Después de la batalla

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Harry abrió los ojos y se llevó las manos a la cicatriz. No le dolía, y si tenía suerte, no le volvería a doler. Miró alrededor y recordó que estaba en su habitación, en la torre de Gryffindor. Las otras camas estaban vacías, y el castillo se oía muy silencioso. Su estómago rugió.

​—Kreacher —llamó mientras se frotaba los ojos.

​El elfo doméstico se apareció ante él de inmediato. Todavía llevaba el relicario de Regulus alrededor del cuello. Harry ya se había acostumbrado al buen humor del elfo, pero esta vez lo desconcertó un poco.

—¿Podrías traerme un sándwich, por favor? —preguntó. Se dio cuenta de que estaba algo afónico.

—Por supuesto, Amo Harry —respondió el elfo y desapareció con un crack.

—Gracias —dijo, aunque Kreacher ya se había ido.

Sentía la garganta reseca, y se lamentó por no haber pedido también un vaso de agua.

Vio asomarse por la puerta una inconfundible cabellera pelirroja. Ron entró acompañado de Hermione, rodeándole la cintura con un brazo. Ella, al verlo, se soltó y corrió hacia él. Se arrodilló junto a la cama. Ron no se arrodilló, pero tenía en la cara el mismo gesto preocupado.

—¿Cómo estás, Harry? —preguntó Hermione.

—Bien, solo un poco hambriento. ¿Cuánto dormí?

—Bastante —aseguró Ron—. Madame Pomfrey se puso furiosa cuando descubrió que no habías ido a la enfermería apenas terminó todo, e insistió que lo mínimo que podíamos hacer era dejarte dormir.

—Pero ustedes también durmieron, ¿no?

—Yo un poco, en la sala común. Pero por lo que sé, Hermione no ha pegado ojo —respondió su amigo.

—Estaba preocupada —se excusó ella—. No paraba de pensar en tu cuerpo sin vida, Harry. Cuando te vi en brazos de Hagrid, creí que... —se le cortó la voz, y unas lágrimas resbalaron por sus mejillas.

—Ya está todo bien, Hermione. Todo acabó. —Tomó la mano de su amiga y le sonrió.
Kreacher apareció con un sándwich y un vaso de jugo en la mano. Ron sonrió y extendió la mano para recibir la comida. El elfo lo esquivó dirigiéndole una mirada desdeñosa y le entregó las cosas a Harry.

—Muchas gracias, Kreacher —dijo Harry luego de haberle dado un buen mordisco al sándwich.

—Sí, gracias. Y ahora podrías traernos algo a nosotros. —Ron observaba el sándwich como si fuera lo más preciado del mundo. Hermione le propinó un golpe en el brazo.

—Déjalo descansar, ¿no te das cuenta de que debe estar tan agotado como nosotros? —Lo regañó.

Harry observaba la escena divertido. Parecía que Ron iba a replicar algo, pero Kreacher habló.

—¿Desea el Amo que Kreacher traiga algo de comida para sus amigos? —preguntó a Harry.
—Si no es molestia... —respondió él. Kreacher volvió a desaparecer. Harry se dirigió entonces a sus amigos— ¿Cómo está todo el mundo?

—Solo hablamos con Neville y McGonagall, pero no nos dijeron nada que no supiéramos —murmuró Ron.

Harry recordó entonces que Fred, el hermano de Ron, había muerto hace solo unas horas. También pensó en Tonks y en Lupin, y en cómo sus cadáveres descansaban en el Gran Comedor.  Sintió un nudo en la garganta, y de repente se le fue el apetito. No quería decir nada, porque sabía que ellos y muchos más habían muerto luchando por su causa.

—No te sientas mal, Harry. Ellos sabían el riesgo al que se enfrentaban, y gracias a ti Voldemort ha muerto. —Lo consoló Hermione. Ron se había estremecido al oír el nombre.

