Capítulo I

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Fuertes gotas de agua caían sobre el tejado interrumpiendo el silencio en el que se mantenían los cuatro hombres. Kim Young Woon estaba erguido sosteniendo una mirada oscura y escalofriante, sus manos gruesas se mantenían sobre sus rodillas tensas, tratando de demostraruna serenidad que estaba lejos de sentir.

A su lado, su hermano y consejero, Shindong, se mantenía al frente con una mirada poco conciliadora, consciente de que de aquella reunión dependía la paz del reino de los Kim. Por generaciones habían sido uno de los reinos más fuertes de la región, sin embargo, desde que Young Woon tomó el control sucedieron una serie de fallas que le llevaron a tener que negociar con los Cho la paz.

Los Cho no representaban realmente una gran amenaza, de hecho eran clanes aliados, sin embago, debían sellar de forma contundente su amistad para hacer frente a la guerra que prometía avecinarse con los Guk, un clan en ascenso que estaba arrasando con las regiones del sur, una alianza era indispensble para garantizar la victoria. 

Durante generaciones ambos clanes habían mantenido una alianza servicial en la cual protegian mutuamente su terreno, pero desde el ascenso de Cho Yunho se presentaron unas circunstancias que les llevaron a tener pequeños enfrentamiento y disgustos. Por esto, era vital establecer una alianza que les asegurara su fidelidad y, principalmente, evitara una repentina traición. No, eso debía evitarse a cualquier costo.

Por eso, estaban allí.

En el fondo no confiaba plenamente en Cho Yunho, a diferencia de sus antecesores, había demostrado una postura diferente y no parecía muy dispuesto a compartir su poder con otros pueblos, a pesar de que su poder miliar no era tan grande. 

Lamentablemente el señor Cho Jiho no había tenido más herederos que él, ni siquiera sus concubinas habían sido capaces de dar a luz otros descendientes. Era un clan predominado por mujeres fuertes y valientes, que no lograron obtener el visto bueno del patriarca.

Cho Yunho era un hombre poderosoy prepotente que había llevado a su reino al ascenso, a pesar de su juventud había demostrado ser un líder inhanto, un hombre de armas tomar capaz de hacer caer a los más grandes. Por eso, mismo debían mantenerlo de su lado y lograr su plena alianza con la guerra que se avecinaba, era indispensable contar con su favor.

Esperaba que Young controlara su temperamento un poco y eligiera bien las palabras en ese encuentro. Ambos hombres querrían tener el control de la situación y mantener la dignidad de sus pueblos, eso complicaría un poco las cosas. Los dioses los había puesto en esas circunstacias y debían actuar con sabiduría en consecuencia, cosa que realmente le costaba a su hermano mayor. 

Su imprudencia e impulsividad predominaban en su personalidadd, lo que le costaba más de un dolor de cabeza. Sus constantes errores le había costado al reino de los Kim habladurías, como la elección de su esposo, un hombre elegidio por encima de las concubinas y le proclamaba amor eterno.

Cho Yunho miró a los hombres que tenía al frente, hombres tan poderosos como él que podían poner en riesgo la paz de su pueblo. Formar una alianza con los Kim no era parte de sus prioridades, pero no era estúpido y era consciente de que era indispensable contar con ellos para derrotar a los Guk, porque sí, no quería establecer lazos con alguien que podría quitarle el poder.

—Nuestros reinos están en crecimiento, Cho.—Inició Young con su voz un poco más gruesa de lo común. Miró al hombre de alfrente con detenimiento. — Se avecina una guerra inevitable con los Guk y es indispensable contar con aliados para hacer frente a su poder miliar.

Yunho apartó la mirada de su acompañante y la dirigió a la puerta abierta de par en par hacia el exterior. A través de ella logró ver a su pequeño hijo que se mantenía tímido junto al pequeño estanque del hermoso jardín, bajo la sombrilla de su nada que lo resguardaba de la lluvia.

Almas predestinadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora