Las aventuras de Petita la patita.

15 4 0
                                    

Petita era una hermosa y divertida patita  que vivía en una casita de madera blanca, con ventanas azules, a la orilla de un cristalino lago, dónde nadaba feliz todos los días.

Petita tenía como amigo a un pollito, llamado Samuel, iban juntos a la escuela porque además de ser vecinos y amigos también eran compañeritos de clases, iban y venían juntos se hacían llamar el "dúo de dos".

Cierto día Petita y Samuel, se movilizaban velozmente en sus bicicletas rumbo a la escuela, no sé percataron del charco de barro que se había formado por la lluvia que había caído en la madrugada, no tuvieron tiempo a frenar, lo que provocó que resbalaran y fueron con todo al barro, ya en el piso y con la mirada fija del uno con el otro, soltaron tremendas carcajadas al verse todos llenos de barro.

¿Que haremos? -Preguntó  Samuel, mira mi pantalón todo lleno de barro, y mírate tu con tu medias que eran blancas.

Rieron sin parar por largo rato, no podían ir así a la escuela, así que Petita sacó su tomatodo con agua limpia que su mamá le había guardado para que tome cuando tenga sed y lavaron sus caras y así entraron a la escuela, todos los miraban y se reían, la maestra Gloria los regaño y quitó todo el fango de sus cuerpos con la manguera de regar las plantas, en lugar de sentirse avergonzada, Petita disfrutó mucho el baño, saltaba y reía mientras Samuel tiritaba de frío, la maestra Gloria reía en secreto al ver las diferentes reacciones  de los dos pequeños

A las 12 en punto, cuando el timbre sonó, Samuel gritó, la maestra se alegró y Petita desde luego salió, salió corriendo a coger su bicicleta y regresar a su casa.
Muero de hambre Samuel, dijo Petita, ojalá mi mamá haya hecho algo delicioso de comer, mientras conversaban, a lo lejos vieron el mismo charco de lodo de la mañana pero ya más pequeño porque lo había secado el sol, volvieron a recordar la caída y volvieron a morir de risa, al llegar a su destino los pequeños se despidieron y cada quien entró a su dulce hogar.

-Hola mami, dijo Petita con un gran abrazo, ¿que hay de comer mamita?

-Sopa de verduras dijo la madre

-¿Verduras? Es en serio, odio las verduras mamá, siento que me pondré verde si me las como.

-No te pondrás verde porque las verduras son deliciosas y más aún si las hizo mamá con amor.

Aunque la idea no la convencía, el discurso que había dicho su mamá sí, así fue como los ojitos cerró, el piquito abrió y todas las verduras comió.

Luego de realizar sus tareas, Petita, inquieta por salir en busca de un nuevo acontecimiento fue en busca de su amigo Samuel, toooooon sonó la bocina de su bicicleta

-¿ya estás listo amigo mío?

- Vamos que algo nuevo nos espera.

No tenían nada planeado, querían que la vida del bosque los sorprendiera, no había nada interesante ese día, nada que llamara la atención y nada que generara una increíble aventura, varios metros más adelante percibieron un sabroso olor
¡mmm!

-¿Qué será lo que huele tan rico?

Pensaron ambos, al seguir avanzando el olor se hacía más intenso, cuando a lo lejos vieron salir humo de una chimenea, al llegar y estacionar sus bicicletas, se asomó por la ventana una anciana gansa, llamada Cleotilde que hacía deliciosos panes y pasteles para sobrevivir

-¿Quieren comprar deliciosos pasteles?

Pregunto doña cleotilde

-si queremos- dijo Petita.

-Pero no tenemos dinero.

-Eso no es problema- dijo doña Cleotilde, pueden pagarme con trabajo, verán, necesito que limpien este lugar, la casa, los hornos de leña y mi chimenea que está llena de ceniza de mucho tiempo, pero a cambio les daré, el más delicioso pastel que hayan probado en sus vidas.

-¡Manos a la obra! Exclamó Petita quien no le temía a nada, Samuel por su parte estaba dudoso en ayudar y ganarse el pastel, pero no fue más que oir la voz de Petita mientras cantaba una alegre canción y empezó a bailar, mientas barría, toda la limpieza se llevó a cabo en un dos por tres.

Doña Cleotilde había aprovechado aquel tiempo para tomar una pequeña siesta, al despertar que maravilla de casa, resplandecia de lo limpia que estaba, los hornos relucientes, listos para fabricar muchísimos panes más y la chimenea había quedado sin un gramo de ceniza,

-Lo prometido es deuda- dijo la anciana.

Petita y Samuel comieron el pastel más delicioso del mundo, tanto que su pansa se infló como globo de lo llenos que quedaron.
Lenos y felices se despidieron y agradecieron a doña Cleotilde, pero cuando se disponían a subirse a sus bicicletas se dieron cuenta que no podían manejar con tremendas barrigas, les tocó caminar sin abandonar la felicidad que inundaba su corazón por ayudar a quien lo necesitaba y por haber comido un postre delicioso.

Un día terminado, juegos al paso, una hazaña increíble que más podría pedir pensó Petita mientras arreglaba su cama para ir a dormir.

Cierra tus ojitos exclamó su mamá, te espera otro día de aventuras, la primera será llegar a la escuela pero limpia.

Ambas rieron, Petita recordando y su mamá imaginado la caída en el charco de lodo, mamá dió un tierno beso en la frente de su pequeña hija, cerró la puerta y se fue a descansar mientras Petita comenzaba a soñar.

Amaneció y mamá fue a despertar a Petita.

-Buenos días, Petita
Es hora de despertar

Como Petita no despertaba su mamá empezó a hacerle cosquillas en la planta de sus pies, la mejor manera de empezar el día es riendo, así lo empezaba Petita.

Mientras Petita se acicalaba,
su mamá un rico desayuno preparaba, entre tanto Petita lo comía,
Samuel afuera esperaba,
tocando la bocina que molestaba a la vecina,
Que ansiosa esperaba a que los niños se marcharan.

Y asi arrancaba otro día de aventura para Petita, sin saber con qué otra peripecia tendría que batallar hoy,
¡¡buena suerte Petita!!

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 15, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Las aventuras de Petita La Patita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora