y me empezaron a decir cumplidos "guapa ven con nosotros" "venga va que te alegraremos la noche" decía alguno mientras se fundían entre risas, otro día los habría mandado a la mierda, pero hoy era diferente a los otros días, tenía que pasar inadvertida y si eso significaba no rebotarme con gilipollas como esos, cogería aire y pasaría de ellos. 

La calle de mi casa estaba tranquila, había alguna persona paseando a sus perros, unos ancianos disfrutaban de la noche cogidos de la mano dando un paseo, en mi portería había una mujer hablando por teléfono, gritaba, era la vecina del 3º, te podías enterar de todas sus conversaciones al teléfono, alguna vez le llamamos la atención por eso ahora hablaba en la portería así no solo nos molestaba a los del edificio, sino que también les daba el placer a todos los que pasaban por la calle a oír sus relatos. 

Lo que los ojos venWhere stories live. Discover now