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«El pasado te persigue».

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Otro día, otra moneda. Un popular eslogan que retraba la importancia de jamás perder el tiempo, o algo así.

Natsu lo amaba. Siempre era puntual y trabajador.

La ruidosa alarma, necesaria pues Natsu tenía el sueño pesado, sonó a las 6:00 am, como lo hacía diariamente. Fue silenciada por Natsu, que reaccionó al escándalo de inmediato. Se estiró un poco en su cama mientras bosteza. Miró por la ventana. Todavía no había luz de madrugada. Estaba acostumbrado a eso.

Quizo salir de la cama, pero durante un tiempo, que no supo definir, le fue imposible hacerlo. Los recuerdos de esas mujeres le golpearon la mente apenas despertó. Y las mismas sensaciones vividas ese día afloraron por su cuerpo. Tuvo una erección que le dolió de solo recordar el excesivo y continuo uso que le había dado precisamente ese día por tantas horas consecutivas. Un poco más y seguramente habría empezado a eyacular sangre.

Se sonrojó como jamás en su vida. Prácticamente le hervía el rostro.
Le empezaron a temblar las piernas solo con recordarlo. Tenía la mirada agachada y comenzó a temblar. Se llevó las manos al rostro y chilló con pena.

—No volveré a tener sexo en mi vida —se dijo, avergonzado.

Después de un largo suspiro cayó en cuenta de que debía salir de la cama y seguir su vida. Después de todo, esas chicas ya lo habían exprimido hasta los huesos; habían obtenido lo que querían. Y Natsu estaba en otra ciudad, así que ya no había nada que temer. Podía salir a la calle y vivir su vida en paz sin tener que mirar sobre su hombro.

Salió de la cama tras la epifanía de la libertad y una vida pacífica.
Comenzó su día con un poco de ejercicio. Cuando la hora diaria terminó, entró a darse una ducha. Estando en la ducha recordó la ducha que se dio cuando regresó a casa tras ese día. Recordó que estuvo llorando en la regadera como por una hora, tal vez más.

Sacudió su cabeza, alejando los malos recuerdos. "Ese día" tenía que salir de su cabeza. Y la mejor manera de hacerlo era no pensarlo. Había tanto en que enfocar la atención y el esfuerzo mental que no sería difícil.

Salió de la ducha, se puso el uniforme y bajó para el primer piso, donde su hermano mayor, Zeref, lo esperaba mientras preparaba el desayuno.

—Buenos días, nii-chan —saludó Natsu a la vez que tomaba asiento en la mesa de la cocina.

—Buenos días, Natsu —Zeref devolvió el saludo al mismo tiempo que se giraba y ponía el plato con el desayuno frente a Natsu: Huevos, tocino, sopa de verduras y jugo de naranja—. ¿Y como estuvo la pijamada?

Natsu tuvo un escalofrío ante la mención. Tragó saliva. Realmente no quería hablar de eso. Y no le podía decir a nadie sobre la verdadera naturaleza de aquella noche.
Por lo tanto, opto por evadir la pregunta y todo el tema en si

—Prefiero no hablar de eso —dijo un poco apenado.

Zeref iba a insistir, pero al notar la pena en su voz, declinó.
Sabía que su hermano era alguien tímido y reservado. Se imaginaba que algo habría pasado malo, y dada su personalidad dócil no querría hablar de ello. Lo entendía.

Una vez acabado el desayuno, Natsu tomó sus cosas y salió de casa, no sin despedirse de su hermano.
Zeref también debía prepararse. La hora de entrada en el trabajo estaba próximo y no permitían retrasos.
Su jefe era muy implícito en ese aspecto.

—Con lo que hago, seguro que si. No se vayan a morir de impaciencia —comentó, un poco molesto, para si mismo. De no ser porque el dinero caía bien al hogar, habría mandado al diablo a su jefe después del primer día.

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⏰ Última actualización: Jul 11, 2020 ⏰

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