Otra vez el crack de Kreacher los distrajo. Traía en sus manos un plato con un montón de pastelitos, tres vasos y una jarra de cerveza de manteca. Haciendo equilibrio para no tirar nada, dejo el plato sobre la cama.

—Para el Amo, para el traidor a la sangre Weasley y para la señorita Sangre Sucia —recitó mientras servía.

Ron parecía a punto de saltar sobre el elfo doméstico, pero Hermione lo sujetó mientras reía. Sabía que Kreacher se estaba esforzando al máximo para ser amable, así que le agradeció con una sonrisa. Harry también le dio las gracias. Kreacher hizo una reverencia y desapareció. Los tres amigos comieron en silencio por unos minutos, hasta que Ron, con la boca medio llena, habló.

—También hablé con mi padre. Me aconsejó que evites a cualquier persona del Ministerio, sobre todo si estás solo.

—¿Por qué? —se extrañó.

—Bueno, Harry, supongo que te imaginarás la incertidumbre que hay fuera —dijo Hermione—. El Ministro murió, y la mitad del Ministerio de Magia se hallaba bajo el hechizo Imperius. Ahora que Voldemort por fin se ha ido, todos buscan restablecer el orden, y muchos aprovecharán la ocasión para hacerse con el poder. Todo los candidatos intentarán engatusarte para tenerte en su equipo, porque si Harry Potter los apoya, el resto de la comunidad mágica también lo hará.

—Yo solo quiero un poco de tranquilidad —se quejó Harry.

—Yo también —bufó Ron—. Mi padre me contó que Percy insiste en que deben evitar que Cornelius Fudge aspire de vuelta al cargo, y está muy empeñado en hacerle una campaña en contra. Aunque por suerte parece haber abandonado esa loca idea de ser Ministro de Magia.

—No creo que eso suceda. Si no lo hubieran destituido, Fudge ahora estaría muerto —reflexionó Hermione.

A Harry no podía importarle menos quién sería el siguiente inoperante que asumiría el puesto de Ministro. En su opinión, la única persona con las capacidades suficientes era Dumbledore, pero él había muerto. Por lo tanto, desvió la conversación.

—¿Y qué hay de los Malfoy?

—Como todos los mortífagos, deben estar preparándose para cumplir una condena en Azkaban —respondió Ron. Parecía relamerse con la idea. Nadie podía culparlo.

—Ta vez huyan, aprovechando el descontrolado panorama político —sugirió Hermione.

—No lo creo, son muy orgullosos para eso. —Harry todavía recordaba a Draco Malfoy, temblando ante la idea de tener que matar a Dumbledore—. Tal vez debería bajar y ver cómo están todos. Me gustaría hablar con Hagrid.

Sus dos amigos se miraron entre sí y negaron simultáneamente.

—McGonagall dijo que ni lo pienses. Lo máximo que te permitirá es ir a la sala común. Hasta confiscó tu capa de invisibilidad.

—Está bien —se resignó Harry. Bostezó sin poder contenerse.

—Tal vez deberías volver a dormir. Ron y yo haremos lo mismo —prometió su amiga.
Los vio recoger los platos y vasos y dirigirse a la puerta. Inmediatamente una duda vino a su mente.

—¿Y cómo está...?

—Ginny está bien —respondió Hermione anticipándose a su pregunta—. Luego le diremos que te venga a ver.

Ron entrecerró los ojos ante la mención de su hermana y Harry a solas, pero no dijo nada. Volvió a abrazar a Hermione por la cintura y ambos salieron de la habitación.

Harry se dejó caer sobre la almohada. Pensar en abrazar a Ginny era lo único que lo impulsaba a levantarse, pero lo cierto es que volvía a tener mucho sueño. Se preguntó qué estarían haciendo sus tíos en ese momento, y a dónde iría una vez que todo volviera a la normalidad; seguro que los Weasley lo forzaban a quedarse con ellos. Era una perspectiva muy alentadora.

Mucho más tranquilo, cerró los ojos. Se durmió sabiendo que todo estaría bien.



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⏰ Última actualización: Jul 11, 2020 ⏰

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