No Es Efímero

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El cielo se encuentra encapotado y el aire golpea con fuerza a todos lugares. Aoi, una de las mariposas de la finca se encuentra sentada debajo del tejado junto a su acompañante Inosuke tras haber colgado una decena de sabanas.

—Parece que lloverá, ayúdame a bajar las sabanas —pide la joven de coletas.

—No —contesta firmemente.

Aoi lo mira con la boca abierta de irritación y seguido frunce el entrecejo.

—¡Dije que me ayudes!

—¡No seas idiota! ¡Las terminamos de colgar!

—¡Pero ya empezará a llover!

—¡Déjalas ahí!

El chico jabalí se levanta para adentrarse a los cuartos, Aoi sólo aprieta los puños indignada y se dirige a retirar las sabanas colgadas.

La lluvia empieza a caer erráticamente justo cuando se sube a un banco para bajar dichas sabanas que se encuentran más altas. Se cubre el rostro dado que las gotas no la dejan mirar perfectamente. Siente que en cualquier momento podría caer y esa idea le disgusta.

En un intento de bajarse del banco resbala su pie izquierdo, hubiera caído al suelo y darse un golpe fatal y mortífero, pero eso no sucedió. Alguien ha logrado sujetarle la cadera. Esa persona tira de ella hacia atrás para bajarla cargando. Aoi cubre sus ojos por el agua y se asusta al no saber quién la sujetó. Patalea despavorida, pero al percatarse que entraron a la casa y la han soltado se calma. Retira sus mojados cabellos de la cara y voltea rápidamente hacia la persona que la salvó de caer y, probablemente de la muerte.

Su impresión de ver al chico porcino le sube la sangre a la cara. Si tenía frio ahora no hace falta cubrirse con una toalla, con su vergüenza es suficiente.

Aoi ha estado guardando sus sentimientos por ese chico desde hace mucho tiempo, es curioso el cariño que le ha desarrollado. Aún no puede explicar cómo puede gustarle alguien como él. Probablemente es por los cumplidos que le da a su comida o cuando le agradece por el gran trabajo que ella hace por mantener sanos a los espadachines. No lo sabe a la perfección, sólo le gusta ese chico.

—Te dije que no bajaras las sabanas, tonta... ¿Estás bien? —cuestiona mirándola de soslayo.

El chico empapado le da la espalada, seguido se pasa ambas manos por sus cabellos mojados y suelta un suspiro.

—Te salve la vida, agradéceme.

La mariposa se queda petrificada y él se mira bastante tranquilo después de lo que ha sucedido.

—No tengo nada que agradecer, yo también te he salvado la vida. Estamos a mano —contesta Kanzaki.

—Humm, supongo que tienes razón, enana.

Inosuke da un par de pasos para adentrarse a otro pasillo pero se detiene.

—Estamos solos, los demás fueron con ese tipo que dice ser el patrón. No me molestes.

Por los pensamientos de Aoi pasan decenas de insultos. Ella es quien debía haber dicho esas últimas palabras, después de todo ella es quien cuida de él cuando están en la finca,

—Idiota —murmura.

Kanzaki se va directo a su habitación para secar su cuerpo y cabello, se cambia la ropa y sale en busca de Inosuke para que este le entregue su ropa mojada y por la mañana lavarla y dejarla secar.

Toca tres veces la puerta de la habitación del azabache, pero no recibe respuesta alguna. Vuelve a tocar pero nuevamente es lo mismo, por ello decide entrar por su cuenta. La ropa mojada del joven está justo al lado de la puerta, la toma y se da media vuelta con la mirada fija a la canasta de ropa.

No Es Efímero [InoAoi] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora