Prólogo

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Uno se embriaga con el recuerdo del otro.

Desde aquel día, cada uno se pregunta por su existencia.

Ve una sombra que se dibuja entre los recuerdos y se desvanece con la realidad.

El cielo está despejado. Solitario.

Ha dejado a la vista la ausencia, los miedos,

las heridas, el pasado: la verdad.

Sus corazones luchan para no enfrentarla,

para no enfrentar el destino que desde hace años los une.

Ambos son cobardes.

Ambos están enamorados.

Ryeowook se puso en pie. Observó la habitación solitaria y se dirigió a la ventana por donde se colaban los rayos del sol. Apoyó sus manos en el marco y se permitió sentir el viento acariciando su rostro. Ahora, con los cientos de recuerdos invadiéndole, debía tomar una decisión y definir el destino de su familia, su apellido.

Pensó en el pelinegro que ahora era su esposo y parte de la mentira: JongWoon.

En ese momento se abrió la puerta de la habitación, su tío apareció en el umbral y emitió una enorme sonrisa al verlo de pie. Sin embargo, la mirada que le dirigió Ryeowook impidió cualquier muestra de cariño o afecto.

El castaño le dirigió una mirada fría y se giró sobre sus talones para enfrentarlo.

—Hasta ahora todo ha sido una mentira.

Las noches se convirtieron en largos insomnios sin consuelo,

en lágrimas eternas que no brindaban ningún consuelo.

El amor...

¡Ay, el amor!

La llama encendida se estaba apagando,

pétalos negros consumen la vida del destino,

del verdadero amor.

Todo entre ellos ha acabado

y no queda más que el amargo recuerdo

de lo que algún día fueron.

¿Qué ves cuándo alzas tu mirada al cielo?

Yo veo el origen del amor. 

Dos prisioneros del destino.

Yo veo...

...dos almas predestinadas.

Almas predestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora