Hongo

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Apagá esa luz. Cada rayo se viene a incrustar como vidrios en mis ojos. ¡Apagá la luz! Siento que unos
duendecillos están haciendo palanca dentro de mi cabeza, como si quisieran sacar los globos de esa fosa
ocular.
No te pongas perfume. Es lo peor que me podés hacer. ¿Acaso me odias? Las fragancias lastiman mi
cerebro, una pulsión ascendente. Está palpitando, si pudiera arrancarlo lo haría. En la oscuridad, intento no
pensar, pensar es malo en este estado. Cierro los párpados, pero siento como las corneas se siguen moviendo
rápidamente por debajo. ¡Ya basta! Quédense quietas, necesito poner la mente en blanco. Meditar. ¿Acaso
no hay una cura más rápida? Cuando más vacía quiero tener la mente, más parece llenarse de ideas.
Recuerdos de malas decisiones, recuerdos de momentos vividos en donde hice la vista gorda. Es que en
definitiva, no puedo salvar al mundo. Si me ocupara de cada niño hambriento, de cada anciano descuidado,
de cada ser poco amado, no podría vivir. Es una contradicción al parecer, pero lo único que me sirve es
alejarme de la vida cotidiana. Eso sana mi cabeza, y mi alma.
Si el cuerpo y el alma tienen un lugar de encuentro, es en la cabeza. Contrario a lo que se dice
habitualmente, el alma está allí. No en la panza como dicen los budistas. No en el corazón como dicen
muchos católicos. En la cabeza tan simple como eso. Y es entonces que me duele la cabeza y sigo aquí
intentando no pensar, pero no puedo. Recuerdo cuando ignoré a asas personas, lo hice porque si me pongo la
camiseta de Yisus, la vida seguramente me va a sacrificar.
Entonces cómo sano este dolor, si en la cabeza batalla mi cuerpo y mi espíritu. Y no es algo justo, es como
una lucha en el lodo, no sabés cuál cerdo va a ganar. Solo quiero la cura. Apago la luz, me vuelvo acostar.
Me duele el espíritu. Me levanto en la oscuridad, habituada al dolor, soy como un ciego que conoce cada
rincón de la habitación. Tanteo con mis manos y lo poco que me queda de olfato, el lugar donde las guardo.
A las aspirinas obvio. Y me doy cuenta que estas hermosas pastillitas, tan pequeñas e insignificantes me
alivian el sufrimiento. Tan simple como beber, así sano el cuerpo. Para el otro dolor, hay especialistas más
caros.
Si esta droga me sana, pienso si las drogas en general, fueron puestas en la tierra para curar algo más que el
cuerpo. Tomo una simple pastilla y mi cuerpo sana. El psiquiatra me receta una simple pastilla y mi espíritu
sana. O eso creo yo. Tal vez el clonazepam entumece el dolor momentáneamente. De igual manera el efecto
es indiscutible. Recuerdo que en vacaciones, vi un documental sobre una tribu peruana que consumía setas
para verle la cara a Dios básicamente. Inevitablemente pensé: ¿Y si los hongos alucinógenos tienen como
objetivo hacernos transitar espacias siderales, espacios que jamás transitaríamos si no fuera por el estado de
transe que inducen? Entonces, tal vez, y solo tal vez, están puestos en la tierra para curar algo más allá del
cuerpo... sí, el espíritu.
Sé que resulta completamente loco pensar en eso, pero el ser se compone de materia y algo que moviliza la
materia. ¿Me siguen hasta ahora? Bueno partiendo de esta premisa, el ser humano ha podido curar la
materia, suturar un corte, engrapar una gran herida, pero no ha podido sanar el espíritu por completo (claro
que el psicoanálisis ha hecho lo suyo sobre este aspecto...). Las personas lloran, las personas actúan
violentamente y no saben el porqué. Creo que hay algo malo en ellas, pero no es su cuerpo, no en su biología
material, no es su físico, sino su alma. Y como el alma trasciende la materia, se necesita de un espacio de
curación de igual magnitud. Un lugar que flote junto a la energía del espíritu. Escúchenme bien, yo creo que
las drogas sirven al humano a tener acceso a esos lugares intransitables por la materia. Sirven para ver unmundo inmaterial desconocido, pero necesario, por lo que hay que apoderarse de él. Tomarlo con todas las
fuerzas, y una vez allí, ponerse a explorar, hasta que algo salga a flote y veas tu cáncer metafísico.
Flotar en ese espacio, nadar en ese universo llenos de luces que lastiman mis ojos, ha de ser espectacular.
Ver lo que no tiene aún nombre, seríamos como Adán y Eva, viendo todo por primera vez. El problema
reside en la conquista de ese espacio, no se puede flotar eternamente en un mundo de luces violetas sin que
éstas te digan algo. Hay muchos que se han perdido en ese momento de transe. Pero por otro lado, los
peligros existen desde el origen del mundo, por lo que no tiene nada de raro rosarlo un poco.
O tal vez todo lo que pienso es una locura producto de este dolor que no se me pasa. Y tal vez, ustedes, mis
conejos rosados que me sonríen con afilados dientes, ni siquiera están aquí presentes. Entonces poner la
mente en blanco no serviría de nada, no si aparecen al hacerlo. Mi mente se tranquiliza, mi cuerpo se relaja,
iré a deambular por aquél mundo extraterrenal y al volver espero que se hayan ido, de lo contrario
tendremos que sentarnos a charlar.
Carolina Acevedo 01-07-20
(21:34)

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⏰ Última actualización: Jul 10, 2020 ⏰

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